México (AFP) – En un conocido mercado esotérico y místico de Ciudad de México, los colibríes, una importante ave polinizadora de delicada belleza, se venden disecados para ser utilizados como amuleto para atraer el amor.
Frente a esta y otras amenazas, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) impulsa un ambicioso proyecto para crear jardines urbanos de conservación de esta colorida especie, apreciada por los observadores de aves y símbolo de la guerra y la fertilidad en algunas culturas mesoamericanas.
«Los jardines para colibríes son la estrategia, biológicamente hablando, más adecuada en las grandes ciudades para la conservación de la especie», dice a la AFP la investigadora María del Coro Arizmendi, líder de este proyecto pionero en Latinoamérica.
La especialista encabeza esta iniciativa surgida en Estados Unidos en 2014, cuando la ex primera dama Michelle Obama incorporó una sección floral en la Casa Blanca para que la polinizaran abejas, otra especie de gran relevancia ecológica y actualmente en peligro de extinción.
Los también llamados picaflores tienen grandes capacidades aerodinámicas -pueden batir sus alas 200 veces por segundo- y, al igual que las abejas, posibilitan la reproducción sexual de muchas especies de plantas con flor, destaca la experta.
«Buscamos la realización de un millón de jardines polinizadores en Norteamérica, de los cuales Estados Unidos ha contribuido con unos 900.000 instalados a lo largo de todo el país», señala Arizmendi.
Un jardín de colibríes consiste en plantas con flores tubulares largas y de colores brillantes colocadas al aire libre, además de un bebedero colgante con agua que contenga 20% de azúcar blanca, equivalente a 2.500 flores juntas.
– En jardines o macetas –
«Si la gente en el espacio que tiene, no importa si es la Casa Blanca, un gran jardín o una maceta, atrae a estas aves para proporcionarles recurso alimenticio, contribuye en gran medida a conservar la especie y mantener su diversidad», destaca la experta.
El primer jardín polinizador en México se creó en 2014 en las áreas verdes de una sede de la UNAM en el vecino Estado de México, con resultados favorables. La idea fue replicada en escuelas y pronto llegará a hoteles y edificios públicos.
Arizmendi, con sus alumnos de la UNAM, ha dirigido cinco jardines en la capital mexicana y su zona periférica, pero en su página de Internet se cuentan más de una treintena creados por ciudadanos, además de una estación de monitoreo única en México.
Se trata de un proyecto en coordinación con Estados Unidos y Canadá que busca vigilar el estado de las poblaciones de colibríes que recorren largas distancias entre Alaska y Sudamérica.
«A cada individuo (colibrí) que capturamos le ponemos un anillo de aluminio muy delgado en la muñeca, éste tiene un número único, eso nos permite tenerlo identificado y saber cuándo se están reproduciendo en esta zona», explicó la bióloga colombiana Claudia Rodríguez.
– Falsa creencia –
Una falsa creencia surgida hace unos años entre quienes practican la santería ha puesto en alerta a los biólogos mexicanos, que descubrieron que los picaflores son utilizados como amuletos para enamorar.
Dicha práctica conocida como «amarre» se realiza en el emblemático Mercado de Sonora de la capital mexicana, donde vendedores ofrecen por 2.000 pesos (105 dólares) un colibrí muerto en una bolsa de tela roja junto con la fotografía de la persona a quien se pretende enamorar.
«No se conocen registros de que los aztecas hayan capturado colibríes para tenerlos en cautiverio, para empezar porque no se puede, esta ave muere muy fácilmente», afirma el biólogo mexicano Carlos Soberanes.
Estudios del Instituto Nacional de Antropología señalan que los aztecas relacionaban al colibrí con Huitzilopochtli, su dios de la guerra, debido a su agresividad al defender a su hembra de otro macho.
«Los famosos ‘amarres’ no están relacionados con culturas mesoamericanas en México, sino con la santería cubana», aclara Soberanes.
De acuerdo con Arizmendi, coautora del libro «Colibríes de México y Norteamérica», la capital mexicana alberga 17 de las 58 especies de colibríes de México.
En América existen 330 especies, donde Colombia destaca con más de 150.
La investigadora subraya que tres especies enfrentan mayor peligro de extinción debido a la actividad humana que reduce su hábitat: la Coqueta de Atoyac (Lophornis brachylophus), el Colibrí Tijereta Mexicano (Doricha eliza), y el Miahuatleco (Eupherusa cyanophrys).
«Si seguimos haciendo estas tonterías de los ‘amarres’, también podríamos tener un efecto negativo con la especie, por eso la mejor forma para fomentar la conservación es a través de la educación», concluye Arizmendi.