Medellín (Colombia) (AFP) – La pandemia amordazó a los movimientos sociales. Pero una nueva manera de protestar se propaga a través de las paredes de grandes ciudades de América Latina, donde artistas proyectan mensajes que refuerzan luego en redes sociales.
«Decidimos que era una bonita idea (…) no dejar que el coronavirus opaque cosas (…) Que si ya no podemos salir a la calle, pues que los muros nos sirvan un poco de imprenta», explica a la AFP Laura Mora, cineasta colombiana de 39 años.
Hasta las paredes de los edificios de Sao Paulo ha llegado el grito de guerra de los opositores del presidente brasileño, «Fora (fuera) Bolsonaro».
También, en las de las construcciones de Medellín, el desahogo de los que saludaron la detención del expresidente colombiano Álvaro Uribe el 4 de agosto: «Nadie está por encima de la ley».
La generación del coronavirus encontró sus propios medios de expresión.
Una noche de abril, Laura y su compañero músico Sergio Parsons, de 42 años, subieron a la terraza de su edificio en Medellín, decididos a romper la monotonía del confinamiento impuesto desde el 25 de marzo con un cineclub al aire libre.
Un vecino instaló un proyector. Pero «vino un ventarrón (…) y se cayó la pantalla, y nos dimos cuenta que teníamos este muro», dice, apuntando al edificio de enfrente.
El espíritu de protesta
Aunque son poco prácticos para una película, los muros son perfectos para proyectar «frases que tenían que ver con el momento de la cuarentena como ‘Todo está muy raro’ o ‘Salud pública para todos'», que el grupo redacta al momento.
«Salimos un poco inspirados por este espíritu que se (ha) visto con las marchas» de finales de 2019, agrega la realizadora que publica fotos de la instalación por internet. «Mucha gente me escribió, uno me dijo: yo tengo un proyector. ¡Unámonos!».
Domingo siguiente, los muros de diferentes barrios de Medellín (noroeste) se iluminaron de noche.
Hasta ese momento ni el artista callejero ni la ilustradora, el editor, el músico o el documentalista se conocían entre ellos. Hoy, con seis o siete proyectores, dan voz a las fachadas de la segunda ciudad colombiana.
Cada grupo idea frases e imágenes, y las comparte en un «chat» común. Las consignas coquetean con la filosofía, «No hay otro mundo. Hay simplemente otra manera de vivir»; también retoman reivindicaciones sociales como «Aborto legal ya» o denuncian la «narcodemocracia» en Colombia, primer productor mundial de cocaína y sacudido por la violencia que financia el tráfico ilegal.
De México a Chile
«Nos resultó muy interesante seguir gritando las cosas que había que decir», agrega Juan David Mesa, un productor de cine de 29 años, quien desde la Plaza de Bolívar apunta el proyector hacia los muros de la catedral de Medellín.
Mientras el país debió replegarse, esta nueva forma de protestar saltó las fronteras, ganando capitales y metrópolis por medio de las redes sociales.
«Nos empezamos a conectar con un colectivo de proyección en Sao Paulo, Brasil; otro en Chile, una chica en Uruguay (…). Ahora están proyectando también unas chicas en México (…) y ellas se mueven con un proyector móvil», se alegra Laura, quien sueña con adoptar el mismo método.
El movimiento sigue siendo tímido en Colombia. Apenas llegó a Bogotá por una politóloga que proyecta desde su balcón. Sin embargo, chocó con la hostilidad de un vecino que le pidió apagar el aparato.
Pero en general este ‘performance’ genera reacciones positivas o, en su defecto, indiferencia en las calles casi desiertas.
De las fachadas a las redes
Las personas «reciben reflejos, voltean, paran, leen, toman algunas fotos y ya después se voltean a ver de dónde viene la proyección (…) a veces se ríen o saludan», describe Maritza Sánchez, de 37 años y periodista de una radio alternativa.
Pero el éxito es sobre todo virtual. Laura abrió en Instagram la cuenta @lanuevabandadelaterraza, cuyo nombre proviene de una pandilla de los años 90. Estos artistas antiviolencia quisieron darle un nuevo sentido. En tres meses, sedujo a más de 6.500 usuarios.
Las proyecciones tienen lugar cada domingo, aunque hay excepciones según la actualidad, como cuando la justicia ordenó la detención domiciliaria del expresidente Uribe (2002-10) por una presunta manipulación de testigos contra un opositor.
Esa noche, la publicación de la proyección «Edición especial para este histórico 4 de agosto» fue saludada por más de mil «like»: sobre una fachada, un retrato del influyente líder de derecha con medio rostro descompuesto hasta el hueso.
Expuesta en el edificio vecino, la imagen llevaba la consigna: «Apoyemos a Uribe, pero contra los barrotes».
«Al ponerlo aquí, lo pueden ver los vecinos, pero luego las redes lo hacen permanente», se felicita Tatiana Ríos, diseñadora visual de 30 años y quien espera que el movimiento continúe tras el confinamiento.