Tumaco (Colombia) (AFP) – La gente hablaba de los llamados «Big Foot» sin haberlos visto. Concebidos en secreto en los manglares colombianos, los narcosubmarinos salen cargados con toneladas de droga desde el Océano Pacífico hacia América Central, Estados Unidos, o incluso cruzan el Atlántico hasta llegar a Europa.
Azules, grises, verdes pastel, estas embarcaciones rústicas evocan los grabados de la novela «Veinte mil leguas de viaje submarino», del francés Julio Verne.
Tras ser incautados, yacen sobre la marea baja, entre las raíces del manglar o en las playas de arena negra de la base naval Poseidón, la brigada antinarcóticos de la Armada de Colombia en Tumaco (Nariño, suroeste).
A pesar de su nombre popular y a diferencia del Nautilus ideado por Verne, estos narcosubmarinos no son aptos para las profundidades del océano, porque son más ligeros y construidos en fibra de vidrio.
Viajan «a ras de la superficie del agua, donde la superestructura que realmente sobresale en el mar es muy pequeña», lo que sumado a su color desvaído y baja radiación térmica hacen que sean difíciles de detectar por patrullas o radares, explica a la AFP el contralmirante Hernando Mattos Dager, comandante de Poseidón.
Conocida como «la perla del Pacífico» por la belleza de sus playas, pero carcomida por la guerra interna, Tumaco es un municipio portuario y estratégico para el narcotráfico que financia a los grupos armados: desde el cultivo de hoja de coca, pasando por la producción del clorhidrato de cocaína y la construcción de semisumergibles, hasta la exportación.
Limítrofe con Ecuador, el departamento de Nariño es el mayor cultivador de plantaciones ilegales en Colombia, con 41.903 hectáreas de las 169.000 sembradas en 2018, según la ONU. El país es el principal productor mundial de cocaína y Estados Unidos, el mayor consumidor de esta droga.
– La estratégica vía marítima –
«Los grandes volúmenes de cocaína se mueven marítimamente (…) Es mucho más fácil manejar una tonelada de cocaína en el mar que por avión, porque hay más controles de carga en los aeropuertos», continúa el contralmirante y precisa que el 80% del narcotráfico colombiano pasa por el Pacífico, mientras el 14% sale por el Caribe.
Los rumores sobre la existencia de los narcosubmarinos comenzaron en los noventa, pero no fue hasta 2006 que se interceptó el primero con 3,5 toneladas de cocaína frente a Costa Rica.
Los narcosubmarinos transportan más droga y recorren distancias más largas que las lanchas rápidas o «go fast», cargadas con entre 600 y 900 kilos.
Se fabrican en «astilleros artesanales» al abrigo de manglares laberínticos que ocupan el 80% del litoral Pacífico y permiten un acceso rápido al océano, según el coronel Nelson Ahumada, comandante de la brigada de Infantería de Marina N°4, encargada de la seguridad de la franja costera de Nariño y hasta 20 km tierra adentro.
Este tipo de vehículos se construye sobre plataformas armadas en los mismos manglares. Los residuos químicos van a parar al agua y provocan un grave daño ambiental, lamenta el oficial, haciendo hincapié en la dificultad de controlar una «telaraña de unos 1.500 riachuelos».
Con un costo de entre 250.000 y un millón de dólares, un narcosumergible puede tener una especie de fuselaje de diez a treinta metros de largo por unos tres de ancho.
Fabricados en menos de tres meses, los narcosubmarinos pueden transportar varias toneladas de cocaína: tres como el incautado en noviembre en España, cinco como el semisumergible interceptado en febrero en Panamá o incluso más.
En una cabina minúscula que a duras penas sobresale del oleaje, hay dos o cuatro miembros de la tripulación. Por lo general son pescadores y a menudo ecuatorianos reclutados justo antes de abordar.
En caso de un operativo policial, «abren las válvulas de fondo con el fin de que el agua pueda entrar y que la embarcación pueda irse a fondo, hundiendo la evidencia», para luego saltar, explica el capitán de corbeta Víctor Santos, comandante guardacostas.
Dependiendo del destino, el combustible y la droga -empacada en paquetes herméticos- los ocupantes se distribuyen en compartimientos más o menos espaciosos. Cuando se arrojan al mar, son rescatados por los uniformados.
– Narcos innovadores –
Algunos narcosubmarinos llegan a Centroamérica en dos o tres días. Los que van más lejos son abastecidos de agua, alimentos, gasolina o diésel por botes pesqueros en alta mar.
Los miembros de la tripulación pueden ganar hasta 50.000 dólares por una travesía larga. Por eso están dispuestos a cualquier riesgo, incluido el de ser arrastrados por las olas mientras salen a hacer sus necesidades sosteniéndose como pueden.
Los traficantes se asocian para financiar y cargar estas embarcaciones. La apuesta es rentable: «Un kilo de cocaína vale 30.000 dólares en las calles de Nueva York», subraya el comandante de Poseidón y agrega que 33 semisumergibles fueron interceptados en 2019, más de dos mensuales en promedio.
Recientemente también han estado transportando marihuana. «Podría corresponder a que algunos países, su consumo se ha vuelto autorizado. Esto ha abierto un mercado internacional interesante (…) teniendo en cuenta que la producción de la marihuana en Colombia es muy económica (…) a 100 dólares el kilo que se vende hasta 7.000 en Estados Unidos», agrega.
El año pasado se incautaron 433 toneladas de droga, el 54% por la Armada, de una producción estimada en 1.120 toneladas.
Para eludir los controles, a las lanchas, narcosubmarinos y «parásitos» -una suerte de torpedo fijado bajo los grandes navíos- se añadió «una nueva modalidad que es la carga boyada», equipada con un GPS, para poder soltarla y que otra embarcación la recupere, explica el capitán Santos.
«El narcotráfico es innovador, ¡no para!», dice decepcionado.