Managua (AFP) – Las relaciones entre el gobierno y la iglesia católica en Nicaragua pasan el peor momento de las últimos dos décadas tras acusaciones del presidente Daniel Ortega de «golpistas» a los obipos, en medio de una crisis que deja más de 300 muertos.
«Evidentemente, las relaciones entre la iglesia y el gobierno andan muy tensas, sobre todo después de las acusaciones lanzadas por Ortega el 19 de julio y las justas denuncias de los obispos de sus atropellos», dijo a la AFP el teólogo católico José Arguello.
La Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN) propuso una agenda para democratizar el país que incluye adelantar las elecciones para marzo de 2019 como una salida a la crisis y a la violencia, que en tres meses deja más de 300 muertos, unos 2.000 heridos y la economía en caída libre.
La propuesta surgió como parte de su papel de mediador en el diálogo entre el gobierno y sus opositores, en busca de una solución a la crisis.
«Yo pensaba que eran mediadores pero no, estaban comprometidos con los golpistas (opositores)», dijo Ortega en uno de sus ataques más duros contra la iglesia.
El mandatario de 72 años afronta la peor crisis desde que volvió al gobierno en 2007, por una oleada de protestas que iniciaron contra una reforma a la seguridad social y que han derivado en una demanda para su salida del poder.
En Nicaragua, la población de creyentes católicos se estima en un 58%, de un total de 6,5 millones de habitantes, según datos del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC).
– Pasado incómodo –
«Durante la Revolución Sandinista (1979-1990) se dieron situaciones tensas, agresiones verbales, expulsión de curas y un obispo, campañas mediáticas, ultrajes personales a sacerdotes, pero nunca se había visto que se disparara a mansalva contra una iglesia llena de gente indefensa», dijo Arguello.
El especialista se refirió al ataque de paramilitares a la parrroquia Jesús de la Divina Misericordia en Managua el 14 de julio, cuando allí se refugiaron decenas de estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma (UNAN), un hechos que dejó un saldo de dos muertos.
El cardenal Leopoldo Brenes, presidente de la CEN, valoró que «esta experiencia no es nueva. Es lastimosa», tras recordar lo vivido por la iglesia en la década de 1980, cuando él comenzaba su ejercicio eclesial hace 44 años.
Esa acusación de Ortega de que los obispos son golpistas «no tiene sentido» porque «ninguno de los obispos quiere el poder ni pertenece a ningún partido», dijo Brenes a la AFP, tras considerar que las elecciones adelantadas son una salida constitucional a la crisis.
El religioso cree que el diálogo es el único camino para resolver el conflicto aunque el proceso es lento. «Si no hubiese diálogo habría más muertos», aseguró.
«La gotita de agua no rompe la piedra por la fuerza, siempre es dura la piedra y siempre habrá tensiones» manifestó el religioso de 69 años en su casa del barrio de Altagracia, donde reside.
– Misionero bajo balas –
Durante el conflicto, los obispos y sacerdotes recorren las barricadas bajo las balas y el estruendo de morteros para ayudar a personas heridas o atrapadas y ponerlas a salvo de la violencia.
El repique de campanas de las iglesias -usualmente para llamar a servicios religiosos- se convirtió en señal de alerta a los parroquianos para ponerse a resguardo ante inminentes ataques, saqueos e incendios en ciudades que se rebelaron contra Ortega.
En tres meses de conflicto el clero ha servido como escudo humano para pobladores y manifestantes. Algunos obispos se movilizan con su atuendo eclesial en motocicleta para acudir al llamado de pobladores en plenas operaciones de fuerzas conjuntas de la policía y paramilitares para quitar los bloqueos de las vías.
El obispo auxiliar de Managua, Silvio Báez, manifestó que «nos pueden calumniar, nos pueden perseguir, pero no podemos renunciar a la misericordia (…) No podemos dejar de dar refugio a quien está en peligro de perder la vida».
La reacción del gobierno es porque cuando la iglesia defiende a la población «se vuelve peligrosa», opinó Báez.
– Demonios y exorcismo –
En un ambiente exacerbado desde el gobierno, la esposa de Ortega y vicepresidenta Rosario Murillo emplea un lenguaje plagado de términos como «la oscuridad», «demonios», «malignos» y «satánicos» para referirse a sus opositores.
En tanto, la iglesia convocó la semana pasada a una jornada de ayuno y de «exorcismo» como una expulsión simbólica de todo mal del país, lo que fue ampliamente criticado por Ortega, que les conminó a exorcizar a «otros demonios», en alusión a los opositores.
«Eso del exorcismo ha hecho tanta bulla, pero es una oración que mucha gente reza», explicó Brenes.
«La exacerbación de ánimos lleva a la demonización mutua», comentó Arguello, tras considerar que Nicaragua requiere «un poco de sensatez, calmar los ánimos y emprender otra vez la ruta del respeto a la vida y los derechos humanos».