Pongro (Camboya).- Los días de Hos Salop empezaban siempre muy temprano. Preparaba el desayuno para su marido y su nieto de tres años antes de trabajar en la explotación familiar en la aldea de Pongro, en el noroeste de Camboya.
Recogía hortalizas, daba de comer a las gallinas y a un cerdo, limpiaba la casa y dejaba a su nieto en la escuela, todo ello antes de dirigirse a su trabajo diurno a tiempo completo como funcionaria pública y miembro del consejo de la comuna de Ta Phou.
Pese a que este trabajo genera unos ingresos adicionales muy necesarios para su familia, su marido Day Deat, un pequeño agricultor, solía estar en contra de que ella lo ejerciera.
En las zonas rurales de Camboya, por tradición, resulta inapropiado que las mujeres trabajen fuera del hogar.
Estas normas sociales profundamente arraigadas dan lugar a la discriminación y la marginación de las mujeres rurales, limitando su acceso a la educación, los recursos, las oportunidades de empleo y la participación en los procesos de adopción de decisiones.
Trabajando en el consejo, Salop descubrió que podía mostrarse segura y asertiva, pero se sentía incapaz de hacerlo en casa. Ante la reprobación de su marido, prefería permanecer en silencio.
Aparte de las tensiones domésticas generadas por el empleo de ella fuera del hogar, Salop y Deat estaban acumulando enormes pérdidas en su explotación a causa de las inundaciones repentinas que devastaban sus cultivos una y otra vez.
En 2021, por ejemplo, gastaron aproximadamente 2 500 USD en cultivar yuca, pero no obtuvieron ningún rendimiento. Esta grave situación obligó a la pareja a reconsiderar sus opciones de subsistencia y buscar soluciones alternativas.
Formación para superar retos
En abril de 2022, Salop se apuntó a un curso de la escuela empresarial para agricultores con fines de empoderamiento de las mujeres impartido por la FAO en asociación con el Reino de Camboya y financiado por el Mecanismo de contribuciones voluntarias flexibles (MCVF) de la FAO.
“Los conocimientos que adquirí en el curso de la escuela empresarial me abrieron los ojos”, dijo Salop. “Antes, no sabía a qué riesgos se enfrentaba mi explotación, cómo obtener mayores ganancias, cómo planificar mejor ni cómo entender el mercado”.
Salop destacó además los beneficios que supuso la formación para su hogar.
“Se empodera a las mujeres para que compartan e intercambien opiniones con sus maridos, lo que favorece una mayor comprensión mutua y una mayor disposición a compartir tareas», dijo Salop.
«Este enfoque seguramente ha ayudado a reducir las tensiones dentro del hogar y la violencia doméstica, a la vez que permite aprender a cultivar o criar animales de forma más rentable.”
Desde 2021, la FAO y el Ministerio de Agricultura, Silvicultura y Pesca de Camboya han promovido conjuntamente una serie de cursos de formación de la escuela empresarial para agricultores con fines de empoderamiento de las mujeres, un enfoque innovador para fomentar la igualdad de género y el empoderamiento económico de las mujeres y los hombres rurales cuyos medios de vida dependen de la agricultura.
A través del curso de la escuela empresarial, las agricultoras y los agricultores se familiarizan con el análisis del mercado para saber qué cultivos plantar y, al mismo tiempo, tienen la oportunidad de hablar sobre los roles y los retos de género, de reflexionar críticamente sobre las causas profundas de la discriminación de género y de idear soluciones.
“Reconocemos que los agricultores no pueden alcanzar su máximo potencial en la agricultura a menos que se aborden las normas sociales», explicó Rebekah Bell, Representante de la FAO en Camboya.
«Por lo tanto, utilizamos este enfoque transformador de las cuestiones de género para que hombres y mujeres aborden conjuntamente las normas de género a través del diálogo familiar, al tiempo que fortalecemos las habilidades empresariales de los agricultores y mejoramos su capacidad para crear planes de negocios y analizar los mercados, algo esencial para el éxito de sus negocios agrícolas”.
Empoderada e inspirada
La formación aportó a Salop conocimientos, competencias y confianza.
Con este bagaje, analizó las tendencias de su explotación familiar y elaboró un plan de negocios para cinco años que luego presentó a su marido, recomendando pasar de la yuca a la cría de cerdos, una actividad orientada al mercado que conlleva un menor riesgo.
“No ganaremos nada si seguimos haciendo lo mismo que antes, porque habrá inundaciones y nuestro campo se inunda siempre”, recordó haberle dicho.
Hasta principios de este año, habría sido incapaz de comentar y planificar asuntos domésticos con su marido ni de señalar la parte desproporcionada del trabajo que recaía sobre sus hombros.
Sin embargo, después de participar en las actividades de la escuela empresarial, pudo desafiar estas normas y comunicarse mejor con él para hacerle cambiar sus expectativas.
Ambos acordaron centrarse en la cría de cerdos tras darse cuenta del potencial que tenían los productos porcinos en su comunidad. En consecuencia, aumentaron de uno a diez el número de cerdos que criaban.
Después del curso, Salop también fue capaz de explicar a su marido las ventajas de compartir las tareas de forma más equitativa.
“Tras hablar de nuestro plan, mi marido empezó a ayudarme a recolectar y limpiar hortalizas y a dar de comer a los cerdos por la mañana”, dijo Salop con una amplia sonrisa, señalando el cambio positivo en el comportamiento de él. También mantuvo su trabajo de funcionaria pública.
Actualmente, Salop se encuentra entre los 60 facilitadores provinciales y de agricultores de las provincias de Banteay Meanchey y Siem Reap que recibieron formación directamente de los cinco formadores principales del proyecto en el país.
De ellos se espera que transfieran las competencias adquiridas en el curso de la escuela empresarial a otros 600 agricultores en estas dos provincias.
“Estoy muy contenta con mi papel de facilitadora, trabajando para transferir a otros muchos aldeanos los conocimientos que adquirí gracias a la formación”, dijo Salop. “Ojalá todos los habitantes de las 11 aldeas de esta comuna pudieran hacer los cursos de la escuela empresarial.”
Dentro de la formación impartida por el curso, el proyecto financiado por el MCVF ha capacitado a 1 436 agricultores, el 57 % de ellos mujeres, y también está promoviendo la igualdad de género mediante el establecimiento de clubes Dimitra.
Estos facilitan el empoderamiento socioeconómico, el liderazgo de las mujeres y la autoayuda. Son grupos informales de mujeres, hombres y jóvenes rurales que se reúnen para debatir temas diversos, entre ellos el de las relaciones de género, y buscar soluciones.
En Camboya, la FAO, en colaboración con el Village Support Group, ha permitido que 1 307 personas formen 40 clubes Dimitra en 20 aldeas de las provincias de Banteay Meanchey y Siem Reap.