Nyadanawo (Malawi).- Jeffrey Chimenya no podía imaginar que la agricultura le permitiría un día tener una casa decente y un negocio próspero de suministro de leche. Para Jeffrey, la agricultura era sinónimo de subsistencia; no de éxito.
Sin embargo, hoy, cuatro años después de incorporarse a la escuela de campo para agricultores de Nyadanawo, Jeffrey asegura que sus sueños se están haciendo realidad. Goza de estabilidad económica, es capaz de cuidar de su familia y, lo que es más importante, dispone de alimentos nutritivos para su hogar.
Según cuenta, antes de participar en la escuela de campo para agricultores de Nyadanawo, una iniciativa que cuenta con el apoyo de la FAO en el marco del programa KULIMA, financiado por la Unión Europea, se había dedicado con ahínco a la ganadería lechera durante siete años y no había tenido mucho éxito.
Adquirió vacas sencillamente porque vio que otras personas también lo hacían y se dedicó a criarlas y alimentarlas sin ningún enfoque sistemático.
“Empecé con una novilla en 2012. Por desgracia, la ganadería lechera era un territorio nuevo para mí, y no sabía cómo hacer las cosas. En 2019, solamente tenía tres vacas y ningún beneficio real de mis esfuerzos”, dice.
Transformar los medios de vida por medio de las escuelas de campo para agricultores
Cuando Jeffrey se unió a la escuela de campo para agricultores de Nyadanawo en 2019, se dio cuenta de que, si se hace correctamente, la ganadería tiene un gran potencial como generadora de ingresos.
Con las competencias y los conocimientos en materia de manejo del ganado que fue adquiriendo, Jeffrey empezó a reactivar su maltrecho negocio de producción lechera.
Hizo crecer su rebaño hasta contar con ocho vacas, que producen entre 50 y 70 litros de leche al día y empezó a obtener unos ingresos regulares a través de la venta de leche a procesadores y miembros de la comunidad.
También conserva parte de la leche para su familia como fuente habitual de proteínas. El objetivo de Jeffrey es tener 10 vacas lecheras para 2023, algo que, según su experiencia actual, es factible.
Con el apoyo y la capacitación que se le brindó en la escuela de campo para agricultores, Jeffrey también se atrevió con la horticultura y empezó a cultivar tomates. Con estos ingresos adicionales, pudo comprar tierras y construir una nueva casa para mejorar las condiciones de vida de su familia.
“Me casé en una cultura matrilineal, lo que significaba que no tenía propiedad de la tierra en el pueblo de mi mujer. Por eso era importante para mí encontrar mi propia parcela de tierra y establecer en ella a mi familia como una unidad independiente y autosuficiente.
Gracias a lo aprendido en la escuela de campo para agricultores, estoy aplicando al pie de la letra los conocimientos y competencias adquiridos y estoy obteniendo buenos resultados”, afirma Jeffrey.
Empoderado de cara al futuro
Jeffrey, a sus 47 años, se ha convertido en uno de los 8 303 facilitadores comunitarios de las escuelas de campo para agricultores.
Estos facilitadores comunitarios propician el intercambio de información y el proceso de aprendizaje dentro de los grupos a los que prestan apoyo y también transmiten los conocimientos aprendidos en la escuela de campo para agricultores a su comunidad en general.
El grupo de Jeffrey cuenta con 30 miembros, a quienes anima a alcanzar sus propias metas. Ve su potencial y quiere que comprendan que ellos también pueden alcanzar sus objetivos.
No todos los miembros de la comunidad confían en el enfoque de las escuelas de campo para agricultores, por lo que, para asegurarse de que su grupo mantiene el rumbo, les proporciona ejemplos prácticos, comparables y visibles de su éxito.
Jeffrey dice que ser capaz de averiguar qué hacer cuando surge un problema ha sido la mayor y más empoderadora aportación de las escuelas de campo para agricultores.
Recuerda cuando el grupo de la escuela de campo para agricultores de Nyadanawo tenía dificultades con la cría de cabras.
“La escuela de campo para agricultores de Nyadanawo había recibido cabras en el marco del proyecto KULIMA, pero estas empezaron a morirse”, relata Jeffrey. Este distrito de Malawi se enfrenta a temperaturas frías y húmedas y, como consecuencia, las cabras estaban cogiendo neumonía y pereciendo.
El grupo no se dio cuenta de que necesitaban aislar el establo de las cabras. Pero gracias a la capacitación de la escuela de campo para agricultores, que aconsejaba hacer un seguimiento del estado de cada animal, descubrieron el problema y, con ayuda del oficial de extensión, añadieron láminas de plástico al establo, lo que resolvió el problema.
“Estábamos lo suficientemente empoderados como grupo para resolver el problema y, por supuesto, consultamos con el agente de extensión de nuestra zona para que nos orientara”, afirma.
Los miembros de la escuela de campo para agricultores de Nyadanawo ya dominan el manejo de las cabras y han visto nacer más de 18 crías, que han pasado a manos de los miembros del grupo para sus propios hogares.
Ser autosuficientes a la hora de abordar los complejos desafíos a los que se enfrentan los agricultores de Malawi como consecuencia de los efectos del cambio climático es uno de los resultados más significativos de la escuela de campo para agricultores.
Ha permitido a Jeffrey y a otros miembros de la escuela de campo para agricultores plantearse cómo diversificar e integrar sus empresas agrícolas y utilizar los recursos naturales disponibles de forma más sostenible.
Por ejemplo, Jeffrey recoge los desperdicios de la empresa de cría de cabras del grupo y los utiliza para preparar abono de compost. El abono contribuye a mejorar la fertilidad del suelo de sus huertos de bananos y sus cultivos hortícolas.
El abono también se utiliza para mejorar la nutrición del suelo de un huerto casero que, junto con un gallinero, garantiza que los Chimenya estén bien abastecidos de verduras, carne y huevos para una alimentación nutritiva.
Un ejemplo más: tras la cosecha de maíz, los tallos se convierten en pienso para el ganado cuando hay escasez, lo que permite aprovechar al máximo unos recursos que de otro modo se desperdiciarían.
“Lo sorprendente de un agricultor como Jeffrey es que toma los conocimientos y los hace suyos. Los Chimenya han hecho suyos los conocimientos y las competencias y trabajan juntos para transformar su hogar y su comunidad”, afirma Chifundo Staubi, agente de extensión agraria e instructor superior de la escuela de campo para agricultores en el marco del programa KULIMA.
Hasta la fecha, a través del programa KULIMA, que cuenta con el apoyo de la FAO, y gracias a la colaboración del Gobierno de Malawi se ha capacitado a 402 extensionistas como instructores superiores de las escuelas de campo para agricultores y a 396 agricultores principales como facilitadores comunitarios.
Se están impartiendo cursos de facilitadores comunitarios en 602 lugares, en los que se han inscrito un total de 8 122 personas.
Está previsto capacitar a 600 instructores superiores y a 8 000 facilitadores comunitarios antes de que finalice el programa en diciembre de 2023.