Ciudad de Panamá (AFP) – Panamá y Colombia facilitarán el tránsito controlado por sus territorios de migrantes irregulares que buscan llegar a Estados Unidos, en un intento de atender y proteger del crimen organizado al aluvión de personas que, azotadas por la pandemia, buscan cruzar la inhóspita selva panameña.
El acuerdo, gracias al cual la semana próxima se establecerán una serie de cuotas, fue alcanzado este viernes tras una reunión entre delegaciones de ambos países en la localidad panameña de Nicanor, en la provincia selvática de Darién.
Tan solo en lo que va de año, 49.000 migrantes han cruzado la frontera entre Colombia y Panamá, la misma cantidad que los últimos cuatro años juntos, huyendo de la crisis generada por el covid-19, la pobreza y la violencia en sus países de origen.
En la reunión de este viernes participaron la vicepresidenta y canciller colombiana, Marta Lucía Ramírez, y la ministra de Relaciones Exteriores panameña, Érika Mouynes, además de ministros y altos funcionarios de seguridad.
El lunes, otra delegación panameña viajará a Colombia «para determinar un número, una cuota de migrantes» que puedan «ser recibidos de una manera segura y ordenada por el lado panameño», señaló Mouynes tras la reunión.
«Vamos a regularizar un contingente o una cantidad diaria de personas que preferiblemente se muevan por un solo sitio, que tengan un solo lugar de llegada a Panamá», agregó Ramírez.
Incluso, ambos países estudiarán posibles alternativas de transporte para evitar que los migrantes tengan que atravesar la temida selva del Darién.
«No queremos que estos migrantes tengan el riesgo de ahogarse ni pasar obviamente por el Darién, en donde sabemos que tienen tantos riesgos», dijo Ramírez.
Colombia y Panamá buscarán ahora en una próxima reunión regional que otros países, incluido Estados Unidos, se sumen a un acuerdo regional de cuotas que permita el paso controlado de los migrantes.
«Este es un proceso que involucra a muchos países», destacó Mouynes.
Evitar el crimen organizado –
El gran flujo de personas amenaza con desbordar los centros de atención que las autoridades panameñas han instalado para brindar atención a los migrantes tras su paso por la inhóspita y peligrosa selva del Darién, convertida en un auténtico corredor para la migración irregular.
Desde hace varias semanas, miles de migrantes, entre ellos menores de edad y mujeres embarazadas, aguardan en el puerto colombiano de Necoclí embarcaciones que los lleven hasta la frontera con Panamá para atravesar el Darién.
Este corredor selvático de 266 km entre Colombia y Panamá se ha convertido en paso obligado para la inmigración irregular que desde Sudamérica trata de llegar hasta México, Estados Unidos y Canadá.
Los migrantes cruzan la jungla, de 575.000 hectáreas, pese a que no hay vías de comunicación terrestres y deben enfrentar grupos criminales, ríos caudalosos y animales salvajes, como serpientes venenosas.
Ambos países acordaron también facilitar la cooperación policial y judicial para evitar que las redes criminales aprovechen la migración irregular para desarrollar sus actividades.
En los últimos años, entre los migrantes las autoridades panameñas han detectado a unas 60 personas con alerta de terrorismo.
«Nuestros dos países tienen un gran compromiso en lo humanitario, pero también son dos países que están expuestos a que todo este tráfico de personas vaya de la mano con el tráfico de drogas que ambos países queremos evitar», declaró Ramírez.
«De una vez por todas vamos, organizadamente y bilateralmente, a darle en la cabeza a estas organizaciones criminales que se están aprovechando de este fenómeno migratorio», afirmó el ministro panameño de Seguridad, Juan Pino.
«Ansias y necesidades» –
Según datos oficiales, desde hace una década más de 150.000 personas cruzaron el Darién.
Aunque la pandemia redujo mucho el tránsito, en 2021 se ha vuelto a disparar. Y en lo que va de año han cruzado la frontera 49.000 personas, en su gran mayoría haitianos y cubanos, aunque también hay asiáticos y africanos.
Los expertos alertan que antes de la pandemia los migrantes atravesaban Panamá durante la temporada seca (usualmente entre diciembre y abril) debido a que las condiciones climáticas hacen menos dificultoso cruzar la selva.
Pero ahora, desesperados por la pandemia, la pobreza y la violencia, realizan la travesía en cualquier época del año.
«Sabemos que la pandemia impactó de manera muy seria a toda la población» y eso se ha traducido en «ansias y necesidades» por «cumplir el sueño americano», afirma a la AFP Santiago Paz, Jefe de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) en Panamá.
Sin embargo, «no solo pueden ser víctimas de traficantes de personas, sino que pueden perder la vida» por las condiciones extremas de la ruta selvática, advierte.
La cubana Galianna García conoce bien esas condiciones difíciles tras pasar ocho días en el Darién.
«Nos robaron cinco hombres con pistola, apuntaron a mi hija en la cabeza y nos quitaron todo, ropa, dinero, pasaporte, todo nos lo quitaron. Fue bien difícil. En la selva dejamos una señora que se está muriendo», relató García a la AFP.