Cali (Colombia) (AFP) – En el corazón del barrio colonial de Cali, la imprenta La Linterna se apagaba lentamente. Sus máquinas de otro siglo no eran más que chatarra en plena era digital, hasta que diseñadores gráficos y artistas callejeros avivaron este faro de la tipografía tradicional.
Como la lámpara de Aladino en ‘Las mil y una noches’, «La Linterna es como algo mágico porque ella ha tenido diferentes crisis de diferentes índoles y siempre ha sabido salir de ellas», cuenta el maestro impresor Olmedo Franco, de 62 años.
Junto a sus amigos y socios Jaime García, de 56 años, y Héctor Otálvaro, de 53, dirige este taller, enclavado entre las casas coloridas y la vegetación tropical del barrio San Antonio de Cali, en el suroeste de Colombia.
Fundada hacia 1930 para el tiraje de un periódico, la imprenta produjo todo tipo de carteles para teatros, conciertos de Elton John, Metallica y Guns N’ Roses en los 90, estrellas de la salsa como Yuri Buenaventura o Rubén Blades, pero también folletos sindicales, cancioneros y hasta horóscopos.
«Todo se imprimía en estas máquinas (…) La Reliance, que es de 1890, hecha en Nueva York y otra que es francesa que se llama Marinoni, que es del año 1870», precisa a la AFP Olmedo, en medio del ruido de las prensas negras, imponentes piezas de museo que lo llenan de orgullo.
La Linterna estuvo al borde de la bancarrota tras el auge de la impresión digital y la prohibición de pegar afiches publicitarios en las calles desde 2006. «Unos japoneses quisieron comprar las máquinas, pero su transporte costaba más que su valor», recuerda.
Antiguo y moderno –
Las antiguas máquinas no habían impreso su última palabra.
En 2017, dos diseñadores, Patricia Prado y Fabián Villa, del estudio Ternario, concibieron en La Linterna el cartel de un festival y se movilizaron para que la imprenta no muriera.
Olmedo, Héctor y Jaime negociaron con el dueño, quien les entregó las máquinas como indemnización por despido y los salarios no pagados. Al año siguiente, los tres pasaron a ser propietarios de la imprenta. Sus esposas, hijos y un nieto se sumaron al proyecto y ellos les enseñaron el oficio.
Los diseñadores convocaron a artistas gráficos contemporáneos para que imprimieran sus obras y las vendieran en una nueva boutique contigua al taller.
Atrás quedaron el periódico y la publicidad. La Linterna ahora se ilumina gracias al arte, la «fusión de dos mundos», enfatiza Patricia, de 32 años.
«Es un renacimiento y una resignificación del oficio. Es poder usar lo que ya está aquí, lo del saber y de las herramientas, y esa tradición de hacer las cosas artesanalmente (…) con el saber también de los artistas, diseñadores, ilustradores», añade.
Los creadores vienen para descubrir y aprender de los maestros impresores sobre la magia de las cajas de tipos y sus caracteres de plomo, las reacciones de las capas de tinta, los secretos del grabado, etc.
La Linterna, con más de 30.000 seguidores en redes sociales, se ha convertido en «referente gráfico entre las personas que estamos relacionados con las artes visuales», confirma Lili Cuca. Esta pintora urbana de 33 años pasó aquí dos semanas de residencia artística en marzo, tras una reprogramación de su estadía por la pandemia.
Arte heredado –
Precisamente, el coronavirus asestó otro golpe a la imprenta, que tuvo que cerrar durante cuatro meses el año pasado por el confinamiento ordenado en el país. Pero está zumbando de nuevo de la mano de una colmena de talentos.
«Este lugar sigue sobreviviendo (…) al paso del tiempo», subraya Lili, feliz de «aprender del error» en este oficio. Cuando sus obras pasan por la imprenta salen muy diferentes a las que pinta en telas o paredes.
Otros artistas callejeros, como DjLu/Juegasiempre o Tonra, vinieron a iniciarse en los secretos de los tipógrafos, para imprimir obras originalmente diseñadas para murales callejeros.
Tonra prepara la exposición «Memorias Mémoires», prevista para junio en el Aérochrome, un centro de cultura hip hop en las afueras de Toulouse, en el suroeste de Francia.
«¡Qué más que este lugar que es una memoria viva!», exclama este muralista de 31 años, inspirado en los indígenas calimas, establecidos hasta el siglo VI en lo que ahora es el departamento del Valle del Cauca, cuya capital es Cali.
Desde curvas precolombinas hasta gráficos modernos, pasando por reclamos populares de los años 50, La Linterna ha concebido múltiples carteles, muchos de los cuales adornan sus paredes hasta el techo de zinc.
Y sigue brillando. Impresores y diseñadores trabajan en un nuevo proyecto: una escuela taller de artes gráficas, en alianza con el Ministerio de Cultura.
«Podremos allá enseñar todo lo que es la tipografía, la serigrafía y todo lo que son las artes antiguas», explica Olmedo Franco.
El maestro impresor sueña con «dejar un legado» a «la generación de la computadora».