Almaty (Kazajstán).- A Aishagul Duganova, de 48 años, madre de tres hijos, se le iluminan los ojos cuando habla de su nuevo invernadero, que aporta una estabilidad antes inexistente en medio de los problemas de salud y dinero de su familia.
En la aldea de Koram, a unos 150 kilómetros al este de Almaty, en Kazajstán, la vida de Aishagul se ha visto marcada por la lesión debilitante de su marido y las graves enfermedades de sus suegros de avanzada edad.
Dado que su familia dependía totalmente de ella, Aishagul se hallaba atrapada entre los exigentes cuidados que los suyos requerían y la necesidad de ganar dinero; en estas condiciones, no le era posible aprovechar oportunidades de trabajo demasiado lejos de su casa.
Antes del accidente de su marido, Aishagul trabajaba con él en el campo y ambos vendían sus productos en los mercados locales. Pero cuando la salud de su marido empeoró, lo que hizo que este no pudiera quedarse solo cuando ella iba a trabajar, la familia entró en una espiral de deudas para cubrir los gastos médicos y mantener a sus hijos.
“Cada día tenía que elegir entre atender a mi familia enferma o dejarla para ir a trabajar. Nadie debería verse obligado a tomar una decisión así”, dice Aishagul, asomando a su voz la fatiga acumulada durante los años en que ha estado prestando cuidados.
El punto de inflexión llegó cuando la cuñada de Aishagul, consciente de su difícil situación, le habló de un programa de capacitación sobre el cultivo en invernadero. Esta iniciativa formaba parte de un proyecto más amplio de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) conocido como CACILM-2, que financia el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM).
Uno de los objetivos del proyecto es dotar a las mujeres rurales de Kazajstán de las competencias y los recursos necesarios para adoptar prácticas agrícolas sostenibles y vivir de la agricultura. Gracias al curso de capacitación impartido por el asociado de la FAO, la Fundación de la Comunidad Local del Distrito de Enbekshikazakh, Aishagul ha mejorado sus competencias en el cultivo de hortalizas y otros productos agrícolas, lo que le permite cultivar alimentos de forma independiente.
Pavel Kavunov, un agrónomo que trabaja en la Fundación, explicó cuál era la capacitación que ofrecía el proyecto: “Nos centramos en técnicas de agricultura climáticamente inteligente y de orientación práctica mediante las cuales estas mujeres puedan producir de manera rápida y sostenible”.
El experto les impartió información sobre las características de los plantones, sus sistemas radiculares y aspectos importantes que deben tenerse en cuenta durante la plantación. “Se trata de proporcionarles las herramientas y los conocimientos necesarios para valerse por sí solas”, añadió.
Gracias a la presencia de este experto local, las mujeres agricultoras no solo reciben capacitación, sino que además tienen un acceso permanente a asesoramiento y técnicas para la solución de problemas, lo que es de vital importancia para la sostenibilidad de sus actividades agrícolas.
La FAO también trabajó con Aishagul y otras nueve mujeres para instalar en sus tierras invernaderos túnel de 100 metros cuadrados. Esta colaboración les permite cultivar hortalizas durante todo el año en sus huertos domésticos, lo que les abre la puerta a la independencia económica y una estabilidad duradera.
Mientras las mujeres aprenden a gestionar sus microexplotaciones agrícolas, reciben el apoyo de una red de agrónomos y coordinadores, como Bakytgul Yelchibayeva, que las ayudan a establecer vínculos con los mercados y los compradores locales. “Nuestro objetivo es ir más allá del apoyo inicial y crear una infraestructura duradera que permita a estas mujeres prosperar de forma independiente”, explica.
Ahora Aishagul saca el máximo provecho de su nuevo invernadero, cultivando pepinos y otras hortalizas para mantener a su familia. “Este invernadero lo ha cambiado todo. Me permite estar con mi familia cuando me necesita y a la vez mantenerla”, dice. Animada por su éxito, Aishagul espera crear una explotación agrícola sostenible que también ayude a otras mujeres de su comunidad a aprender y cultivar juntas.
Además de ayudar a las mujeres agricultoras con el invernadero, el proyecto les proporcionó útiles de cultivo y semillas de pepino. Juntas, las mujeres vendieron 3 992 kg de productos agrícolas, con lo que duplicaron aproximadamente sus ganancias en comparación con lo que obtenían antes. Los mayores ingresos generados por esta producción adicional contribuyeron a mejorar las vidas de 64 personas, potenciando los esfuerzos de la comunidad en sus labores agrícolas.
El proyecto CACILM-2 ofrece capacitación, recursos y asesoramiento específicos a las comunidades rurales de Asia central y aborda varios obstáculos críticos tales como la falta de oportunidades de trabajo y de información. Además, por medio de asociaciones con fundaciones y expertos locales, las participantes establecen vínculos con los mercados locales y dan a conocer sus productos a posibles compradores, asegurándose así una salida fiable para sus productos.
Al empoderar a las mujeres rurales con herramientas y conocimientos para emprender actividades agrícolas, la FAO promueve la igualdad de oportunidades y mejora su estabilidad económica y su independencia.