Nueva York (AFP) – Una maqueta muy precisa de la villa paquistaní donde vivía Osama bin Laden, una foto de la camioneta todo terreno de uno de los principales mensajeros del jefe de Al Qaida, las dudas de Barack Obama antes de aprobar el ataque contra su casa: una exposición en Nueva York recorre los 10 años de caza del cerebro de los atentados más sangrientos de la historia, y celebra a su paso la tenacidad de los servicios de inteligencia estadounidenses.
Titulada «Revealed: The Hunt for Bin Laden» («Revelada: la caza de Bin Laden»), la exposición que se inaugura el viernes en el museo de los atentados del 11 de septiembre de 2001 explora las grandes etapas de la captura del hombre perseguido durante una década por los servicios de inteligencia de Estados Unidos.
Se culmina en la noche del 1 al 2 de mayo de 2011, con la operación «Gerónimo» y la eliminación del autor intelectual de los atentados que redujeron a cenizas al World Trade Center y mataron a casi 3.000 personas.
No hay revelaciones enormes en esta exposición, que durará hasta mayo de 2021. Sobre todo nada sobre eventuales colaboraciones entre las inteligencias paquistaní y estadounidense, fuentes de informaciones contradictorias.
Pero en unos 60 objetos -algunos incautados en la villa- y en decenas de fotos y videos, el visitante puede entrever el trabajo de hormiga de los servicios de inteligencia desde la partida sin dejar rastros del líder de Al Qaida de las montañas de Tora Bora, en Afganistán, a fines de 2001, hasta la identificación de su mensajero Abu Ahmed al Kuwaiti y de su Jeep en Peshawar, en 2010.
Fue éste quien llevó a los agentes estadounidenses hasta la ciudad de Abbottabad, a 80 km de Islamabad, y hasta la lujosa residencia de tres pisos, en cuyo interior un individuo marchaba regularmente 100 pasos, como un prisionero. Los estadounidenses lo bautizaron «El caminante», antes de alcanzar la casi certeza de que se trataba de Bin Laden.
La exposición privilegia la historia humana de esta operación, a través de múltiples entrevistas: de los altos responsables que autorizaron el ataque a los integrantes del comando Navy Seal (fuerzas especiales de la Marina estadounidense) que ingresaron en la villa, pasando por los agentes que relatan de manera anónima cómo comprendieron que para atrapar a Bin Laden había que seguir a las personas que podían ayudarle.
– «En primera fila de la historia» –
Las entrevistas reflejan «las reflexiones de las personas al mando» y los dilemas a resolver antes de decidir enviar un comando a atacar la residencia, subraya Alice Greenwald, presidenta del museo.
La exposición muestra «la dificultad de tomar decisiones», «la gravedad del fardo que éstas representan», dice. Escucharlas es «como estar en primera fila de la Historia».
Luego del 11 de septiembre de 2001, los servicios de inteligencia estadounidenses fueron criticados por sus rivalidades internas, que les impidieron compartir información crucial para desactivar los atentados. Pero salen glorificados en este relato, que celebra su unidad recuperada y su tenacidad.
Se puede observar sobre todo la gorra rota de uno de ellos, herido por esquirlas de una bomba lanzada por un doble agente en un encuentro en el cual los estadounidenses esperaban nuevas informaciones sobre Bin Laden.
O un cuadro de honor que durante largo tiempo estuvo colgado en la pared de la oficina del FBI en Afganistán, firmado por todos los agentes que llegaban a participar en la caza, y ahora conservado como un trofeo en Washington.
Pero en unos 60 objetos -algunos incautados en la villa- y en decenas de fotos y videos, el visitante puede entrever el trabajo de hormiga de los servicios de inteligencia desde la partida sin dejar rastros del líder de Al Qaida de las montañas de Tora Bora, en Afganistán, a fines de 2001, hasta la identificación de su mensajero Abu Ahmed al Kuwaiti y de su Jeep en Peshawar, en 2010.
Fue éste quien llevó a los agentes estadounidenses hasta la ciudad de Abbottabad, a 80 km de Islamabad, y hasta la lujosa residencia de tres pisos, en cuyo interior un individuo marchaba regularmente 100 pasos, como un prisionero. Los estadounidenses lo bautizaron «El caminante», antes de alcanzar la casi certeza de que se trataba de Bin Laden.
La exposición privilegia la historia humana de esta operación, a través de múltiples entrevistas: de los altos responsables que autorizaron el ataque a los integrantes del comando Navy Seal (fuerzas especiales de la Marina estadounidense) que ingresaron en la villa, pasando por los agentes que relatan de manera anónima cómo comprendieron que para atrapar a Bin Laden había que seguir a las personas que podían ayudarle.
– «En primera fila de la historia» –
Las entrevistas reflejan «las reflexiones de las personas al mando» y los dilemas a resolver antes de decidir enviar un comando a atacar la residencia, subraya Alice Greenwald, presidenta del museo.
La exposición muestra «la dificultad de tomar decisiones», «la gravedad del fardo que éstas representan», dice. Escucharlas es «como estar en primera fila de la Historia».
Luego del 11 de septiembre de 2001, los servicios de inteligencia estadounidenses fueron criticados por sus rivalidades internas, que les impidieron compartir información crucial para desactivar los atentados. Pero salen glorificados en este relato, que celebra su unidad recuperada y su tenacidad.
Se puede observar sobre todo la gorra rota de uno de ellos, herido por esquirlas de una bomba lanzada por un doble agente en un encuentro en el cual los estadounidenses esperaban nuevas informaciones sobre Bin Laden.
O un cuadro de honor que durante largo tiempo estuvo colgado en la pared de la oficina del FBI en Afganistán, firmado por todos los agentes que llegaban a participar en la caza, y ahora conservado como un trofeo en Washington.