Montevideo (AFP) – «Sabía que iba a ser divertido, pero no pensé que tan divertido», dice el escritor argentino Hernán Casciari a AFP sobre el novedoso sistema de producción que ideó para «La uruguaya«, la película financiada por casi 2.000 socios que también participan en el proceso creativo del filme, una forma revolucionaria de hacer cine.
Allí, entre decenas de técnicos, luces, cámaras y gritos de ¡acción!, una joven apura sonriente con un «¡dale, mamá!» a otra mujer que conversa distraída con un grupo de personas.
Siguiendo indicaciones de la asistente de dirección, caminan por el lobby del lujoso alojamiento cual turistas, una y otra vez. Un monitor las muestra al fondo de la escena centrada en el actor protagónico.
Ambas integran el grupo de 1.963 «socios productores» que pusieron entre 100 y 20.000 dólares en la cinta con el incentivo de invertir en un negocio que puede darles dividendos pero, sobre todo, de tener voz y voto en decisiones de guión, casting o comercialización del producto final. Y también, claro, de aparecer como extras.
El resultado es un proyecto cinematográfico argentino-uruguayo que lleva el micromecenazgo, también conocido como «crowdfunding», a un nivel nunca antes visto.
Sin subsidios –
El filme, una adaptación del libro «La uruguaya» (2016), de Pedro Mairal, versa sobre Lucas, un escritor argentino de mediana edad que viaja a Montevideo para cobrar un dinero. Previo a su llegada, pacta un encuentro con Magalí, una joven uruguaya a quien conoce de un viaje anterior y a cuyo recuerdo se aferra en medio de conflictos por su matrimonio y frustraciones profesionales.
Cuando Casciari leyó la novela, meses antes de que se convirtiera en un éxito de ventas traducido a varios idiomas, no dudó en comprar los derechos para llevarla a la pantalla grande mediante un sistema colaborativo que tenía en mente desde hace años.
Para conseguir financiamiento, puso en venta 6.000 bonos de 100 dólares bajo la condición de que nadie pudiera comprar más de 200. A cambio, todas las ganancias de la cinta serían repartidas en forma proporcional entre los socios-productores, quienes además podrían participar en debates para decidir sobre diferentes aspectos de la película.
«En dos meses logramos recaudar los 600.000 dólares» necesarios para comenzar a filmar sin solicitar subsidios, patrocinadores o pautas publicitarias, dice a AFP Joaquín Marqués, uno de los coproductores de la cinta.
La autogestión no es nueva para Casciari, quien dirige desde hace una década la revista de periodismo cultural Orsai, un proyecto que también elude los canales tradicionales al prescindir de toda publicidad y evitar intermediarios para llegar a manos del lector.
Aprendizaje –
«Me pareció muy interesante el experimento. No creí que iba a ser así, pensé que iba a haber más trabas» por la cantidad de cabezas involucradas, admite a la AFP la directora de la película, Ana García Blaya.
Para esta realizadora, autora de «Las buenas intenciones» (2019), la gran diferencia en este proyecto es el costado «pedagógico» de tener que explicarle a esos cientos de socios productores ajenos al mundo del cine cómo funciona la cocina del séptimo arte.
También Casciari enfatiza el aprendizaje como uno de los puntos más motivantes. «Está siendo un viaje alucinante: gente metiéndose en reuniones privadas de cine, aprendiendo un montón sobre cómo se hace una película».
«Nunca más veré una película en Netflix diciendo a los cinco minutos ‘¿pero qué es esto?’, una cosa que hacía todo el tiempo. Estoy valorando lo que cuesta a nivel humano. Es casi un milagro que haya una película terminada en nuestros países, con nuestros presupuestos», agrega en referencia al cine de autor latinoamericano.
Los socios productores cuentan con una aplicación para votar en distintas instancias. Por ejemplo, allí decidieron que la pareja protagónica fuera encarnada por actores de bajo perfil: Sebastián Arzeno y Fiorella Bottaioli.
Como la transparencia es parte vital del proceso, cada semana se publica el podcast «La uruguaya» en distintas plataformas, con todas las novedades sobre la producción de la película, cuyo lanzamiento se prevé para marzo de 2022.
Junto a su socio Christian Basilis, Casciari ya encaminó el segundo proyecto audiovisual bajo la misma modalidad: una miniserie de seis capítulos, cuyo proceso de financiación a través de la venta de bonos comenzó hace un mes y medio.
El escritor adelanta que todo va viento en popa. «Creo que vamos a superar el millón de dólares».