Buenos Aires (AFP) – La legislatura de la provincia de Tierra del Fuego, en el extremo austral de Argentina, aprobó este miércoles por unanimidad la prohibición de la salmonicultura industrial en el canal Beagle, por considerarla una amenaza para su economía y para el medioambiente.
Argentina se convirtió así en el primer país que se pronuncia en contra de ese tipo de producción industrial.
La norma apunta a «asegurar la protección, preservación y resguardo de los recursos naturales, tratando de evitar un daño ambiental muchas veces irreversible», declaró el legislador Pablo Villegas, impulsor de la norma.
La prohibición del cultivo intensivo de salmónidos abarca las aguas jurisdiccionales marítimas y lacustres de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, una provincia con una población de unos 175.000 habitantes, precisó el autor de la norma, del Movimiento Popular Fueguino, un partido local.
Solamente se autoriza el cultivo y siembra de truchas para fomentar la pesca deportiva, una atractivo turístico y no industrial, muy reconocido en la zona.
La salmonicultura es la siembra y cosecha intensiva de salmónidos bajo condiciones controladas para fines comerciales. Por esta técnica originada en Noruega se engorda a los salmones en «jaulas flotantes» ubicadas en bahías y fiordos a lo largo de las costas, en zonas con ecosistemas de aguas frías y sumamente ricas en biodiversidad.
«La salmonicultura hubiese representado una amenaza para la economía de la provincia, ya que en Ushuaia la mitad de las familias dependen del turismo, una actividad que no podría convivir con el impacto ambiental de la industria», declaró David López Katz, integrante de la campaña «Sin Azul No Hay Verde» de la Fundación ambientalista Rewilding Argentina.
«Esta ley es un ejemplo del cuidado de un modelo económico y productivo sostenible, que respeta tradiciones culturales y prácticas artesanales que generan puestos de trabajo genuinos», añadió.
«Industria agresiva» –
El salmón es una especie exótica para la zona ya que fue importada del hemisferio norte, por lo que su cultivo intensivo altera el sistema ecológico y mata al resto de las especies, afirman sus detractores.
Una de las caras visibles de la campaña fue el chef fueguino Lino Adillón, emblema de la defensa de los recursos naturales de la provincia y que dejó hace años de ofrecer salmón en su restaurante.
Las salmoneras son «como la industria de la muerte, donde ganan plata tres o cuatro pícaros. Es tanto o más agresiva esa industria que la minería», sostiene Adillón que asegura que en la zona hay «productos como róbalo, pejerrey, abadejo, sardinas, cojinova, merluza negra que pueden suplir al salmón».
En 2018, los entonces gobiernos argentino y de Tierra del Fuego firmaron convenios con Noruega para abrir la posibilidad de desarrollar la salmonicultura en el Canal Beagle. Eso prendió las alarmas y Villegas presentó un primer proyecto en contra que no llegó a tratarse.
«Hoy, Ushuaia (capital fueguina) está protegida de una industria nociva que ha generado graves daños a los fiordos chilenos y ha impactado seriamente en las comunidades locales durante décadas», agregó la organización ambientalista Greenpeace.
A principios de abril, Chile, segundo productor mundial de salmón, sufrió la muerte de unas 5.000 toneladas de salmones, asociada a la aparición de floraciones algales nocivas, un fenómeno que provoca la reducción del oxígeno en el agua y con ello la muerte por asfixia de los peces.
Esto ya ha ocurrido en centros de cultivo que se expanden en las regiones de Los Lagos y Aysén, en el sur de Chile.
Este episodio reavivó los temores del lado argentino de la isla fueguina, donde activistas ambientalistas realizaron una acción para concientizar sobre el problema, uniendo en kayaks las ciudades argentina Ushuaia con la chilena Puerto Williams en medio del canal Beagle.