Brownsville (Estados Unidos) (AFP) – En una polvorienta estación de autobuses en Brownsville, Texas, Febe Carillo Ramos cuenta su viaje de cientos de kilómetros desde su casa en Guatemala: por primera vez en los 20 días que lleva en la ruta, ahora puede moverse sin preocupaciones.
Con su hijo de tres años durmiendo en el regazo, Carillo muestra un documento que le entregó el día anterior la Patrulla Fronteriza (CBP). Con él podrá viajar a Houston, donde está su esposo, para establecerse y trabajar sin la amenaza inmediata de deportación.
«Me dijeron que con estos papeles puedo ir a cualquier parte», dijo la mujer de 29 años.
Una novedad para las familias migrantes bajo la presidencia de Joe Biden, luego de que las duras políticas de «tolerancia cero» de Donald Trump frustraran los sueños de cientos de miles de personas que esperaban escapar de la pobreza y la violencia endémicas en Centroamérica.
La promesa de Biden de enfrentar el asunto con un enfoque más humano ha ayudado a desatar una nueva carrera hacia la frontera y amenaza con convertirse en una enorme carga política para Washington.
Los republicanos lo acusan de abrir las puertas del país a los cruces ilegales y de provocar una «crisis» en la frontera entre Estados Unidos y México.
Dicen que aumentarán los casos de covid-19 e ingresarán «terroristas», como afirmó el lunes el líder republicano de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy.
Las crecientes críticas forzaron al presidente a decirles a los inmigrantes, sin rodeos: «No vengan (…) No abandonen su pueblo, su ciudad o su comunidad», durante una entrevista con ABC News el martes.
Detener y liberar –
En Brownsville, una pequeña ciudad de 180.000 habitantes 32 km al oeste de donde el Río Grande se adentra en el Golfo de México, no hay la sensación de que hay una crisis en curso.
Al amparo de la noche, inmigrantes como Carillo cruzan el río desde México con sus hijos y luego se entregan a la Patrulla Fronteriza. Creen que si ponen un pie en suelo estadounidense, se les permitirá quedarse.
Y aunque la CBP indicó que envió de vuelta a muchos de los 100.000 inmigrantes que capturó intentando ingresar en febrero, la mayoría adultos solteros, la de Carillo Ramos es una buena apuesta.
Para las familias, principalmente para madres con niños pequeños, la política en el área de Brownsville ahora es de «detener y liberar».
Y, todos los días, docenas como ella abordan autobuses adonde sea que quieran ir en Estados Unidos.
Cambio brusco –
También tienen garantizada la permanencia los menores que cruzan la frontera sin sus padres.
Según trabajadores sociales en Matamoros, la ciudad mexicana fronteriza de Brownsville, los padres o familiares traen a los niños a la frontera y los envían para que crucen solos, algunos de hasta seis años.
Una vez adentro, la CBP los registra y los deriva al Departamento de Salud, que los ayuda a conectarse con sus familiares en Estados Unidos.
Pero su número está abrumando el sistema. En febrero, la CBP recogió a 9.457 niños no acompañados. Según reportes de prensa, actualmente el gobierno tiene en custodia a más de 12.000 niños, que están esperando establecerse.
La administración Trump, en cambio, separó a las familias, envió a los niños a refugios y expulsó a sus padres sin proveerles un contacto que les permitiera rastrearlos.
Cuando Biden asumió el poder, todavía faltaba reunir a cerca de 500 menores con sus padres o tutores.
Ahora, en Brownsville, todos los días pasan alrededor de 150 inmigrantes que llegan como familias. Después de registrarse con la CBP con su petición de asilo, son llevados a una estación de autobuses o al aeropuerto.
El alcalde Trey Méndez dijo el lunes que son tratados como huéspedes y que generalmente se van a sus destinos en el lapso de 24 horas.
En la estación de autobús, voluntarios de Team Brownsville, una ONG, les dan ropa y juguetes para los niños.
Un refugio cercano para personas sin hogar, Good Neighbor Settlement House, envía comidas en caja y kits de artículos de aseo.
Y otro grupo, financiado con donaciones, le practica a cada inmigrante una prueba de covid-19. Hasta ahora, dijo Méndez, el 7,3% ha dado positivo, una tasa «menor que la de nuestra comunidad y menor que el promedio estatal».
Historias de refugiados –
Todos los inmigrantes tienen parientes en algún lugar de Estados Unidos: un esposo en Virginia, un tío en Indiana o primos mucho más cerca, en Houston.
Varios dijeron a AFP que la política de mayor apertura de Biden los alentó a viajar. Y todos dicen que están huyendo de la pobreza y el desempleo, además de la constante amenaza de violencia.
«Mucha delincuencia, mucha gente metida en el narcotráfico. Uno no se mete con esa gente», dice Carillo.
Sam Bishop, de Global Response Management, una ONG que provee apoyo médico a los inmigrantes en Matamoros, señaló que vienen con relatos que le recuerdan a los refugiados que huyen de la violencia en Medio Oriente, donde también trabajó este médico militar estadounidense.
«Muchos de los desplazados en Siria, que son refugiados reconocidos que están huyendo de la violencia del grupo Estado Islámico, tienen historias similares a las que cuentan las personas que tenemos aquí», aseguró.
Llegar con esperanza –
Biden se defiende alegando que en el pasado también ha habido picos migratorios, incluso en 2019.
Su secretario de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas, reiteró este miércoles que la frontera con México «es segura y no está abierta», tras admitir que la situación allí es «complicada» y supone un «desafío», aunque se negó a calificarla de «crisis».
«Una crisis es cuando una nación está dispuesta a separar a un niño de 9 años de sus padres o a separar a una familia para desalentar la inmigración», aseveró.
«Yo vine a este país cuando era bebé, traído por padres que buscaban la esperanza y la promesa de Estados Unidos», había dicho el martes Mayorkas, nacido en Cuba.
«Hoy, niños pequeños están llegando a nuestra frontera con la misma esperanza. Podemos lograrlo».