México (AFP) – Feliz con sus 20 años de matrimonio y madre de dos hijos ya adultos, Marytrini Aguilar no proyecta precisamente la imagen de una experta en «sexting». Pero esta empresaria mexicana de 43 años participó recientemente en un taller dedicado a esta práctica que patrocinó el gobierno de México.
«Me hace sentir libre en la expresión de mi sensualidad, me eleva la vanidad y me da mucha seguridad», confiesa ella sobre esta modalidad, que consiste en intercambiar imágenes íntimas o eróticas mediante dispositivos móviles o electrónicos, una afición que disfruta con su esposo.
Aguilar es una de las graduadas del taller denominado «Yo sexteo, ¿tú sexteas?», organizado por el colectivo feminista Luchadoras y patrocinado por el ministerio de Cultura de México, que defiende el sexting como un derecho sexual y de libre expresión, cuyo disfrute descansa en el consenso y la buena información.
«Hasta ahorita a nadie le he platicado (de su participación en el taller), de mis amigas a nadie», confiesa Aguilar. «Yo creo que (mis amigas) sí lo hacen pero ¿que admitan que lo hacen? Lo ven a lo mejor más como de jóvenes. ¿Por qué lo va a hacer una mamá de dos muchachos que está casada?».
De cabello negro hasta los hombros y tatuajes visibles en el pecho y el brazo, Aguilar se reconoce vanidosa y transgresora del estereotipo de mamá mexicana en la cuarentena. El taller, dice, le insufló libertad y empoderamiento.
«Vimos que todas somos iguales, tenemos cosas que compartir y seguir abriéndonos, seguir explorando nuestra sexualidad y nuestra sensualidad, que cualquiera puede ser sensual», dice.
– Tecnológico y sexual –
Pero la paradoja de un mundo hiperconectado por tecnologías vanguardistas es que estas se convierten en amplificador de rancios prejuicios.
Así, el sexting ya no es solo un electrizador del erotismo sino un arma de humillación y chantaje dirigida casi exclusivamente contra mujeres.
La escandalosa filtración de fotos íntimas de celebridades, como la de 2014 que afectó a las actrices Jennifer Lawrence y Kirsten Dunst, a la modelo Kate Upton o a la cantante Rihanna, es el lado más publicitado de un fenómeno creciente.
El «revenge porn» o «pornovenganza», término acuñado en 2007 para referirse a la exhibición no consentida de imágenes íntimas con fines de acoso o agresión, ha forzado la creación de leyes para castigarlo en casi 40 estados de Estados Unidos y en países desde Inglaterra hasta Japón, según la organización The Centre for Internet & Society.
En México, tradicionalmente machista y con alta incidencia de feminicidios, ya son ocho estados los que han modificado sus códigos penales para castigarlo, según activistas locales.
«Es realmente como una agresión e invasión de la privacidad que es muy extendida en todo el país, de manera masiva, organizada», advierte Lulú Barrera, fundadora de Luchadoras.
Para Barrera, que la sociedad y la legislación adviertan a las mujeres que «sextean» que «se tienen que cuidar, que no deben de expresarse sexualmente» es un error grave. «Lo que hace es culpabilizarlas, revictimizarlas», subraya la activista e instructora del taller.
– «Amplías el placer» –
«El sexting es algo bien bonito porque cualquier persona lo puede hacer, no te embarazas, no te da ninguna enfermedad de transmisión sexual, amplías el placer y los panoramas», dice Gisela Rubio, de 22 años quien empezó a «sextear» a los 17.
Estudiante de psicología, Rubio prepara una tesis sobre esta práctica entre alumnos de bachillerato.
«Te dicen, ‘no practiques el sexting porque te vas a terminar suicidando o te van a correr (echar) de la escuela’, en vez de hacer políticas públicas que hagan una práctica segura y concientizar a las personas», reclama.
Ambas participantes coinciden en que el rostro del sexting es mayoritariamente femenino.
«La mujer es más dada a expresar su sensualidad, a lo mejor el hombre no se ve así o no lo proyecta así», dice Aguilar.
«El cuerpo de la mujer siempre se ha visto como objeto de consumo por parte del hombre, creo que por eso es más común», considera Rubio, que aboga por no limitar el intercambio de imágenes a los genitales, sobre todo de parte de varones.
«Quizá a tu pareja le gusta tu espalda, tus piernas o tus pies o tus manos o cualquier cosa y más como exploración», sugiere.
El taller inicia con ejercicios de reconocimiento del cuerpo y una reivindicación del sexting, pasando luego a la instrucción sobre seguridad digital.
Así, se explican conceptos como metadatos y geolocalización, el uso de softwares como ObscuraCam, para ocultar rostros y rasgos particulares, así como plataformas seguras para «sextear» que incluyen chats secretos o la opción de autodestruir mensajes.
«Hemos crecido con los celulares en la mano, con las tecnologías a nuestro alcance y las estamos utilizando», dice la fotógrafa y videasta que se identifica como Río, quien instruyó a las participantes en la creación de «nudes» (desnudos).
Hay «necesidad de parar esa violencia que existe para los jóvenes, sobre todo las jóvenes, que están haciendo uso de su derecho y de su cuerpo, a vivir su sexualidad», concluye.