Sao Paulo (AFP) – Hace diez días el vestuario del Chapecoense rió de nuevo. Volvieron los saltos, las camisetas al aire y la dulce adrenalina del triunfo. Casi un año después de la tragedia aérea que le dejó destrozado, el club aseguraba la permanencia en la primera división brasileña.
Una vez más, el ‘Huracán’ había vencido a las probabilidades: había sobrevivido.
No sonaba tan alegre el «¡Vamos, vamos, Chape!» desde el 23 de noviembre de 2016, cuando aquel equipo humilde de Chapecó irrumpió eufórico en ese mismo vestuario tras clasificarse para la final de la Copa Sudamericana.
Era la mejor noche de la historia de este club del sur de Brasil y la última de una generación.
Cinco días después, el avión que los llevaba a la final se estrellaba en las montañas de Medellín, convirtiendo su cuento de la Cenicienta en uno de los peores dramas del deporte mundial.
Murieron 71 personas, casi todas integrantes de un Chapecoense que perdió a 19 jugadores, 14 miembros de la comisión técnica y nueve directivos, además de 20 periodistas.
Solo hubo seis supervivientes.
Pero ni en la oscuridad del shock contemplaron rendirse en Chapecó. «Resolvimos encontrar una manera de seguir adelante. Fue con mucho dolor, con mucho sufrimiento, pero nunca pensamos dejar el fútbol. Es lógico que en algún momento pensamos, ‘¿podremos conseguirlo?’, pero lo logramos», cuenta por teléfono a la AFP Nivaldo Constante, gerente de fútbol del club.
Veterano arquero del Chapecoense, Nivaldo no viajó a Medellín por ajustes de última hora. El accidente lo sorprendió en casa y, como a todos allí, le cambió la vida.
Todavía sacudido por la muerte de sus compañeros, colgó los guantes para trabajar en la reconstrucción. La nueva temporada arrancaba en un mes y el ‘Chape’ no tenía a quién sacar al campo. Le necesitaban ya en los despachos, y con el teléfono cargado.
«Estuvimos 20 días desde las 8 de la mañana a las 10 de la noche atrás de agentes, de futbolistas y al final cerramos 22 jugadores. Fue un momento muy complicado, pero conseguimos presentar el nuevo equipo», recuerda sobre aquellas horas de angustia.
El 21 de enero, el Chapecoense pisaba de nuevo el Arena Condá para enfrentarse al Palmeiras en un amistoso que comenzó con la conmovedora entrega de la Copa Sudamericana, concedida a petición del colombiano Atlético Nacional, su rival en la final que nunca se jugó.
«Fue un día de mucha emoción, de dolor. Cada familiar recibió la medalla de la Sudamericana y fue inevitable llorar. Al final, era la primera vez que sentía ese dolor personalmente», rememora el periodista y superviviente Rafael Henzel, quien sin cumplirse aún dos meses del accidente narró ese partido en la radio.
– Milagro Ruschel –
El frenético fútbol moderno no espera por nadie y a los pocos días el Chapecoense arrancaba en el campeonato catarinense, que acabaría ganando.
Casi al mismo tiempo, este equipo que en 2009 disputaba la cuarta división se estrenaba con victoria en la Libertadores, disparando las expectativas de su reinicio.
Aunque la áspera realidad no tardaría en reencontrar al ‘Verdao’, que caería eliminado del torneo por un error de alineación y más tarde de la Sudamericana.
Descontenta con el juego, la hinchada silbaba en el Arena Condá y primero Vagner Mancini y luego su sustituto fueron despedidos con el ‘Chape’ en el abismo del descenso.
Pero mientras la reconstrucción se endurecía en el campo y los familiares de varias víctimas denunciaban su desatención, el club seguía recibiendo homenajes de medio mundo, haciendo equilibrios entre el dolor, el agradecimiento y la necesidad de seguir adelante.
El más impactante se vivió el 7 de agosto en Barcelona, cuando aplaudido por Lionel Messi, Luis Suárez y compañía, Alan Ruschel volvió a jugar al fútbol.
En 252 días, el lateral había pasado de salir con vida del infierno del Cerro Gordo a correr en el Camp Nou, en una recuperación casi milagrosa.
«Ruschel iluminó la vida de muchas personas por la esperanza y superación que demostró», recuerda Henzel, quien dice tener ahora dos fechas de nacimiento: la real, en 1973, y la última, el 29 de noviembre de 2016.
– «Hermanos» –
También renacieron allí el arquero Jakson Follmann, que perdería después una pierna, y el defensa Helio Neto, quien estuvo casi un mes internado.
Junto a Ruschel, ambos se han convertido en los pilares de la reconstrucción de un equipo que se mira en ellos. Todavía muy frágil, Neto acudió en muletas a recibir a los nuevos jugadores el 6 de enero para darles la bienvenida a un vestuario que ahora era suyo.
Urgía volver a vivir, y a jugar.
Mientras, Follmann seguía en el hospital, pero el abatimiento no va con este joven de gran sonrisa y mucha prisa por seguir adelante.
En el año en el que tuvo que aprender a caminar de nuevo, se convirtió en embajador del club y, con sus ‘hermanos’ como testigos, se casó con su novia, Andressa, en la gran boda que el accidente les hizo retrasar.
Los tres volverían a abrazarse y cantar el «¡Vamos, vamos, Chape!» el día de la permanencia, en el mismo vestuario donde fueron tan felices hace un año.
Ya nada es igual, pero ellos y el Chapecoense siguen vivo