Punta Chame (Panamá) (AFP) – Melisa Campo llevó a su hijo a observar la liberación de tortugas recién nacidas en cautividad de Panamá, mientras, no lejos de esa playa, delegados de más de 180 países debaten sobre nuevas medidas de protección para las especies amenazadas.
«Vengo a traer a los niños a que vean la liberación de tortugas para que se vayan empapando en el asunto, ya que ellos son las futuras generaciones», dice Campo a la AFP al contemplar, junto a su pequeño de 10 años, los primeros pasos de unas 200 crías de tortuga en la arena de playa Chame.
Campo, vecina de la zona, espera que su hijo y los otros niños «aprendan sobre el cuidado y la protección de una especie que está en peligro de extinción».
Las tortugas son uno de los temas destacados de la conferencia sobre comercio internacional de especies amenazadas, que se desarrolla hasta el 25 de noviembre en la capital panameña.
Ciudad de Panamá está situada a 43 kilómetros en línea recta por el mar de esta playa de arena blanca, a la que llegan a desovar cada año miles de tortugas golfinas (Lepidochelys olivacea).
A la COP19 de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES) asisten delegados de más de 180 países y expertos en conservación, quienes debaten 52 propuestas para modificar los niveles de protección, incluidos los de algunas tortugas.
«Muchas amenazas» –
El pueblo de Punta Chame, que no tiene más de 500 habitantes, está en una delgada península en el océano Pacífico, desde la cual se aprecian los rascacielos de Ciudad de Panamá.
De noche, las luces de los edificios y autopistas de la moderna capital deslumbran a quienes caminan por esta playa tropical, donde los termómetros casi nunca marca menos de 25 grados Celsius.
La lucha contra el tráfico de carne y huevos de tortugas en Punta Chame la lleva adelante, casi solitariamente, Jorge Padilla, de la ONG Fundación Tortuguías, quien recorre día y noche la playa para ahuyentar a las personas que ponen en riesgo la supervivencia de estos animales.
«Las amenazas con las que cuentan las tortugas marinas, tanto en el Pacífico como en el Caribe, son muchas, la verdad», dice a la AFP Padilla, encargado de un vivero de playa Chame donde entre julio y febrero nacen diariamente cientos de crías de tortuga.
Este guía turístico de 25 años y algunos voluntarios del pueblo recogen los huevos recién puestos por las tortugas y luego los entierran ordenadamente en un vivero enrejado en la misma playa, un poco más lejos de la orilla.
Al cabo de 45 días, nacen las tortugas. Una o dos horas después, Padilla las saca del vivero en una bandeja, las libera en la arena y éstas se meten al mar por primera vez. Las hembras volverán a desovar a esta misma playa dentro de 18 o 20 años.
«No son afrodisiacos» –
En el pueblo es un secreto a voces que hay vecinos que se dedican a la vender huevos de tortuga -parecidos a pelotas de pimpón-, que recolectan en las playas, una actividad ilegal en Panamá.
Ofrecen los huevos casa por casa a 75 centavos o a un dólar, dice Padilla, quien indica que tienen alta demanda por la popular creencia de que su consumo eleva el desempeño sexual de los hombres.
«Los huevos no te sirven, no son afrodisíacos», afirma sin embargo Padilla. «Normalmente las personas dicen, sobre todo los hombres, que al comer huevos de tortugas van a tener un mayor placer sexual», pero no es cierto, agrega.
Melisa Campo prefiere no hablar del tráfico de huevos en su pueblo, pero admite que «se conoce de personas que vienen a merodear a la playa, a hurtar los huevos de tortugas para comercialización ilegal de ellos».
Los huevos y las crías de tortuga también son depredados por animales, como perros abandonados y águilas arpías.
Padilla ahuyenta a los perros abandonados, pero no a las águilas, porque éstas son depredadores naturales de tortugas, lo que es parte del equilibrio ecológico.