Santa María Chimalhuacan (México) (AFP) – La pandemia forzó el cierre de su escuela, pero también permitió que los niños de Chimalhuacán, México, que viven en pobreza extrema junto a un gigantesco basurero, conocieran las computadoras e internet.
En medio de calles polvorientas y una atmósfera fétida, la magia digital alimenta el sueño de estos menores de una vida lejos del tiradero donde sus padres se ganan el sustento reciclando.
Antes de que irrumpiera el covid-19, Miguel Tejeda, estudiante de secundaria del barrio Corte Escalerillas, nunca había manipulado un computador.
Pero desde hace seis meses, él y otros 200 alumnos, de 5 a 21 años, adquieren conocimientos básicos de informática en viejos aparatos donados por una asociación religiosa, gracias al trabajo de la ONG Utopía en esta localidad del Estado de México (centro).
«Ahora con las computadoras es mucho mejor [el estudio], se tiene mucha mejor comprensión de algunos temas», dice el joven de 14 años, con cubrebocas negro y careta plástica transparente.
En un salón improvisado de una casa a medio construir ya ha aprendido a enviar archivos en PDF, además de recibir clases de lectura, escritura y matemáticas.
Tras el cierre de escuelas por la epidemia, Utopía, que ya trabajaba en la zona, añadió habilidades digitales a su método educativo, basado en el deporte y otras actividades que evitan que los muchachos caigan en la delincuencia.
Cambio de chip –
Jesús Villalobos, fundador de la ONG, tuvo que cambiarse el chip. «Para nosotros era más significativo enseñarles a leer que a usar Word», admite el activista, quien solía ver la tecnología como algo excluyente.
Ya no «vemos a los medios digitales como algo con lo que debamos estar peleados; son nuestros aliados», añade.
Chimalhuacán es uno de los municipios más poblados del país con 705.000 habitantes; unos 5.000 viven en Corte Escalerillas y trabajan principalmente en el basurero, donde diariamente son vertidas 12.000 toneladas de desechos.
Bajo el asedio de perros agresivos, algunos menores acompañan a sus padres en esa labor.
«Cuando deciden no estudiar (…) lo primero es ir a recolectar basura con un burro, y ahí, entre la basura, se pierde su plan de vida», comenta Yahir Ruiz, coordinador de la ONG.
La vida en Chimalhuacán, donde el covid-19 deja 856 muertes, también está marcada por la inseguridad: 80% de sus pobladores se sienten amenazados por la delincuencia, según estudios oficiales.
Por eso el cierre de uno de los pocos espacios educativos de esta comunidad -donde el alumbrado público y el agua potable recién llegaron hace un año- resulta crítico.
«A veces el primer contacto de estos chicos con una computadora es a los 15 o 16 años (…) porque no hay un modelo pedagógico que atienda esas necesidades» y reduzca la brecha social, señala Ruiz.
Miedo superado –
La pandemia dejó sin clases presenciales a unos 30 millones de estudiantes en México, ante lo cual el gobierno implementó el programa ‘Aprende en Casa’ por televisión e internet.
Pero casi una cuarta parte de los alumnos de 7 a 17 años (24,8%) carecen de internet, y 4,4% de televisión en este país de 126 millones de habitantes, según la UNESCO.
Norma Hernández, estudiante de secundaria, no tiene computadora en casa, y aunque cuenta con un televisor, al barrio solo llegan dos canales.
Su madre contrató recientemente internet porque otro hijo comenzó la preparatoria en línea desde su celular. «Pero la señal es tan mala aquí que a veces es imposible conectarse», cuenta Norma, de 13 años.
En México la disponibilidad de celulares en viviendas en la última década llegó a 87,5%, la de internet a 52,1% y la de computadoras o laptops en casa a 37,6%, según el censo de 2020.
El gobierno, que reporta 186.000 decesos por la pandemia, ha advertido que las escuelas solo reabrirán cuando sea seguro.
Mientras tanto Armando Alvarado, de 17 años y quien aprendió a leer a los 12 gracias a Utopía pues no va a la escuela, asegura que ya perdió el «miedo» a usar la computadora.
«Cuando me empezaron a enseñar ya se me hizo todo fácil», dice el joven, que de niño anhelaba ser policía para defender a sus vecinos.