Por fin había llegado el tan esperado día para los esposos Martínez, en donde conocerán al nuevo miembro de su familia. Después de tres años, verían su rostro y le darían la bienvenida a sus vidas.

Se trataba de Nick Martínez, el físico terapista de 30 años que, con un gesto altruista, había devuelto la salud al joven Arturo, de 15 años. 

Sandra Martínez y su esposo son los padres de Arturo, quien está comenzando a recuperarse de la leucemia linfoblástica que le fue diagnosticada cuando tenía apenas 11, después de recibir la donación de médula por parte de Nick.

Desde el momento en que Arturo supo que habían conseguido un donante, quiso conocerlo de inmediato pero tuvieron que esperar tres años para que llegara ese día.

Pero el resto de la familia también esperaba por ese encuentro.

“Me sentí muy agradecida”, dijo Martínez, visiblemente emocionada. “Ya, por fin podría ver a la persona que le dio una segunda vida a mi hijo porque estoy segura que, si no encontrábamos un donador, no estaría con nosotros”.

El encuentro entre Arturo Martínez y su donante, Nick Martínez ocurrió poco antes del Día de las Madres, en el Hospital City of Hope, en Duarte, durante la XLII reunión anual de donantes y recipientes de médula ósea.

«Fue una gran oportunidad para ayudar a alguien, y simplemente no podía dejarlo pasar», dijo Nick Martínez. «Me gustaría que alguien lo hiciera por mí, así que estaba feliz de hacer eso por él».

Fue una ocasión muy especial para todos, que marcó el final de una experiencia traumática y el comienzo de una segunda etapa en la vida de todos.

Una lucha para vencer a una enfermedad

Sandra Martínez recuerda el cambio que experimentó su hijo durante el verano de 2014. De un joven activo que le gustaban las actividades al aire libre, se convirtió en un niño que sufría de fiebre, dolores y comenzó a perder las fuerzas.

“Todo cambio. Ya no corría, ya no podía hacer. Ya no tenía nada de energía. No podía ir a la escuela”, recuerda Cortez.

Todo eso ocurrió en un lapso pocos meses.

“Yo sabía que andaba mal, pero no estaba segura”, cuenta Martínez, recordando su presentimiento de madre de que su hijo tenía algo serio. “Yo sabía que algo tenía, una semana antes de que nos dijeran yo pensé, ‘es algo muy serio’. Solamente no sabíamos que era”.

La confirmación de sus temores llegó al día siguiente de la celebración de Acción de Gracias de ese año, cuando los médicos lograron determinar que el niño sufría de leucemia linfoblástica y que era necesario someterlo a quimioterapias.

Pero el joven no respondió bien al tratamiento porque la leucemia linfoblástica era muy agresiva. La siguiente opción de los médicos fue un trasplante de médula ósea para superar la enfermedad.

Para sorpresa y alegría de Martínez, encontraron un donante un mes después de que lo habían colocado en la lista de espera. Ella había escuchado que a veces tardaban en encontrar uno.

“Todavía estaba en tratamiento cuando todo eso pasó”, recuerda Martínez. “No hubo tiempo para pensar o para decir ‘sí o no’. Solo decir ‘OK’”.

Una etapa de recuperación con muchas dificultades

La persona que le ofreció a Arturo la oportunidad de vencer la leucemia linfoblástica fue Nick Martínez, con quien Arturo y su familia no tienen lazos familiares a pesar de compartir el mismo apellido.

Martínez, de 30 años, residente en Santa Clara, en el norte de California, y actualmente cursa el segundo año de su doctorado en Terapia Física en la Universidad Samuel Merritt en Oakland.

Martínez se había inscrito en el banco de donantes cuando estudiaba su licenciatura en la Universidad Estatal de California San José pero nunca pensó que lo contactaron para salvarle la vida a una persona y mucho menos a un niño.

El trasplante se llevó a cabo en abril de 2015 y con ello se esperaba que el joven se recuperara de inmediato. Pero su cuerpo sufrió las consecuencias relacionadas con la enfermedad de injerto contra huésped (GHVD), en donde las células del donante las del recipiente.

Como consecuencia, desarrolló pancreatitis y tuvo que moverse en silla de ruedas por varios meses. Sandra Martínez recuerda esos meses, en donde los efectos secundarios también minaron un poco la voluntad de su hijo.

“Sufrió mucha ansiedad y cayó en una depresión porque mentalmente no estaba aceptando su diagnóstico”, señala Martínez. “No entendía porque estaba de un hospital a otro hospital, porque todo cambio tan rápido”.

La madre de Arturo reconoce que la ayuda de las enfermeras fue un factor que ayudó a su hijo en su recuperación de la leucemia linfoblástica.

“Es muy importante también que los enfermeros nos ofrecieron mucho apoyo emocional porque nos afectó a toda la familia”, dice Martínez. “Eso es lo que me gusto de City of Hope, que también se preocupan de la parte emocional del paciente”.

Necesidad de donantes entre la comunidad latina

De acuerdo con la organización Be The Match, el banco de donantes de médula ósea, cada tres minutos una persona es diagnosticada con un tipo de cáncer de sangre.

Sin embargo, destaca Be The Match, el 70 por ciento de los pacientes no encuentran un donante compatible entre su grupo familiar, por lo que dependen de los donantes de médula para un trasplante.

Be The Match realiza campañas constantes para aumentar el número de donantes en su banco y la madre de Arturo se ha dedicado a motivar a otros a inscribirse, especialmente entre la comunidad hispana.

“Es algo que nuestra comunidad [latina] no entiende el impacto que va a tener en una familia y la verdad es que es muy fácil para registrarse y recibir la llamada”, dice Martínez. “Porque nunca se sabe cuándo va a recibir esa llamada y cambiar la vida de una persona”.

Una vida llena de planes

Arturo no había hechos planes para su futuro porque pensaba que no viviría mucho, cuenta su madre, debido a las complicaciones.

Sin embargo, después que los médicos le dieron de alta hace unas semanas y conocer a su donador, está listo para enfrentar para la vida que le espera por delante.

Al joven le gusta ayudar mucho a otras personas, destaca su madre, por lo que quiere dedicarse al campo de la tecnología que ayude a otros, especialmente los niños.

Su “nuevo hermano” se convirtió en el factor que le dio nuevo rumbo a su vida.  

“Me dio la oportunidad de una segunda vida”, dijo Arturo cuando supo que conocería a Nick Martínez.