Caracas (AFP) – El agua que surte a una escuela en la mayor barriada de Venezuela viene «gratis desde el cielo» y no por el grifo: forma parte de un proyecto de captación de lluvias para hacer frente el precario suministro.
La escuela Fermín Toro de Petare, un gigantesco complejo de barios ubicado Caracas, se vio muchas veces obligado a reducir horas de clase o suspenderlas por falta de agua.
El suministro llegó a faltar por ocho meses y muchas veces las maestras pedían a los alumnos llevar su propia reserva para beber y lavarse las manos.
«Cuando no tenemos agua de la tubería contamos con agua del proyecto ‘Lata de agua’, que es el agua de lluvia, y por este motivo ya no suspendemos actividades escolares», asegura Dayani Echezuría, la directora del plantel. «Trabajamos nuestra jornada diaria, el beneficio ha sido enorme».
«Lata de agua«, como fue bautizado este programa, funciona desde 2019 en tres escuelas y un ambulatorio.
El nombre hace referencia al término popularmente usado en Venezuela para referirse a fuertes aguaceros, y proviene del sonido que hace la lluvia en los techos de zinc de las viviendas más pobres.
Si bien la práctica de recolección de agua de lluvia es muy común en localidades rurales desde hace siglos, en grandes ciudades como Caracas viene proliferando por los problemas en las redes de suministro operadas por empresas estatales.
Laurencio Sánchez, arquitecto y uno de los fundadores de «Lata de agua», ideó este mecanismo que comienza con la captación de agua en los techos: pasa por un primer filtro hecho con grava y mallas metálicas donde quedan sedimentos y materiales vegetales, para luego atravesar canales y otros filtros hasta llegar a los tanques de almacenamiento.
«Está basado en un modelo de suministro sustentable», explica a la AFP. «¡Es agua gratis desde el cielo!».
En promedio Venezuela registra seis meses de lluvias al año.
«Recoger agua de las nubes» –
«Aquí se cosecha agua de lluvia», se lee en los cuatro gigantescos tanques azules con capacidad para 19.000 litros, que surten a la escuela Fermín Toro.
En la Unidad Educativa Nuestra Señora del Encuentro, otra de las escuelas beneficiadas en Petare, el agua recolectada se usa para el riego de un huerto propio, que ayuda a abastecer un comedor donde sirven comida a sus 850 estudiantes.
El agua se almacena en un enorme tanque verde que se mandó a hacer en ese color para que se mimetice con los árboles. Se recolectan unos 250.000 litros al año mediante este programa financiado por la embajada de Francia.
En el huerto cultivan legumbres, hierbas aromáticas y verduras; antes perdieron cosechas de maíz por falta de agua.
«Gracias a ‘Lata de Agua’ se ha podido fortalecer la ‘Sopa de la virgen'», dice la religiosa María Inés Guerrero, directora de la escuela, en referencia a su comedor.
La «Sopa de la virgen» comenzó en 2016 y la bautizaron así porque se hacía con lo que se podía recolectar. «Como no teníamos nada, no sabíamos de qué íbamos a hacerla y le rezamos a la virgen», explica Guerrero.
Los excedentes de la lluvia son infiltrados al suelo.
«El gran tanque de la naturaleza es el suelo», explica Laurencio Sánchez, que muestra el mecanismo de infiltración artesanal que permite devolver lo que no se usa a acuíferos subterráneos. Esto «mejora la calidad del suelo de cara a la sequía».
En Petare, fuera de las escuelas beneficiadas, algunos vecinos, también víctimas de la falta crónica de agua, han comenzado a improvisar sus propios mecanismos de recolección.
«‘Lata de Agua’ nos enseñó a recoger agua de las nubes», dice Thays Colmenares, que lleva 30 de sus 46 años viviendo en Petare y replica lo aprendido en su casa.
Lo mismo Sally Carvallo, que usa el agua que recoge para lavar la ropa, asear los baños y regar sus plantas.
«Viendo lo que se ha hecho aquí mucha gente ha aprendido», sostiene esta ama de casa de 54 años.