Valparaíso (AFP) – Rostros surrealistas de niños, mujeres y hombres; animales marinos o enormes búhos añaden color al puerto chileno de Valparaíso, que cientos de grafiteros han convertido en una gigantesca galería al aire libre.
La calle Elías es una típica arteria de Valparaíso. Sus aceras estrechas suben y bajan serpenteando el turístico Cerro Alegre, como muchas de las pequeñas callejuelas que circundan las 42 colinas que despuntan en la ciudad.
En los últimos años, las paredes de sus casas se han transformado en lienzos en los que artistas locales y extranjeros han plasmado grafitis y murales, como una explosión de creatividad que «se fue dando con la necesidad de los jóvenes de salir a expresarse a la calle», cuenta a la AFP Sammy Espinoza, grafitero y diseñador gráfico.
Las centenares de escaleras, muchas también pintadas, los laberintos que se forman entre los cerros y los lugares que parecen abandonados convierten a Valparaíso en «la ciudad perfecta» para la creación, agrega este artista, que junto a Cynthia, su pareja, dejó Santiago hace más de una década para instalarse en este puerto y dedicarse al «grafiteo».
El dúo, que se hace llamar Un Kolor Distinto ha pintado obras monumentales como «Solsticio de verano», un mural de 22 pisos en el edificio Centenario, uno de los más altos de Valparaíso, con un surrealista rostro amarillo que se mezcla con frutas y verduras verdes y púrpuras, y que hoy se ha convertido en un destino obligado para los miles de turistas que visitan cada día este lugar.
La pareja pintó también muros de otros tres edificios que, aunque de menor envergadura, mantienen el llamativo colorido que caracteriza su obra, mundos imaginarios que logran con pintura en spray, de aceite y crayones.
En Valparaíso, «mezclar el grafiti con el muralismo, hacer ‘street art’, ya empezó a evolucionar y a llegar a lo que es ahora, una galería al aire libre», cuenta Cynthia.
– Circuito grafitero –
En 2003, la Unesco declaró Patrimonio de la Humanidad el casco histórico de Valparaíso, resaltando su valor como uno de los más importantes puertos de América del Sur en los siglos XIX y XX, y su arquitectura, que tuvo que adaptarse a abruptas colinas.
Ubicada a unos 120 km al oeste de Santiago, hoy es uno de los sitios más visitados de Chile, junto al desierto de Atacama, en el norte, y la Patagonia, en el sur.
Los cerca de 1.400 grafitis y murales de la ciudad complementan las rutas turísticas de la ciudad, que deslumbra por su impactante vista a la bahía, las coloridas casas de sus cerros, sus añosos ascensores para subir y bajar de los cerros y los trolebuses que cruzan sus calles.
«Esos dibujos murales son muy bonitos. Todo se mezcla muy bien, es muy único», comenta a la AFP, Alessandro Ferssini, un turista italiano de 31 años, en medio de una visita guiada al circuito de grafitis, recorrido mensualmente por un millar de personas.
Se estima que más de 300 artistas callejeros han pintado alguna de las paredes de Valparaíso en los últimos cinco años, según cuenta Álvaro Ramírez, grafitero y empresario turístico de 34 años.
«En un principio la mayoría de la gente lo miraba como un daño para el turismo: ¡cómo les vas a mostrar a los turistas los rayados de la ciudad!, me decían», cuenta.
Hoy, «la gente que pasa por Valparaíso viene por los colores de las casas, lo ven como un destino artístico», agrega Ramírez, que comenzó a pintar en Nueva York cuando tenía siete años y volvió a Chile con 21.
Los vecinos también han ido dejando atrás su desconfianza hacia los grafiteros, a quienes asociaban más con vandalismo. Ahora les abren sus puertas y les permiten colorear sus paredes.
Las autoridades de la ciudad también les han dado espacios para expresarse. Algo que, aunque agradecen, creen insuficiente, pues aunque tienen permiso, afirman que aún son perseguidos por la policía.