Humacao (Puerto Rico) (AFP) – Un puñado de médicos y enfermeros entra a un refugio en Humacao, un pueblo en el sur de Puerto Rico destruido por el huracán María. Preguntan cuáles son las necesidades sanitarias más urgentes. «¡Agua!», dice un grupo de refugiados.
Pero los voluntarios quieren identificar las necesidades médicas y psicológicas para atender a los pacientes con las donaciones privadas y de ONG recibidas del exterior.
Ni ellos, ni los encargados del refugio Juan Ponce de León, ni ninguno de los 24 albergados en esta escuela ha recibido apoyo estatal o federal a 12 días del ataque de María, que destruyó el sistema eléctrico y las comunicaciones de la isla.
Entre los refugiados está Kaila Ocajo una joven de 21 años con un bebé, nacido el 8 de septiembre, dos días después del paso del huracán Irma, que azotó la isla dos semanas antes que María.
«Ha sido horrible. Uno no se siente uno. Uno no tiene el aseo que quiere tener porque no hay agua ni luz, es horrible», dice la joven, con su bebé Leonardo en el regazo. Luce cansada y tiene la piel pringosa por el calor y la humedad. Su casa se inundó y ahora está llena de lodo. «Yo nunca pensé que iba a pasarme algo así», dice.
Los voluntarios bajan tres cajas con medicinas. Limpian la herida de un hombre que tiene el pie ulcerado por una complicación debida a la diabetes.
«Las farmacias están cerradas por la falta de electricidad y tengo insulina sólo para una semana, o sea que en cambio de ponérmela dos veces al día me la pongo una vez», dice Alberto Ramos, de 52 años, mientras le quitan la venda.
La endocrinóloga Horidell Febo, una de las voluntarias, le recomienda que guarde la insulina en bolsas plásticas llenas de agua, para tratar de mantenerla lo más fresca posible. No hay electricidad ni generador de energía y el calor tropical es sofocante.
«Necesitamos mucha insulina para los pacientes, y glucómetros, porque muchos al perder sus casas perdieron sus tirillas para medir el azúcar», pide la doctora.
«Lo más urgente es la electricidad o por lo menos diésel para que funcionen los generadores. Y vacunas. Y agua limpia. Eso ahora es muy importante por el riesgo de epidemias».
– Donaciones de ONG –
La playa de Humacao está erosionada, su ruta costera tiene grandes boquetes abiertos por la marejada. Los árboles, sin hojas, tienen las ramas amputadas por el viento. El pueblo aún está fangoso y da señales de inundaciones. Cuatro guardias nacionales de Puerto Rico limpian escombros en la vía. Los postes de luz que no cayeron se inclinan sobre la carretera, sostenidos por cables colgantes.
Lentamente la ayuda comienza a llegar, pero según los impacientes residentes de Humacao viene de parte de individuos que les comparten lo que tienen, organizaciones humanitarias u ONG del exterior. Nadie ha visto a oficiales de la Agencia Federal de Gestión de Emergencias de Estados Unidos (FEMA) ni al ejército estadounidense.
Puerto Rico es un territorio de Estados Unidos con 3,4 millones de habitantes. Desde el paso del huracán, los boricuas culpan a Washington de haber demorado la respuesta, mientras el presidente, Donald Trump, se defiende acusando a líderes locales de ineficiencia.
«Aquí no han traído nada», dice Lorena Lugo, refugiada de 45 años que también perdió su casa. «Ahora mismo tengo seis botellas de agua para tres personas. Ésta es la primera vez que veo médicos».
Este puñado de voluntarios son parte de un grupo de 100 médicos, psicólogos, enfermeros y estudiantes de medicina que se reúnen cada mañana en San Juan y parten todos los días a visitar refugios, con donaciones recibidas de privados y ONG del exterior.
«Se hace la evaluación de los pacientes, se identifican necesidades, se dan tratamientos», dice a la AFP Víctor Ramos, presidente del Colegio de Médicos Cirujanos de Puerto Rico, una de las asociaciones que participan en este esfuerzo multidisciplinario.
La prolongada estadía en los refugios desata ahora problemas sanitarios colaterales: «Surgen muchos casos de infecciones porque tenemos mucha gente aglomerada en sitios pequeños con una higiene que no es la más adecuada», dice Ramos.
«Hay casos contagiosos de conjuntivitis, ‘scabies’ (sarna), gastroenteritis, también atendemos las condiciones crónicas de la gente: los diabéticos necesitan medicamentos, los hipertensos…», asegura.