Guayaquil (Ecuador) (AFP) – Ecuador vivió una nueva masacre carcelaria que deja al menos 68 presos muertos y que elevó a más de 320 los fallecidos en 2021 por una guerra entre bandas vinculadas con el narcotráfico, que a sangre y fuego se disputan el poder dentro y fuera de las rejas.
Estas son las claves sobre la reciente matanza, tildada por el gobierno de «barbarie».
Superpoblación de 60%
La cárcel Guayas 1, la más importante del puerto de Guayaquil (suroeste ecuatoriano) con 8.500 internos y una sobrepoblación de 60%, volvió entre viernes y sábado a ser escenario de una matanza tras la del 28 de septiembre, que para entonces dejó un saldo de 119 reos muertos, entre ellos decapitados, desmembrados e incinerados.
Esa penitenciaría está repartida en doce pabellones, en los que están internados por separado miembros de por lo menos siete organizaciones criminales con nexos con cárteles internacionales del narcotráfico como los mexicanos de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación.
Desde la revuelta de septiembre, que se constituyó en la mayor masacre carcelaria de la historia de Ecuador y una de las peores de Latinoamérica, la violencia no ha parado en esa prisión. Con la reciente matanza de 68 reos, la cifra subió a 202 fallecidos.
Objetivo: masacre total
Esta semana continuaron los incidentes a bala, murió un reo, y otro preso y un guardia penitenciario resultados heridos en sendos casos. La Policía evitó el viernes el ingreso de cinco pistolas, dos fusiles y 27 bultos con municiones y explosivos a través de una reja que da hacia una calle.
El cabecilla de un grupo criminal fue liberado hace poco, lo que fue aprovechado por grupos rivales de tres bloques para atacar con armas y explosivos al pabellón 2, al cual accedieron rompiendo una serie de paredes.
«Pretendían doblegarlos, entrar a hacer una masacre total», dijo Pablo Arosemena, gobernador de la provincia del Guayas (cuya capital es Guayaquil).
«Pudimos constatar lo que estaba sucediendo: cruces de bala muy intensos (…), detonaciones, una situación de salvajismo», precisó.
Una prisión vulnerable
La Policía empleó gas lacrimógeno para «disuadir» a los atacantes y entró a la cárcel horas después de que se iniciara la arremetida por el alto riesgo que corría su personal, según autoridades.
Imágenes divulgadas por redes sociales muestran cadáveres ensangrentados y a reclusos prendiendo fuego a varios cuerpos.
Los atacantes quemaron colchones para crear «humos tóxicos, buscando intoxicar. No se limitaron en tratar de doblegar (…) ya sea ahogándolos o ya sea dinamitándolos o disparándoles», remarcó Arosemena.
El ataque se produjo en la noche y fue destruido el sistema de iluminación de la penitenciaria, donde han sido identificadas por lo menos siete organizaciones.
Disputa continua por el poder
La comandante de la Policía, general Tannya Varela, señaló que en ese reclusorio hay un «vacío» por la ausencia de cabecillas en varios pabellones que ha desatado una «disputa de poder y lucha por el liderazgo».
La reciente masacre «posiblemente pueda generar otras acciones», advirtió la oficial.
Las 65 prisiones ecuatorianas tienen capacidad para 30.000 personas, pero están ocupadas por 39.000, con una superpoblación del 30%.