Tigre (Argentina) (AFP) – Con el agua al cuello por la deuda, Argentina intenta apaciguar la emergencia que viven sus más de 10 millones de pobres a través de bonos alimentarios, control de precios y mercados populares. Pero estas estrategias parecen insuficientes ante los estragos de la recesión.
Con seis hijos y un esposo que solo consigue esporádicos trabajos informales en Benavides, en las afueras de Buenos Aires, María Benítez no siempre logra completar las comidas familiares.
Para esta afable y robusta ama de casa, comprar lo necesario en supermercados se ha vuelto «inalcanzable. Tienes que tener buena cantidad de plata».
Por eso no dudó en viajar a la cercana ciudad de Tigre, donde, después de hacer fila bajo el sol y con su último bebé de cuatro meses en brazos, consiguió una tarjeta gubernamental con la que comprará alimentos.
Emocionada, dice que buscará «fruta, verdura, carne y leche».
– «Emergencia» –
Cuando asumió la presidencia hace dos meses, Alberto Fernández, un peronista de centroizquierda, aseguró que se iba a concentrar en «los que menos tienen».
Argentina está en recesión desde mediados de 2018, con una pobreza del 35,4% al primer semestre de 2019, la última cifra oficial disponible, y una inflación de más del 50% anual.
El mandatario congeló los precios de la gasolina y servicios públicos e implementó un control de precios de ciertos productos de almacén, acompañado de una aplicación de celular para ubicar comercios participantes y verificar precios escaneando códigos de barra.
También comenzó la entrega de 1,4 millones de tarjetas alimentarias como la que obtuvo la señora Benítez.
Esas tarjetas, con un monto de hasta 6.000 pesos mensuales (unos 95 dólares) para comprar sólo alimentos, beneficiarán a más de dos millones de personas entre madres embarazadas y familias sin empleo formal con niños menores de seis años.
Es una medida «de emergencia», aseguró a la AFP el ministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo, adelantando que la estrategia, que representa un gasto de unos 7.000 millones de pesos mensuales (unos 110 millones de dólares), «va a durar todo este año y seguramente bastante más».
– «Justo a tiempo» –
Según Fernández, durante el gobierno del liberal Mauricio Macri (2015-2019), la venta de leche cayó un 30%. Y el consumo de carne vacuna, el alimento predilecto en Argentina, disminuyó un 9,5% en 2019 frente a 2018, de acuerdo con la Cámara del sector.
Para Fernando de la Fuente, un albañil de 28 años sin trabajo fijo y con un hijo pequeño, la tarjeta alimentaria llegó «justo a tiempo».
«Es lo que más necesitamos… Leche, carne, pollo. Lo fundamental», dijo al recibir su tarjeta en un barrio popular de Lomas de Zamora, cerca de Buenos Aires.
– Sofocante deuda –
«El gobierno tiene un desafío muy grande: mejorar la actividad económica sin gastar (…) En esa encrucijada está», explicó Matías Rajnerman, economista jefe de la consultora Ecolatina.
Para el experto, la efectividad de las medidas de emergencia dependerá de una renegociación exitosa de la deuda, pues el gobierno necesita «un mayor margen para gastar» y generar «más credibilidad» en los mercados para disminuir la inflación.
Durante su reciente gira en Europa, Fernández expuso ante la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) los problemas de pobreza y hambre que enfrenta.
Al mismo tiempo, planteó su apremiante necesidad de renegociar unos 195.000 millones de dólares de deuda (57% del PIB) con bonistas y organismos bilaterales y multilaterales.
De ese monto, 44.000 millones corresponden a un crédito stand-by del Fondo Monetario Internacional, con el que entabló conversaciones y que ha considerado que las medidas del gobierno «van en la dirección de restaurar la estabilidad macroeconómica y proteger a los pobres».
– Aupar la economía –
Elizabeth Ortiz, estudiante y madre de dos niños, considera la tarjeta alimentaria como «un alivio, que ayudará muchísimo a toda la familia porque los precios están muy altos».
A la hora de comprar, le da igual si es feria popular o supermercado. «Voy donde estén mejor los precios», dice.
Bajo coloridas carpas y junto a los centros de distribución de tarjetas alimentarias, el gobierno instaló mercados populares donde se vende pan casero, verduras y miel orgánicas, pescado y hasta productos enlatados.
Es un intento de fomentar el consumo interno directamente con las pequeñas empresas y no únicamente en los grandes supermercados.
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Según el ministro Arroyo, esto reactivará la economía y creará empleos.
Pero para el economista Rajnerman, «en esta coyuntura es todo muy delicado. No sería lógico esperar una baja significativa de la pobreza» en los próximos meses.