Buenos Aires (AFP) – «Dibujo porque hablo mal», confesó alguna vez. Aquel complejo como orador empujó al argentino Joaquín Salvador Lavado, «Quino», a recurrir al dibujo, del que nació su mejor portavoz, Mafalda, la niña irreverente que llevó su palabra a todo el mundo.
Este hijo de andaluces nacido al pie de los Andes, en Mendoza (oeste), el 17 de julio de 1932, y que murió este miércoles a los 88 años, descubrió en forma precoz que un lápiz puede ser un arma creativa, tan celebrada como temida.
«Se murió Quino. Toda la gente buena en el país y en el mundo, lo llorará», anunció en Twitter su editor Daniel Divinsky, director de Ediciones de la Flor.
Y ya lo están llorando. #Quino es tendencia en Twitter argentina con una avalancha de mensajes de despedida.
«Un lápiz es algo maravilloso»
«A los tres años dibujé a mi tío. Descubrí que de algo tan simple como un lápiz podían salir personas, caballos, trenes, montañas… Un lápiz es algo maravilloso», aseguraba Quino.
A los 13 años ingresó al colegio de Bellas Artes en Mendoza, pero pronto se sintió «cansado de dibujar ánforas y yesos» y volcó su genio en la historieta y el humor.
«Hablando se arriesga uno a decir cosas equivocadas sobre el bien y el mal», explicaba para justificar su parquedad de palabras.
Crítico despiadado de su trabajo, se definía como un pésimo dibujante.
«Dibujaba muy mal… Cometí un gran error», sostuvo alguna vez quien dijo haber aprendido el oficio «sudando tinta».
Con apenas 18 años publicó su primera viñeta en Buenos Aires, pero no fue sino hasta los 30 cuando del trazo de su lápiz nació Mafalda, la niña que odia la sopa, concebida por encargo para una publicidad de electrodomésticos en 1963.
«Es una niña que intenta resolver el dilema de quiénes son los buenos y quiénes los malos en este mundo», según la definía su creador.
La campaña nunca vio la luz y Mafalda «durmió» en una carpeta hasta 1964 cuando se publicó en el semanario Primera Plana de Buenos Aires por impulso de la esposa de Quino, Alicia Colombo, su inseparable compañera por más de medio siglo.
«Mi mujer ha sido la clave para que Mafalda sea conocida», había dicho al dedicarle a Alicia el premio Príncipe de Asturias en 2014.
Colombo, con quien Quino no tuvo hijos, había fallecido en 2017.
Mafalda, sin privilegios
Aunque nunca renegó de la fama mundial que le trajo Mafalda, Quino siempre la consideró un dibujo más.
Con el mismo desapego un día de 1973, en el apogeo de su celebridad, dejó de dibujarla, simplemente porque consideró que «se repetía».
«Nunca la quise más que a mis otros dibujos», dijo sobre la niña que hizo reír a generaciones.
Humilde y de inefable franqueza Quino se consideraba a sí mismo como un hombre «introvertido y ‘patadura’ para el baile, como todos los humoristas».
Aquejado por problemas de vista y con dificultad para desplazarse, en 2006 dejó de dibujar.
Lo que más lamentaba era que su mala visión le impidiera disfrutar de su otra pasión: el cine.
«La última vez que fui la pasé muy mal», confesó en 2014.
Sus últimos años los pasó repartiendo veranos entre Argentina y España, porque le disgustaba el invierno.
Como Mafalda, Quino fue un declarado amante de la libertad, aunque sufrió la censura desde sus primeros trazos.
«En Argentina debí autocensurarme porque cuando empecé a dibujar en Buenos Aires me dijeron claramente ‘nada de militares, nada de religión, nada de sexo’. Y entonces, yo hablaba de todo eso pero de otra manera», rememoró alguna vez.
Cuando Mafalda llegó a España, durante la dictadura franquista, «salía con una banda que decía ‘sólo para adultos’ y también fue censurada en Bolivia, Chile y Brasil», recordó alguna vez.
Tras el golpe de Estado en 1976 en Argentina, se marchó primero a Italia y luego a España, su segundo hogar.
En el sinfín de distinciones que recibió a lo largo de su vida destaca la Legión de Honor de Francia y el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, ambos en 2014, en coincidencia con los 50 años de su criatura más famosa.
En esa ocasión el jurado destacó que «los lúcidos mensajes de Quino siguen vigentes por haber combinado con sabiduría la simplicidad del trazo del dibujo con la profundidad de su pensamiento».
Una de las última veces que se le vio en público fue en enero de 2015 en un acto en Buenos Aires para repudiar el atentado contra el semanario satírico francés ‘Charlie Hebdo’.
Allí fueron asesinadas 12 personas, entre estas cinco colegas, algunos de los cuales solían compartir con él mesas de café en París.
«Mafalda hubiera tenido una terrible pena por el atentado», dijo Quino que asistió en silla de ruedas y con un cartel con la leyenda: «Yo soy Charlie».