El pintor holandés Rembrandt Harmenszoon van Rijn es conocido por sus retratos, autorretratos e ilustraciones de escenas bíblicas.
Sin embargo, su vida artística incluye una faceta poco conocida, inspirada en otra cultura distinta a la suya.
Durante la época en que vivió Rembrandt, entre 1606 y 1669, los holandeses ya tenían establecido un sólido comercio de intercambio con la ciudad de Surat, en la región de la India dominada por el imperio mogol.
Esa ruta comercial no solo sirvió para la importación de productos desde esa parte de Asia sino también para dar a conocer la civilización que existía en esa parte del mundo.
Ese puente abierto por este intercambio comercial permitió a Rembrandt tener acceso a un nuevo conocimiento sin salir de Ámsterdam. El pintor era un afamado coleccionista de objetos que utilizaba en la elaboración de sus obras.
“Nunca viajo por el mundo sino que el mundo vino a él, a Ámsterdam”, señala Stephanie Schrader, curadora del Museo J. Paul Getty, de Los Ángeles.
Esta colección incluyó armas y trajes de un hombre y una mujer del imperio mogol que sirvieron de base para su trabajo inspirado en la India.
En un periodo de cinco años, entre 1656 y 1661, Rembrandt se dedicó a copiar retratos basados en miniaturas traídas de ese país pero agregando su estilo personal.
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El resultado fue una colección de 23 obras que incluye retratos de emperadores, príncipes y cortesanos, inspirados en el imperio Mogol que dominaba gran parte de Asia en esa época.
Uno de ellos es el retrato de Shah Jahan, quien ordenó la construcción del Taj Mahal, y su hijo Dara Shikoh
“No son como cualquier otro dibujo de Rembrandt. Son más refinados, meticulosos, detallados. No son un simple boceto”, destaca Schrader.
De acuerdo con Schrader, Rembrandt también ponía énfasis en los dibujos y hacía correcciones hasta lograr que luciera como quería.
“Estos son estudios cuidadosos, considerados. No es el reflejo de él hacia la fantasía e imaginación de cosas en la forma en que piensa como se ve el mundo. Este era el respondiendo a un estudio cuidadoso”, señala Schrader.
Para la elaboración de sus dibujos, destaca Schrader, Rembrandt usó papel asiático, ya que ese material convertía sus trabajos en obras más costosas, que le permitía venderlos a coleccionistas pudientes.
Rembrandt no usaba colores en sus dibujos sino que utilizaba tinta marrón, con lavado en tiza gris, roja o marrón y acuarela opaca. Esos tonos pueden observarse en la mayoría de sus trabajos inspirados en la India.
Este cruce cultural al que tuvo acceso Rembrandt fue una pausa en su carrera como artista barroco de la pintura y el grabado. Esa inspiración se fue como llegó, rápida y sin razón aparente.
“Se detuvo y volvió a concentrarse en lo que mejor hacía”, señala Schrader. No volvió a incluir los trajes o el turbante o los retratos en algunas de sus pinturas. Fue un momento en una época en que este tipo de cruce cultural creativo ocurrió y luego desapareció”.
El resultado de este trabajo forma parte de una exhibición que puede apreciarse en el Museo J. Paul Getty, de Los Ángeles. “Rembrandt y la Inspiración de la India”, destaca el ingenio de Rembrandt para mostrar una cultura lejana sin haber puesto un pie fuera de su país.