ANAHEIM, California — Según nuevas guías para práctica clínica redactadas por científicos y médicos, el riesgo de infartos, de ataques cerebrales y de muertes se puede reducir en adultos mayores de 65 años con presión arterial alta si se les da el mismo tratamiento que reciben personas más jóvenes – es decir, que tengan una presión sistólica de menos de 130.
Conforme a las guías emitidas el lunes por la American Heart Association, se considera ahora que la mayoría de adultos con una medición de 130 en el número superior (presión sistólica) u 80 en el número superior (presión diastólica) tiene la presión alta. El estándar de tratamiento anterior era de una presión sistólica de 140 para personas de menos de 65 años y de 150 para personas de más edad.
El tratamiento de personas de tercera edad con presión arterial alta se complica por el hecho de que, en general, la presión arterial aumenta con la edad entonces más personas de edades avanzadas presentan dicha condición. En los últimos años, varios grupos han debatido si en personas de tercera edad, las metas más bajas para la presión arterial son efectivas o incluso seguras para ellos.
A algunos médicos les preocupaba que, en personas mayores, los niveles más bajos aumentan las caídas en esa población. Una guía del Colegio Americano de Médicos y la Academia Americana de Médicos de Familia sugiere que para pacientes de más de 60 años, el estándar debe ser de menos de 150/90.
Pero Jeff Williamson, M.D., jefe de medicina geriátrica y gerontología de la Universidad de Wake Forest, dijo que una serie de estudios recientes ha demostrado los beneficios de lograr números mucho más bajos para adultos que pueden movilizarse por sí solos y que no viven en una residencia sanitaria.
“Sabemos que hay muchas personas en sus setenta y ochenta años que son más sanos que personas de sesenta y algo, y esas guías los ponen en riesgo de sufrir complicaciones que podrían conllevar a su discapacidad”, dijo Williamson, uno de los 21 miembros que integraron el comité de redacción de las guías nuevas.
“Uno no debe fundamentar sus decisiones terapéuticas en la edad. Se deben basar en el estado [médico] de su paciente. No debemos negarles cuidados fundamentados en evidencia simplemente por la edad que tienen”.
Un ensayo clínico patrocinado por los Institutos Nacionales de la Salud, llamado Systolic Blood Pressure Intervention Trial (SPRINT, por sus siglas en inglés), estudió a personas de más de 50 años de edad que tenían presión arterial alta y por lo menos un factor de riesgo adicional que conlleva a enfermedad del corazón.
Según los hallazgos del estudio, el uso de medicinas para disminuir a 120 la presión arterial sistólica, el número superior de la medición, reducía en por lo menos un tercio la tasa combinada de sufrir un infarto, síndrome agudo coronario, insuficiencia cardíaca o ataque cerebral. Reducía las muertes por cualquier causa en casi un cuarto, a comparación con reducir la presión arterial a menos de 140.
En un análisis de los resultados del ensayo de SPRINT de personas de más de 75 años, los investigadores determinaron que la reducción de la presión arterial a menos de 120, en lugar de 140, también resultó en tasas mucho más bajas de mortalidad y de “eventos cardiovasculares”. Lo mismo ocurrió con personas de menos edad. Ya que más personas de edad avanzada sufren estas complicaciones, menos de ellas requieren tratamiento para evitar estos efectos negativos de la presión arterial alta.
Según las guías nuevas, por “su alta prevalencia en personas de tercera edad”, la hipertensión es la causa principal de muertes prevenibles. “Pero, quizás de aún más importancia, es que se subestima el papel de la hipertensión como factor contribuyente significativo a condiciones que conllevan a discapacidad prematura y a internaciones para cuidados a largo plazo”.
Las guías reconocen que el tratamiento de pacientes de tercera edad con presión arterial alta es “un desafío” porque esas personas tienen otros problemas de salud y toman otros medicamentos que pueden interferir con el tratamiento de la presión arterial.
Pero ya que entre personas mayores se encuentra condiciones más complejas y variables, Williamson dijo que “la colaboración entre el personal clínico, el proveedor y el paciente es aún más importante, que exista comunicación, para que puedan logar el mayor funcionamiento con el menor riesgo posible”.
Por este motivo las guías animan a los pacientes mayores y a sus proveedores de servicios de salud a que colaboren para tratar la presión arterial elevada. Además, para pacientes que viven en residencias sanitarias y aquellos con enfermedades avanzadas y una expectativa de vida limitada debido a enfermedades como la de Alzheimer’s y el cáncer, las guías no recomiendan una meta específica para la presión arterial.
Es necesario tomar en cuenta más que solo el corazón. El ayudar al sistema cardiovascular puede también impactar la salud cerebral.
En la lista de recomendaciones que emitió el año pasado el Instituto de Medicina para mantener el cerebro saludable, el control de la hipertensión y otros factores de riesgo de enfermedad cardiovascular figuró entre las sugerencias más sobresalientes. Y un informe de la AHA emitido en otoño del año pasado, que fue el resultado de un análisis de varios estudios, dijo que la presión arterial alta está vinculada con la pérdida de función cerebral en la edad mayor.
El informe, que se publicó en Hypertension, la revista científica de la AHA, explica cómo la presión arterial alta influye sobre enfermedades cerebrales como el ataque cerebral, enfermedad de Alzheimer’s y la capacidad cognitiva vascular – que incluye una variedad de cambios en la función cerebral a raíz de la reducción del riego sanguíneo en el cerebro.
Pero los investigadores que participaron en el informe dijeron que era necesario realizar ensayos clínicos para mostrar una relación directa de causa y efecto. El tema ha cobrado urgencia ya que se proyecta que para el año 2050triplicarán los casos de demencia, que actualmente afecta de 30 y 40 millones de personas a nivel mundial.
Los peritos esperan que un estudio llamado SPRINT-MIND, en el que participa Williamson, provea información útil.
El ensayo clínico estudia si la reducción a una meta más ambiciosa de 120 para la presión arterial alta, ayuda a retrasar el desarrollo del Alzheimer’s y otros tipos de demencia. Deben tener los resultados para finales de 2018.