La Habana (AFP) – La investigación de Mónica Baró sobre casos de intoxicación por plomo en La Habana le valió un premio latinoamericano de periodismo. Pero el sitio web donde escribe actualmente está bloqueado en Cuba, cuyo gobierno desconfía de los medios independientes.
Un maratón de dos años de trabajo en el terreno y seis meses para verificar los hechos precedió a la publicación de su artículo en el medio en línea Periodismo de Barrio.
«En un contexto mucho menos adverso, esa investigación se hubiera podido hacer, escribir y revisar en un año, pero en este es mucho más complicado todo», explica esta reportera de 31 años en el sofá de su apartamento en La Habana, que le sirve de oficina.
En 2016, tan pronto como escuchó hablar de los casos de saturnismo (intoxicación por plomo) en San Miguel del Padrón, Baró fue al encuentro de los habitantes de ese municipio del sureste de la capital. Muchos sentían temor y la información era escasa y confusa.
La mayoría de las fuentes oficiales declinaron abordar el tema. Para usar internet, debió conectarse a un wifi público por dos dólares la hora, arriesgándose a que la siguieran o le hicieran una advertencia los cuerpos de seguridad.
En esta isla, que Reporteros Sin Fronteras ubica en el puesto 168 entre 180 países en su escala de libertad de prensa, el periodismo independiente es ilegal, aunque tolerado a regañadientes.
La tenacidad de Baró, que ahora trabaja para El Estornudo, otro medio independiente, dio frutos. En octubre recibió en Bogotá el premio Gabo (Gabriel García Márquez), uno de los más importantes para periodistas en el continente.
– Visión «sesgada» –
Difundidos sólo en internet, los medios independientes cubanos brillan en el extranjero desde hace algunos años: en 2017 se otorgó un premio Gabo a El Estornudo; en 2018, un premio español de medio ambiente para Periodismo de Barrio, y en 2019, uno de periodismo en línea para El Toque.
Pero esta actividad genera urticaria. El 16 de enero, el director de un portal oficial de información publicó en internet una lista de 21 medios no oficiales, definidos como «plataformas para la restauración del capitalismo en Cuba».
Dos días después, muchos de estos sitios quedaron temporalmente inaccesibles en la isla. Algunos están bloqueados de forma permanente.
El gobierno los equipara con el periodismo de oposición que practican sitios gestionados generalmente desde Miami, y los acusa por igual de ser financiados por el gobierno estadounidense. La lista de los 21 no hacía distinciones.
«Los medios independientes no existen, ni en Cuba ni creo que en ninguna parte del mundo», asegura el periodista del semanario oficial Trabajadores Francisco Rodríguez, conocido como «Paquito» por el blog que administra desde hace una década, donde se define como «comunista y gay».
Son «medios dependientes (financieramente) del exterior», cuya «mirada está demasiado sesgada hacia los elementos críticos de la realidad cubana», dice Rodríguez.
Asumir esa posición, «es muy fácil (…) en una sociedad como la nuestra, con un bloqueo del gobierno de Estados Unidos (vigente desde 1962) y con múltiples dificultades económicas», dice.
– Tercer camino –
Nacidos en su mayoría bajo la distensión en las relaciones entre Cuba y Estados Unidos (2014-2016), e impulsados por la llegada de internet móvil a finales de 2018, estos nuevos medios buscan un tercer camino, menos ideologizado, entre la prensa del Estado y la opositora. Durante el histórico acercamiento trabajaron con mayor libertad.
Financiados por una fundación sueca, algunas embajadas europeas (Noruega y Países Bajos), una ONG británica y una radio holandesa, sus redacciones cuentan con una decena de jóvenes, graduados de las mismas facultades de periodismo que cursaron sus colegas de los medios del Estado. Pura elección.
Aunque dependen de fondos extranjeros, su salario es tres o cuatro veces superior a los de sus colegas, lo que les vale críticas, pero generalmente viven de forma modesta, trabajan en sus casas con recursos propios y sin ninguna certeza sobre el futuro de sus medios.
– Tirarle a todo –
El objetivo de estos medios es abordar cualquier tema siguiendo los estándares internacionales, y cubrir otros que no aparecen en la prensa estatal sobre medioambiente, violencia de género o bienestar animal.
Entre sus más recientes artículos figuran una investigación sobre el estado ruinoso de las viviendas en La Habana tras la muerte de tres niñas aplastadas por un balcón; un proyecto multimedia sobre «los rostros de la sequía» en Cuba, y un reportaje sobre los grandes proyectos hoteleros del país.
Según el académico cubano Abel Somohano, que prepara su tesis en México sobre el tema, estos medios muestran «una autonomía, digamos, saludable para hacer un periodismo responsable en el contexto de la isla, mas allá de que, efectivamente, la autonomía de un medio de prensa puede ser siempre relativa».
«Lo que están defendiendo es su posibilidad de expresar lo que no se ve en el discurso de la prensa oficial», apunta.
En una entrevista con Telesur en 2018, el presidente cubano Miguel Díaz-Canel deploró «la demasiada apología» de los medios del Estado, que no han sido «capaces tampoco de reflejar algunos temas».
Pero, en un clima de renovada tensión con Washington, donde las redes sociales son escenario de confrontación, la desconfianza hacia los nuevos medios se agudiza.
Ante cada reportaje la discreción es una regla de oro. «Si sales de La Habana, es muy fácil que los mecanismos que tiene la Seguridad del Estado funcionen a la perfección y te detectan», asegura José Jasán Nieves, de 32 años y redactor jefe de El Toque.
«Entras en un pueblo a reportear y terminas detenido o sacado del municipio», añade.
Según Baró, «cuentas solamente con la voluntad de una fuente de concederte información (…) porque de pronto le simpatizas, (o) tiene una visión de la información muy abierta, así excepcionalmente, porque eso no es usual en Cuba», donde la población teme hablar abiertamente con los medios no oficiales.
La presión es fuerte. Medio centenar de periodistas, blogueros y activistas opositores cubanos reclamaron recientemente en una carta abierta el «cese de la represión» y «el acoso» de las autoridades.
En el texto evocan «detenciones arbitrarias y encarcelamientos, allanamientos y registros de viviendas particulares, confiscación y ocupación de equipos», así como el «cerco de domicilios para impedir la cobertura de noticias», como sucedió con una decena de ellos el 10 de diciembre, Día Internacional de los Derechos Humanos.
«Cuba Posible», que era el blog más importante de los intelectuales independientes de Cuba, cerró en 2019, después de denunciar presiones que socavaron su red de colaboradores y cortaron el acceso a financiación.
– «Plaza sitiada» –
«En un contexto en que la agresividad norteamericana aumenta, aumenta y aumenta, se vuelve a la mentalidad de plaza sitiada», dice Nieves. Lo demuestran las recientes detenciones del disidente José Daniel Ferrer y del periodista Roberto Quiñones, del medio opositor Cubanet.
Esta vuelta de tuercas contra la oposición convierte al periodismo independiente una «víctima colateral», se lamenta el redactor jefe de El Toque.
Para el Estado, «un periodista independiente de un medio alternativo es igual a un opositor político y por tanto les aplican las mismas herramientas de control», explica.
Maykel González, de 36 años y director de Tremenda Nota, fue arrestado tres veces en los últimos años. Este periodista recibe con frecuencia llamados de la Seguridad del Estado y sufre presiones y amenazas en línea.
A comienzos de diciembre se preparaba para viajar a Europa, pero se enteró de que tenía prohibido salir del país.
«Para ellos somos contrarrevolucionarios», advierte González. «Algunos días, cuando me levanto, me siento muy desanimado», comenta, y habla de un amigo que eligió trabajar para un medio estatal para «tener una vida tranquila».
Algunos de sus colegas abandonaron la batalla o la isla. Actualmente «sí hay más temor, y hay más periodistas (independientes) que han salido» del país, confirma Baró.
«Pienso todo el tiempo si me voy, si me canso. Para mí sería sencillo irme a contar historias en otro lugar».