Caracas (AFP) – Nuevas sanciones, una denuncia por crímenes de lesa humanidad, amenazas de intervención armada. El cerco internacional sobre el gobierno de Nicolás Maduro se estrecha, pero ¿acelerará un desenlace de la crisis venezolana?
– Apretando la soga –
Washington sancionó la semana pasada a la primera dama Cilia Flores y a tres ministros, incluido Vladimir Padrino (Defensa), sumándolos a Maduro y decenas de funcionarios acusados de destruir la democracia, violar derechos humanos y narcotráfico.
Por las sanciones, Venezuela y su petrolera PDVSA no pueden transar deuda en Estados Unidos, lo que cerró el financiamiento en medio de la devastadora crisis del país con las mayores reservas de crudo.
«Estados Unidos y países de América Latina y la Unión Europea están coordinando e intensificando su presión», señaló Peter Hakim, de Diálogo Interamericano.
Maduro, reelegido hasta 2025, también enfrentó la semana pasada una descarga de presidentes en la Asamblea General de Naciones Unidas, donde denunciaron que su «dictadura» generó una crisis humanitaria.
El mandatario estadounidense, Donald Trump, amenazó incluso con una intervención militar para resolver la crisis que -según la ONU- expulsó a 1,9 millones de venezolanos desde 2015.
Además, cinco naciones latinoamericanas y Canadá -apoyadas por Francia- solicitaron a la Corte Penal Internacional investigar al gobierno socialista por crímenes de lesa humanidad, mientras el Consejo de Derechos Humanos de la ONU le pidió aceptar ayuda humanitaria.
– Medidas insuficientes –
A última hora, luego de que Trump abriera la puerta a un encuentro, Maduro viajó a la Asamblea General. Aunque buscaba probar que en Venezuela no hay crisis humanitaria, puso el acento en una reunión con su homólogo estadounidense que nunca se dio.
Al contrario, Trump advirtió que las «opciones más fuertes» están sobre la mesa.
«No creo que las medidas tomadas hasta ahora por la comunidad internacional obliguen a Maduro a retroceder y negociar. Está dispuesto a lo que sea para no abandonar el poder», dijo el internacionalista Mariano de Alba.
Maduro emprendió un plan para superar la recesión de cinco años y la hiperfinflación, pero según expertos mantiene el modelo intervencionista que redujo a la mitad la economía desde 2013.
El presidente atribuye la debacle a una «guerra económica» para derrocarlo.
«Es poco probable que la presión cambie la dinámica política y económica», a menos que se restrinjan las exportaciones petroleras, consideró Hakim.
Pero Washington y otros países temen el «efecto desastroso que esto podría tener en la población y las consecuencias para los mercados petroleros», añadió.
El crudo aporta 96% de los ingresos de Venezuela (una tercera parte proviene de Estados Unidos). La caída de la producción, de 3,2 a 1,4 millones de barriles diarios en una década, agravó la crisis.
– Quiebre, golpe, invasión… –
Como un guiño, Washington advierte que las sanciones podrían suspenderse si los afectados por ellas rectifican el rumbo.
«La comunidad internacional busca un quiebre en el régimen, sin esperanza de que Maduro corrija el rumbo», indicó De Alba.
Confrontado a un gran rechazo popular, el principal sostén de Maduro es la Fuerza Armada, con amplio poder y oficiales sancionados.
Trump dijo que Maduro podría ser «derrocado» si los militares quisieran. Días antes, The New York Times reveló que diplomáticos estadounidenses se reunieron con militares que tramaban un golpe -uno de ellos sancionado- sin concretar un apoyo.
Decenas de oficiales han sido encarcelados este año, incluido un general acusado de participar en un presunto atentando contra Maduro el 4 de agosto.
Washington «puede estar dispuesto a trabajar con militares disidentes, pero preferiría que Perú, Argentina, Colombia, etcétera, hagan el trabajo pesado» en el plano diplomático, opinó Paul Hare, exembajador británico en Cuba.
Una invasión es rechazada en Latinoamérica -con largo historial de intervenciones norteamericanas-, incluidos los países críticos de Maduro, que tiene como mayores aliados a China y Rusia.
«Parece lejana, aunque no puede descartarse», comentó De Alba.
El fantasma de una invasión alimenta la retórica antiimperialista y -según De Alba- «hace daño a lo interno» pues desestimula la presión social por un cambio.
– Aliado débil –
El cerco diplomático lidia con una oposición dividida y neutralizada por medidas que llevaron a dirigentes a la cárcel o el exilio.
Esas «fracturas y falta de consenso sobre el futuro harán que la recuperación del país» sea más difícil, prevé Hakim.
Según una encuesta de la Universidad Católica Andrés Bello, 75% de los venezolanos opina que el país está mal, pero menos de la mitad cree que la oposición puede ser un factor de cambio.
Aunque afirma que «no hay manera de predecir cómo terminará» Maduro, Hakim vislumbra escenarios como un golpe militar o un colapso económico que fuerce un cambio de gobierno.
Un golpe conduciría, «en el mejor de los casos, a nuevas elecciones», pero también podría desembocar en un largo «gobierno militar», advierte.