Tanamalvila (Sri Lanka).- Nirosha Dilmini lleva recolectando berenjenas desde que despuntó el alba en su pequeña parcela de la aldea de Tanamalvila, en el distrito de Monaragala, al sureste de Sri Lanka. Desde hace seis años se dedica a la agricultura en este lugar. Pero nunca ha tenido un año tan lucrativo como 2023 en términos de producción y beneficios.
«Un cuarto de acre de nuestra tierra ha dado un rendimiento equivalente al de un acre», dice con orgullo mientras se toma un descanso, se abanica a la sombra de un árbol y se prepara para recoger el resto de la cosecha.
Ella atribuye esta transformación al programa de buenas prácticas agrícolas aplicado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) con financiación del Fondo de las Naciones Unidas para los Objetivos de Desarrollo Sostenible en Sri Lanka.
Nirosha es uno de los 645 agricultores de tres distritos de Sri Lanka que recibieron capacitación en el marco del programa, así como equipo y material técnico para modernizar sus prácticas agrícolas y aumentar sus rendimientos y beneficios.
El programa de buenas prácticas agrícolas comenzó como respuesta a los acuciantes problemas de seguridad alimentaria en medio de la crisis económica de Sri Lanka, apoyando a los productores de hortalizas para que comercializaran sus productos.
Nirosha y el resto de agricultores recibieron cada uno un lote agrícola con artículos esenciales, como un sistema de riego por goteo, coberturas de plástico y una red contra insectos. El lote pretende reducir el costo de cultivar y ayudar a hacer un uso más eficiente de recursos cruciales como fertilizantes, herbicidas, plaguicidas y agua.
Los agricultores también recibieron capacitación sobre los principios de las buenas prácticas agrícolas, como la sostenibilidad ambiental, la inocuidad y calidad de los alimentos, la viabilidad económica y la aceptabilidad social, a través de una escuela de campo para agricultores promovida por la FAO. Esta capacitación inmersiva no solo les proporcionó los conocimientos necesarios para la certificación a nivel nacional de las buenas prácticas agrícolas, sino que también les permitió aplicar eficazmente las técnicas agrícolas modernas, como los sistemas de riego por goteo, las redes contra insectos y las coberturas de plástico.
«Antes tardábamos un día entero en abonar nuestras tierras», explica Nirosha. «Ahora, un solo cubo de abono de 20 litros cubre más de 500 cultivos, lo que nos ahorra tiempo, esfuerzo y dinero. La cobertura reduce además el crecimiento de malas hierbas, lo que aligera aún más nuestra carga de trabajo».
Asimismo, Nirosha afirma que, mientras que el tiempo entre las dos temporadas anuales de cultivo monzónico —desde finales de mayo a agosto— solía suponerle dificultades para llegar a fin de mes, las modernas técnicas que aprendió le han permitido cultivar la tierra durante todo 2023, obteniendo beneficios incluso fuera de temporada.
«Ahora podemos cubrir amplias zonas con un mínimo de agua, maximizando la producción incluso en condiciones meteorológicas difíciles».
Durante los últimos 11 meses, después de la capacitación en buenas prácticas agrícolas, el principal cultivo de Nirosha han sido las berenjenas, con algunas parcelas de quimbombó y frijoles verdes. A medida que el ciclo anual se acerca a su fin, se prepara para recolectar las últimas berenjenas y embarcarse en una nueva aventura con el cultivo de sandías.
«Pienso limpiar el terreno y comenzar un cultivo provisional de sandías con el equipo existente», concluye optimista. «Con el apoyo continuado de la FAO, los medios de vida de agricultores como nosotros pueden mejorar exponencialmente».
En el marco del programa de buenas prácticas agrícolas, hasta la fecha 95 agentes de extensión han recibido capacitación en escuelas de campo para agricultores, lo que ha llevado a la creación de 28 de estas escuelas. Las buenas prácticas agrícolas también han incrementado notablemente los ingresos de los agricultores. Al final del proyecto se indicó que el 32 % de los agricultores habían aumentado sus ingresos en un mínimo de aproximadamente 65 USD (20 000 rupias de Sri Lanka) por 0,25 acres de tierra de labranza al mes. En la actualidad, el programa también ha certificado a más de 115 agricultores.
Aparte de los nuevos conocimientos y equipos proporcionados, otro beneficio muy importante fueron las conexiones establecidas con las principales cadenas de supermercados, donde los agricultores pudieron vender sus cosechas al por mayor y obtener mayores beneficios. Además, los enfoques de extensión innovadores que utilizan plataformas de redes sociales, junto con las visitas de familiarización a explotaciones con buenas prácticas agrícolas, facilitan las vías para compartir conocimientos y desarrollar competencias entre los agricultores.
Gracias al apoyo de la FAO y a la dedicación de los agentes de extensión y de otros agricultores, Nirosha no solo ha tenido éxito a nivel personal, sino que también alberga esperanzas de sostenibilidad y prosperidad agrícola en Sri Lanka.