Ureña (Venezuela) (AFP) – Maquinaria cubierta de polvo y telarañas se acumula en gigantescos galpones abandonados como reflejo de la ruina de la industria en la frontera de Venezuela con Colombia, donde años atrás ese sector económico movía miles de millones de dólares anuales.
Hoy, en medio de la crisis más aguda que ha conocido Venezuela en su historia contemporánea y en pleno pulso entre el opositor Juan Guaidó, reconocido como presidente interino por medio centenar de países, y el mandatario socialista, Nicolás Maduro, los representantes de la industria abogan por el paso de ayuda internacional.
La ayuda humanitaria puede «abrir y desbloquear la frontera», dice a la AFP Isidoro Teres, presidente de la Cámara de Industria y Comercio de Ureña, otrora pujante localidad limítrofe.
Además, según Isabel Castillo, presidenta de la cámara industrial y comercial de la vecina San Antonio, el ingreso de la asistencia «apoyaría a la población» en medio de una severa crisis que constriñe las operaciones comerciales y empuja una masiva migración que hace cada vez más difícil conseguir mano de obra.
Toneladas de alimentos, medicinas y artículos de higiene personal enviados desde Estados Unidos han sido acopiados desde hace días en la ciudad colombiana de Cúcuta, a la espera de su ingreso a Venezuela, de la que la separan escasos kilómetros.
Guaidó ha asegurado que la ayuda ingresará «sí o sí» a su país este sábado, pero Maduro la rechaza y sostiene que es el preludio de una intervención militar extranjera.
– Frontera cerrada –
Maduro impuso restricciones al transporte entre Venezuela y Colombia en 2015, cuando cerró durante meses todos los pasos binacionales tras un ataque armado contra una patrulla militar.
Aquella medida, fue un «golpe definitivo para el cierre de muchas empresas en la zona industrial» de Ureña, que ahora funciona a apenas 20% de su capacidad, apunta Teres. La cifra, de acuerdo con Castillo, es similar en San Antonio.
Hace una década, el comercio bilateral rozaba los 7.500 millones de dólares. Actualmente es 15 veces menor, según estimaciones privadas.
– «Pérdidas incalculables» –
Sentado en su oficina, Teres muestra antiguas fotografías de galpones con montañas de mercancía.
Electrodomésticos, productos de higiene y alimentos importados eran almacenados allí para su nacionalización y posterior distribución.
«La actividad comenzó a mermar drásticamente en 2009», relata Teres, cuando Venezuela aún vivía su último boom petrolero. Los conflictos políticos entre Caracas y Bogotá durante el gobierno del ya fallecido Hugo Chávez (1999-2013) fueron erosionando el intercambio económico.
«Son pérdidas incalculables: maquinaria paralizada, mano de obra calificada que se fue del país, empresas cerradas», enumera Castillo.
Los depósitos que muestran las fotos son actualmente cementerios de equipos.
El montacargas y otros aparatos, que tuvieron en el pasado actividad frenética, están cubiertos por una gruesa capa de polvo. Hay telarañas por todas partes.
Solo el cierre de fronteras de agosto de 2015 provocó «la pérdida de 75.000 empleos directos» en áreas limítrofes del estado de Táchira, estima Daniel Aguilar, presidente regional de la patronal Federación de Cámaras y Asociaciones de Comercio y Producción de Venezuela (Fedecámaras).
Maduro justificó esa decisión como una acción contra grupos armados irregulares y el contrabando. El paso por los puentes binacionales fue restablecido en 2016, pero el cruce de transporte de carga se limita a cuatro horas diarias de lunes a viernes.
– Cruce peatonal –
Además de la ayuda internacional que se encuentra en Cúcuta, hay otros puntos de acopio en Brasil y en la isla caribeña de Curazao.
Ante la presión de Guaidó, el gobernante socialista ordenó el cierre de la frontera terrestre con Brasil, así como la suspensión de vuelos y zarpes hacia Curazao, y advirtió que evalúa hacer lo mismo en la frontera con Colombia.
«Más vale prevenir que lamentar», declaró Maduro, quien denuncia que la asistencia desataría una intervención militar liderada por Estados Unidos.
Unos 40.000 venezolanos cruzan diariamente a pie la frontera por Táchira, según autoridades migratorias.
La mayoría regresa después de comprar en Cúcuta medicinas y productos básicos o trabajar allí, aunque muchos forman parte de un éxodo provocado por la crisis económica, con escasez de productos básicos y una hiperinflación que el FMI proyecta en 10.000.000% para este año.
En caso de un cierre fronterizo, a esa multitud «con grandes carencias no la ataja nadie, ni policías, ni militares», considera Teres. Sería -a su juicio- «un suicidio» político.