Londres (AFP) – Julian Assange, a quién Ecuador acusa de vulnerar las condiciones de su estancia en su embajada en Londres, es un controvertido paladín de la transparencia supuestamente buscado por la justicia estadounidense y un huésped cada vez más incómodo para Quito.
El australiano, de 47 años, de piel pálida, cabellos canos y expresión sobria que esgrime a veces una media sonrisa sarcástica, ha pasado los últimos casi siete años encerrado en la embajada ecuatoriana situada en el elegante barrio londinense de Knightsbridge.
Entró allí el 19 de junio de 2012 para escapar a una extradición a Suecia cuyas bases acabaron siendo desestimadas. Pero se quedó porque la justicia británica lo sigue persiguiendo por haber violado los términos de su libertad condicional y lo detendría si sale.
Pero teme, sobre todo, ser extraditado y juzgado por la difusión en 2010 de cientos de miles de documentos militares y diplomáticos en Estados Unidos, donde se descubrió por accidente que pesarían en su contra cargos supuestamente secretos.
Una preocupación agravada por la posibilidad de que Quito, que en enero de 2018 le concedió la nacionalidad e intentó incluso otorgarle un estatuto diplomático que Londres rechazó, esté contemplando retirarle el asilo político.
– Elecciones estadounidenses e independentismo catalán –
La larga reclusión de Assange hizo que su estrella y protagonismo se fueran apagando. Hasta que en noviembre de 2016 se inmiscuyó en las elecciones estadounidenses y en octubre de 2017 lo hizo en el proceso independentista catalán.
En ambos casos, el gobierno ecuatoriano tuvo que recordarle que no podía entrometerse en asuntos de terceros países desde su legación.
Pero antes, su organización Wikileaks ya había tal vez contribuido a la victoria de Donald Trump al publicar miles de mensajes secretos de la campaña de su rival demócrata Hillary Clinton. Y respaldó a los independentistas catalanes contra el gobierno español de la época, presidido por Mariano Rajoy, divulgando imágenes de la respuesta policial al referéndum de independencia prohibido.
La campaña de Clinton acusó a Wikileaks de estar difundiendo «propaganda rusa», pero Assange negó estar al servicio de Moscú: «WikiLeaks ha publicado más de 800.000 documentos relacionados con Rusia o (su presidente Vladimir) Putin, y la mayoría son críticos».
– Acusado de egocentrismo –
Julian Assange nació el 3 de julio de 1971 en Townsville, en el estado australiano de Queensland.
Su madre, la artista teatral Christine Ann Assange, se separó del padre de Julian antes de que naciera. Durante sus primeros 15 años, el muchacho vivió en más de 30 ciudades australianas antes de establecerse en Melbourne.
Alumno inteligente, estudió matemáticas, física e informática en la universidad, sin llegar a licenciarse. Lo sedujo entonces la piratería informática, y llegó a entrar en las webs de la NASA y el Pentágono con el seudónimo de «Mendax».
Fue en esa época cuando tuvo a su hijo Daniel, cuya custodia disputó luego con la madre.
Con la notoriedad de WikiLeaks, se lo saludó como a un genio informático y un mesías libertario. «El hombre más peligroso del mundo», se titulaba una biografía suya.
Pero rápidamente, arreciaron las críticas. Las autoridades lo acusaron de poner en peligro las vidas de agentes de inteligencia, y algunos viejos amigos y colaboradores lo describieron como egocéntrico, obsesivo y paranoico.
«El hombre que presume de desvelar los secretos del mundo, no soporta los suyos», sentenció Andrew O’Hagan, al que pidieron que escribiera la biografía de Assange y acabó por tirar la toalla.
– «Existencia miserable» –
La habitación en la que Assange pasó los últimos años está dividida en una oficina y una sala de estar, con una cinta para hacer ejercicio, una ducha, un horno microondas y una lámpara de luz solar artificial.
Hay unos balcones a los que Assange se asomó en pocas ocasiones, temeroso por su seguridad. «Es como vivir en una estación espacial», dijo en una ocasión. Su amigo Vaughan Smith fue más allá: es una «existencia miserable», resumió a la AFP.
El equipo de abogados del australiano, dirigido por el exjuez español Baltasar Garzón, denunció las condiciones de vida impuestas en la embajada, donde Assange sólo tiene acceso a internet mediante el wifi de la legación y sus visitas están estrictamente reguladas, afirmando que vulneran sus «derechos fundamentales».
Hace «depender el asilo político de Assange de la censura de su libertad de opinión, expresión y asociación», aseguran, acusaciones rechazadas por Quito.