Tegucigalpa (AFP) – La hondureña Cintia Suyapa Zelaya, de 24 años, admite que incumple junto a su familia el toque de queda impuesto por el gobierno para frenar la propagación del nuevo coronavirus porque tienen que salir a pedir dinero para comer.
«Si nos quedábamos en la casa ¿qué íbamos a comer?», pregunta a la AFP esta mujer trigueña, de baja estatura, con su niña de ocho meses en brazos, en el bulevar Fuerzas Armadas de Tegucigalpa.
Está acompañada por su cónyuge, Obdulio García, de 29 años, quien quedó sin empleo el 11 de marzo, cuando entró en vigencia el toque de queda con el que el gobierno busca contener la propagación del virus y que dejó sin circular al autobús urbano en el que trabajaba como cobrador.
El objetivo de las autoridades es que la gente permanezca en casa. Pero Cintia, que trabajaba en una venta de tortillas de maíz y también quedó desempleada, se vio obligada a salir a las calles a pedir dinero y lo hace junto a su familia.
Además de su esposo y su bebé, la acompañan sus otros hijos de siete y nueve años, y un hermano de ella, de ocho años.
En las calles de Tegucigalpa se ven muchas otras personas que, como Cintia y su familia, incumplen también el confinamiento por salir a pedir dinero tras perder sus empleos por las medidas de aislamiento social.
Cintia dice que en seis horas que salen pueden llevar a casa unos 10 dólares, que «ajustan para la comida».
«Es la primera vez que salimos a pedir y escucho por las noticias que esto (la pandemia) no termina ahorita. Solo Dios sabe», comenta.
«Tenemos dos meses de no trabajar».
Al principio, los policías que hacen cumplir el toque de queda obligaban a la familia a retirarse de las calles, pero más recientemente les han dejado instalarse a pedir con un rótulo de cartón que dice «Tenemos hambre».
– «Bolsa solidaria» –
En un análisis sobre los efectos del coronavirus, el no gubernamental Foro Social de la Deuda Externa y Desarrollo de Honduras (Fosdeh) expuso que, como consecuencia inmediata del confinamiento, se «ha puesto en precario la alimentación de las mayorías, sobre todo de los más vulnerables».
Además, según el informe, la pandemia evidenció la poca capacidad de los sistemas de producción y transporte para suplir las necesidades de los pobladores más golpeados por las medidas de excepción.
Ismael Zepeda, miembro del Fosdeh, dijo a la AFP que antes de la pandemia 1,2 millones de los nueve millones de hondureños estaban por debajo de la línea de pobreza y 60% de ellos en pobreza extrema, con lo cual no tenían ni para sus necesidades básicas.
Con el cierre de negocios, «mucha gente de clase media está cayendo en esa franja de pobreza», agregó Zepeda.
Tras ordenar el confinamiento de la población, el presidente Juan Orlando Hernández mandó a los militares a distribuir una «bolsa solidaria» de alimentos a 800.000 familias.
«Nos llevaron una vez (la bolsa), pero solo nos ajustó para tres días», recuerda Cintia, que vive en casa de su abuela en el suroeste de Tegucigalpa.
Honduras registraba hasta el martes 116 muertos y 2.100 casos de COVID-19, pero expertos temen que falta lo peor de la pandemia.