Montevideo (AFP) – La plataforma educativa en línea oficial de Uruguay pasó de 90.000 a 730.000 usuarios durante el cierre de las escuelas por coronavirus. Pero, con la presencialidad ya retomada, docentes advierten que nada sustituye al encuentro cara a cara.
En Uruguay el 100% de los estudiantes de institutos públicos de Primaria y ciclo básico de Secundaria tienen una computadora portátil otorgada por el Plan Ceibal, un proyecto creado en 2007, durante el primer gobierno del izquierdista Tabaré Vázquez (2005-2010).
Esa red colocó al país en una situación de privilegio para afrontar los tres meses en los que las escuelas permanecieron cerradas debido a la declaración de emergencia sanitaria a mediados de marzo y puso de relieve el rol de la tecnología en la educación.
Es que antes de la pandemia, la infraestructura «estaba muy subutilizada: las plataformas (cargadas en las tabletas) se usaban como complementos y no se percibía su importancia de la manera que se percibe ahora», dice a AFP el presidente del Plan Ceibal, Leandro Folgar.
Con el programa Ceibal en Casa, dirigido a mantener la actividad de los estudiantes y evitar que corten el vínculo con los docentes durante el confinamiento, los números de la educación a distancia se dispararon.
Se pasó de 90.000 a «más de 730.000 usuarios activos en un universo de 800.000 estudiantes posibles», con «un salto de hasta 2.400% de crecimiento en uso de actividades y tareas en plataformas online», grafica Folgar.
Además 9.000 docentes empezaron a formarse en diferentes cursos en línea, «algo que antes no sucedía», añade.
Esto supuso desafíos humanos y técnicos -se debió cuadruplicar la capacidad de los servidores- y «evidenció cuestiones como que la posibilidad de conectarse era mucho más que simplemente tener una conexión disponible cerca y un dispositivo» para acceder a ella.
Desafíos
Aunque las clases presenciales en centros educativos de todo Uruguay se retomaron escalonadamente en junio, al jardín N° 315, ubicado en el barrio Colón de Montevideo, asiste actualmente una tercera parte de los 350 niños de entre 3 y 5 años inscritos.
El escenario se repite en muchas escuelas y liceos, dado que por la emergencia sanitaria el gobierno determinó que el retorno a las aulas es voluntario.
«Los que más ingresaban» a la plataforma del Ceibal durante el cierre de las escuelas «son los que están viniendo ahora», dice a AFP la directora del jardín, Valeria Marín.
Algunos alumnos siguen participando solo desde la plataforma y otros se han desvinculado casi por completo.
Marín sostiene que, durante el cierre de las escuelas, la mayor dificultad que se presentó fue «de comprensión» sobre cómo usar la tableta. Pero también la falta de dispositivos (en Educación Inicial la cobertura de Ceibal no es uno a uno, sino por aulas) o de datos para conectarse.
Los casos de familias que no tienen recursos para pagar la conexión a Internet intentaron contemplarse con planes gratuitos o subsidiados, o bien mediante programas educativos en el canal de televisión público.
Para Folgar, otro gran desafío radicó en cómo se percibía el papel de la tecnología en el aprendizaje.
«Antes un padre no entendía por qué un dispositivo incidía en los resultados académicos de sus hijos. Hoy esa visibilización es distinta», asegura.
Cara a cara «irremplazable»
No obstante, el presidente del Plan Ceibal aclara que todavía es muy temprano para hacer evaluaciones. «Sacar conclusiones de cómo creció o el uso que tendrá después es totalmente apresurado».
El desafío de aquí en más, apunta, es hallar un modelo que combine la presencia con el uso de la tecnología, una dinámica que Uruguay no tenía a pesar del Plan Ceibal.
«La infraestructura estaba y nos permitió reaccionar rápido, pero un modelo en estas condiciones sigue siendo de emergencia y vamos a sentir el golpe como todos los países», dice Folgar.
El cierre masivo de las escuelas no solo cambió la percepción sobre el rol de la tecnología en el aprendizaje, sino también la visión sobre la importancia del cara a cara.
«No es lo mismo ver una imagen de la playa que tocar la arena», ilustra Marín sobre la necesidad de contacto de los niños.
La directora cuenta que cuando el jardín reabrió, a mediados de junio, pensó que para los pequeños sería más complejo acoplarse a las nuevas rutinas sanitarias.
«Pensamos que estarían preocupados. Pero lo que quieren es venir, jugar. Los niños son maravillosos, se adaptan a todo», reflexiona.
Uruguay, elogiado por su control de la epidemia de coronavirus, es el único país de América Latina que ha retomado las clases presenciales en todos los niveles educativos.
Ese cara a cara «cumple un montón de funciones más que simplemente avanzar en los contenidos curriculares», dice Folgar.
«Es el espacio de socialización de nuestros estudiantes, donde se pueden imaginar posibilidades, donde se puede pensar de una manera diferente. Creo que la ONU hace énfasis en eso», añade en referencia al exhorto del organismo internacional a reanudar las clases lo antes posible para evitar una «catástrofe generacional».
«La función de la escuela como ámbito fundamental de socialización y de espacio de crecimiento es irremplazable».