Los Ángeles (California).- Los Ángeles se prepara para recibir los Juegos Olímpicos de 2028, un evento que consolidará su lugar en la historia como la primera ciudad en haber sido sede de tres ediciones de esta competencia global, tras haberlo hecho en 1932 y 1984. 

Durante dos semanas, el mundo pondrá su mirada en esta metrópoli californiana, que promete un espectáculo sin precedentes. Sin embargo, persisten dudas sobre su preparación ante los desafíos logísticos, financieros y ambientales que conlleva un evento de esta magnitud.  

La ciudad enfrenta costos crecientes, problemas de congestión vehicular, una crisis de vivienda y un entorno vulnerable a los incendios forestales, un fenómeno que en los últimos años ha causado estragos en el sur de California, con pérdidas millonarias y devastación ecológica. 

No obstante, expertos como Steven Graves, profesor de geografía en la Universidad Estatal de California en Northridge, sostienen que Los Ángeles está mejor posicionada que cualquier otra ciudad para albergar los Juegos Olímpicos.  

Graves cita como ejemplo el éxito de los Juegos de 1984, que se convirtieron en un modelo de eficiencia y rentabilidad al priorizar la reutilización de infraestructura existente en lugar de construir instalaciones que, en muchas otras ciudades olímpicas, han terminado abandonadas. 

En aquella ocasión, el evento no solo fue financieramente viable, sino que también logró minimizar problemas urbanos, un enfoque que se busca replicar en 2028.  

El tráfico en Los Ángeles es uno de los principales temas de preocupación. Durante los Juegos de 1984, la ciudad aún no contaba con su moderno sistema ferroviario, por lo que se optó por una estrategia basada en autobuses y en la flexibilidad laboral para reducir el tránsito. 

Para 2028, la situación es diferente: la ciudad ha invertido en la expansión de su sistema de transporte, incluyendo una línea de tren ligero que conectará el Aeropuerto Internacional de Los Ángeles (LAX) con el centro de la ciudad. Además, se espera la llegada de más de 3.000 autobuses de todo el país para facilitar la movilidad de los visitantes.  

Graves es optimista respecto a la disposición de los angelinos para adaptarse al evento, como sucedió en 1984. Durante dos semanas, argumenta, los habitantes podrían modificar sus hábitos de transporte, recurrir más al teletrabajo y aprovechar las opciones de movilidad pública. Si bien el reto es considerable, las soluciones logísticas ya están en marcha.  

Los Juegos Olímpicos de 2028 no solo representan un desafío organizativo, sino también una oportunidad para Los Ángeles de mostrar su diversidad cultural, su belleza y su capacidad de resiliencia ante adversidades recientes, como los incendios forestales. Graves destaca que el evento servirá como catalizador para mejorar la infraestructura y probar nuevas estrategias urbanas que podrían beneficiar a la ciudad a largo plazo.  

El impacto de los Juegos no se limita a la infraestructura ni a la logística. También existe un factor emocional y simbólico: el evento podría representar un renacimiento para la ciudad tras los recientes desastres naturales. La oportunidad de aprovechar el orgullo de la comunidad para impulsar cambios positivos es una de las ventajas clave que los organizadores buscan capitalizar.  

A medida que se acerca 2028, las dudas persisten, pero también la expectativa de que Los Ángeles logre consolidarse como un modelo de organización y sostenibilidad olímpica. Con las lecciones aprendidas de 1984 y las inversiones en marcha, la ciudad busca demostrar que es posible albergar un evento de talla mundial sin comprometer su viabilidad económica ni su calidad de vida.