Quito (AFP) – Por estos días, los muros de la capilla de la Virgen del Pilar en Quito son un esqueleto de piedra que aguarda pacientemente a que hábiles manos de restauradores terminen su trabajo, que fue suspendido por la pandemia.
La capilla, junto al altar mayor de la iglesia de San Francisco, de casi 500 años, escondía a nueve metros de altura una gran sorpresa: relicarios con pequeños huesos de santos y mártires.
«En esta restauración, la sorpresa más grande fue el caso de los huesos porque desde la posición en la que estamos (a nivel del piso) no se pueden distinguir», dice a la AFP la restauradora Vicky Flores.
Ella y sus compañeros volvieron a trabajar a mediados de junio, tras aligerarse el confinamiento impuesto en Ecuador por el brote del nuevo coronavirus.
Es la «primera vez» que restauradores intervienen el retablo de pan de oro de la capilla, cuenta a la AFP Raúl Codena, director del Instituto Metropolitano de Patrimonio (IMP), que invierte unos 500.000 dólares en las reparaciones en San Francisco y otras dos iglesias del casco colonial.
Los relicarios permanecen, por ahora, en un improvisado taller en el convento de San Francisco con otras piezas del enorme retablo, que fue desmontado en enero, cuando iniciaron los trabajos.
Las obras fueron suspendidas en marzo por la pandemia, que deja en Ecuador unos 63.000 casos, con 4.873 muertos.
Huesos y sandalias
Durante el retiro de las piezas, los restauradores hallaron relicarios con rostros angelicales, que en el pecho albergan fragmentos de huesos con etiquetas que dicen Catalina de Sena, Julia de Fal y Nabor.
Otros huesos, que parecen pedazos de cráneos y sin inscripciones, están en antebrazos con manos finamente tallados. En relicarios más grandes se descubrieron dos sandalias, una con una etiqueta que dice «Solano».
Flores explica que «la distribución de los huesos depende de la comunidad religiosa», en este caso los franciscanos.
Leonardo Zaldumbide, historiador y catedrático de la Universidad Católica de Ecuador, señala que «no es excepcional» hallar osamentas en los retablos.
Recuerda que años atrás en la iglesia de El Carmen Alto, en Quito, se encontraron restos de neonatos, algunos identificados, en una columna.
«En los retablos, en las columnas, en las junturas se han encontrado evidencias muy curiosas porque los templos representaban ese espacio de la presencia divina que de alguna manera se contagiaba, que podía ser transmitida», dice Zaldumbide.
Codena estima que hacia 2023, después de casi 20 años de intervenciones, el IMP terminará la restauración en toda la iglesia de San Francisco, conocida como el Escorial del Nuevo Mundo.
Este «es un trabajo de cirujano, bastante minucioso», señala.
Cubierta de hollín
El convento y la iglesia de San Francisco componen un imponente complejo arquitectónico, de cuatro hectáreas, que se empezó a construir en 1537, tres años después de la fundación española de Quito. Sus muros fueron cuna de la afamada escuela quiteña de arte colonial.
En ese templo también está la capilla de Jesús del Gran Poder, cuya imagen encabeza la principal procesión de Viernes Santo en Quito, Patrimonio Cultural de la Humanidad.
El humo de las velas que encienden los fieles y los grafitis en sus paredes ocasionaron un «deterioro bastante grande» en esa capilla, que fue acondicionada en la década de 1960 en el espacio donde antes estuvo una puerta de acceso a criptas.
Al retirar de las paredes el tizne y las inscripciones con agradecimientos y nombres de fieles que esperan milagros, los restauradores encontraron vestigios de una pintura mural antigua.
«Pensábamos que era solo una tela de fondo, pero atrás tenemos un paisaje», dice a la AFP Ramiro Pauta, arquitecto y restaurador.
Los trazos dejan ver unas flores, que quedarán exhibidas al público. Sin embargo, algunas de las capas de pintura que se han acumulado permanecerán sobre el mural.
«La intención no es dejar las (decoraciones) originales sino hacer un trabajo de conservación y de documentación arqueológica en cuanto a las etapas constructivas y decorativas», explica Pauta.
En la puerta que estaba en la capilla de Jesús del Gran Poder, bajo pintura café se hallaron decoraciones barrocas.
El trabajo es lento y meticuloso, por lo que avanzan apenas unos centímetros por día. Sin embargo, ya es posible apreciar detalles florales pintados por otras manos, cientos de años atrás.
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