Northridge (California).- Durante más de cuarenta años, el Programa de Musicoterapia de la Universidad Estatal de California, Northridge (CSUN), ha estado al frente de la educación y práctica de la musicoterapia en Estados Unidos, utilizando la música como una herramienta poderosa para la sanación emocional y física.
Este programa, reconocido como uno de los diez mejores del país por Bestvalueschools.org, ha capacitado a generaciones de musicoterapeutas para usar la música más allá de su valor estético, enfocándose en su capacidad terapéutica.
Según Hilary Yip, actual directora del programa, la musicoterapia no solo consiste en escuchar música, sino en usarla activamente como vehículo para abordar habilidades y conductas no musicales, con el objetivo de mejorar el bienestar funcional de las personas.
«La música se convierte en una voz no verbal que expresa y procesa emociones profundas, facilitando la recuperación de nuestros pacientes», explica Yip.
La historia del programa se remonta a 1984, cuando fue fundado por Ron Borczon en el Departamento de Música del que ahora es el Mike Curb College of Arts, Media, and Communication.
Borczon, quien sigue siendo una figura eminente en el campo, comenzó a ganar atención nacional una década después, desarrollando protocolos de intervención para niños traumatizados por el terremoto de Northridge en 1994, y más tarde, para víctimas de los ataques del 11 de septiembre de 2001.
Estos protocolos incluyeron técnicas de percusión en grupo y cánticos diseñados para ayudar a las personas a expresar y procesar su dolor.
«Pienso en esto como darles a nuestros pacientes su propia voz a través de los instrumentos», dijo Borczon, destacando el impacto profundo que puede tener la música en aquellos que han perdido su capacidad de expresión verbal debido al trauma.
Los estudiantes del programa de CSUN deben demostrar competencia en guitarra, piano, voz y repertorio musical, además de completar cursos de música, psicología y ciencias. Un requisito crucial de su formación incluye 1.200 horas de práctica clínica, que culmina con una pasantía de seis meses en centros de musicoterapia por todo el país, desde Boston hasta Miami y Nueva York.
La diversidad de los lugares de práctica ha contribuido al reconocimiento del programa, permitiendo que la comunidad terapéutica observe de primera mano la calidad y la dedicación de los estudiantes de CSUN. Borczon cree que esta visibilidad ha sido fundamental para el crecimiento del programa y su reputación.
Además de trabajar con niños y adultos con condiciones como autismo, neurodivergencia, depresión y ansiedad, los estudiantes de CSUN han tenido la oportunidad de asistir a pacientes en cuidados paliativos y aquellos experimentando dolor severo. Incluso han llevado la musicoterapia a instituciones del sistema de justicia, proporcionando alivio y esperanza a quienes a menudo son olvidados por la sociedad.
Con la llegada de la pandemia de COVID-19, el programa demostró su capacidad de adaptación al implementar rápidamente un modelo de telesalud a través de Zoom para continuar atendiendo a sus pacientes, destacando la flexibilidad y la innovación que caracterizan a estos profesionales.
La colaboración con neurocientíficos ha proporcionado nuevas perspectivas sobre cómo la música afecta el cerebro, descubriendo que la actividad cerebral se intensifica notablemente no solo al escuchar, sino al participar activamente en la música. Esto subraya la base científica de la musicoterapia y su potencial como herramienta de rehabilitación.
Yip es optimista respecto al futuro del campo, especialmente en términos de diversidad y representación.
«He sido musicoterapeuta durante 13 años y estoy viendo un aumento en la diversidad entre los profesionales y nuestros clientes. Es emocionante ver a más estudiantes de diversas culturas interesados en la musicoterapia», concluye Yip, mirando hacia un futuro donde la musicoterapia continúa expandiendo sus horizontes y tocando más vidas que nunca.