Roma (Italia).- La papa tiene una larga historia que comenzó en los Andes de América del Sur hace unos 8 000 años, cuando las comunidades de cazadores y recolectores empezaron a domesticar las plantas de papa silvestre que crecían alrededor del lago Titicaca. Mucho más tarde, hacia el siglo XVI, los españoles trajeron la papa a Europa desde Perú y empezaron a cultivarla en su país.
Estos tubérculos cultivados en España se enviaron a toda Europa como regalos exóticos a botánicos e incluso a figuras destacadas como el sumo pontífice de Roma.
La papa se ganó pronto el aprecio de los marineros, que la comían durante los largos viajes oceánicos. Y en general, se considera que fue así como las papas se extendieron por el resto del mundo y empezaron a cultivarse a gran escala.
En la actualidad, la papa se ha convertido en el tercer alimento más consumido del mundo y en un componente crucial de la alimentación de la población mundial, debido sobre todo a su capacidad para desarrollarse en menos tierra que cualquier otro cultivo importante.
Durante décadas, sin embargo, Europa ha dependido de un número muy reducido de variedades de papas, aunque existen muchas. Esta falta de diversidad genética en las papas cultivadas en Europa hizo que este alimento básico fuera muy vulnerable a las enfermedades. Un ejemplo patente fue la enfermedad del tizón tardío, que destruyó las cosechas de papas en Irlanda y provocó la Gran Hambruna de 1840.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ha hecho de la conservación de la diversidad de los cultivos de papas una prioridad para garantizar que este alimento básico siga siendo un pilar de la agricultura sostenible y la seguridad alimentaria.
Para apoyar esta iniciativa, la FAO cuenta con su programa de designación de Sistemas importantes del patrimonio agrícola mundial (SIPAM). Se designan SIPAM a fin de salvaguardar las inestimables tradiciones de los agricultores y los sistemas agroalimentarios sostenibles que protegen variedades locales y representantes de la biodiversidad de cultivos vitales como las papas.
A continuación se presentan cuatro innovadores SIPAM protagonizados por las papas:
Chiloé (Chile): la cuna de las papas comerciales
El archipiélago de Chiloé, un SIPAM en Chile, es esencial para la conservación de la biodiversidad de las papas. De hecho, recientes pruebas del ADN indican que las variedades que hoy se cultivan en todo el mundo están estrechamente relacionadas con las papas chilenas.
Antes de la modernización de la agricultura, las comunidades Indígenas de Chiloé cultivaban entre 800 y 1 000 variedades autóctonas de papas. Sin embargo, con la aparición de enfermedades y la difusión de semillas comerciales, el número se ha reducido a 91 variedades. Las mujeres rurales son cruciales para preservar esta diversidad genética, ya que llevan a cabo actividades de conservación en sus explotaciones.
Hoy en día, la papa es el principal cultivo de las remotas islas de Chiloé, y tiene una importancia fundamental para los medios de vida de las comunidades locales. Pero su valor va mucho más allá de Chiloé, ya que las variedades cultivadas en el archipiélago contribuyen de manera notable a la seguridad alimentaria mundial.
Las miles de variedades en los Andes en el Perú
En otro SIPAM de los Andes, las papas cultivadas en las colinas son una fuente clave de nutrición para los habitantes de la región. Su cultivo se basa en los conocimientos tradicionales y las prácticas sostenibles transmitidas por los agricultores y las comunidades Indígenas. Gracias a ellos, en la región andina crecen más de 4 000 especies de papas, incluidas las silvestres.
La agricultura andina es uno de los mejores ejemplos de la adaptación de los agricultores a su entorno, ya que aprendieron a domesticar especies endémicas de papas y a cultivarlas a 3.300-3.800 m de altitud. Los cultivos autóctonos se consumen principalmente a nivel local. Las papas deshidratadas, llamadas chuño, se conservan durante años y se utilizan como principal fuente alimentaria durante los periodos secos.
Por desgracia, la emigración de los jóvenes a las ciudades está provocando una grave pérdida de conocimientos y biodiversidad, pero gracias a las normas culturales y rituales de las comunidades indígenas locales, el sistema mantiene su identidad agrícola, conservando miles de variedades de papas.
Cultivado en la arena Ramli (Túnez)
En Ghar El Melh, un SIPAM en Túnez, los agricultores utilizan una técnica única llamada Ramli, que consiste en cultivar alimentos en la arena.
Los cultivos de Ramli crecen en lechos arenosos que se riegan con agua dulce gracias al movimiento de las mareas. Se trata de un sistema muy complejo basado en los conocimientos y la experiencia que los agricultores han transmitido durante generaciones para garantizar que los cultivos no se inunden con agua salada, lo que resultaría letal.
En las lagunas de Ghar El Melh, la papa es fundamental para la producción alimentaria local y una fuente esencial de medios de vida para los habitantes de la región, dada la gran demanda de los mercados.
El oro blanco de Barroso, Portugal
El clima templado del SIPAM en la región de Barroso, en Portugal, la convirtió en un punto crítico perfecto para las papas.
El cultivo de la papa se convirtió en el bien más preciado para los agricultores, que llamaban a este cultivo el “oro blanco” de la región. Esta floreciente producción de papas permitió a las familias mejorar sus condiciones de vida, comprando mejor ropa y mejorando sus casas.
Desde el siglo XVIII, los expertos han descrito las famosas papas de “Trás-os-Montes”, lo que demuestra la importancia sociocultural y la antigüedad de este cultivo. Gracias a su reputación y a su valor, este cultivo obtuvo la indicación geográfica protegida, una certificación que atestigua la calidad de un producto en relación con el lugar geográfico del que es originario.
La papa ha recorrido un largo periplo a través de los territorios y el tiempo, y ahora contribuye a la seguridad alimentaria y los medios de vida de miles de millones de personas. Por eso, las Naciones Unidas designaron el 30 de mayo como Día Internacional de la Papa.
Hay que celebrarlo anualmente aprendiendo sobre las variedades de papas disponibles localmente y las distintas formas de cocinarlas. ¡Comparta sus nuevos conocimientos con amigos y aprenda a valorar este tubérculo omnipresente de una forma totalmente nueva!