Nueva York (AFP) – A los veintipocos años ya había ganado medio millón de dólares a cambio de blindar las comunicaciones de la familia colombiana de narcotraficantes Cifuentes y del capo mexicano Chapo Guzmán. Pero le costó caro: crisis nerviosas, hospitalizaciones, electroshocks.
El colombiano Christian Rodríguez, de 32 años, testigo del gobierno estadounidense en el juicio del exjefe del cartel de Sinaloa Joaquín «Chapo» Guzmán y su exjefe de comunicaciones, relató el jueves al jurado que sufrió tanto estrés cuando colaboraba con el FBI en 2013 que terminó dos veces en el hospital.
Parte del estrés, reveló, se debía a que tenía dos familias paralelas, ambas con hijos, y que una de ellas no estaba al tanto de la existencia de la otra.
Rodríguez comenzó a trabajar en la seguridad de las comunicaciones para los Cifuentes en Colombia en 2008, y a través de ellos conoció al Chapo ese mismo año y comenzó a trabajar para él.
«Tenía demasiado estrés sobre mí», dijo al jurado Rodríguez, que aún toma medicación y sigue una terapia. «Me dieron terapia electroconvulsiva», añadió, pero dijo que no le afectó su memoria lejana, sino apenas la del día antes y el día después del tratamiento.
– La trampa del FBI –
El exestudiante de ingeniería dijo que se reunió personalmente con el Chapo unas 12 veces.
Contó que una vez, cuando estaban en las montañas de Sinaloa, el ejército llegó a capturarlos y junto al acusado y a unos 15 de sus hombres debieron escaparse y caminar durante tres días por la sierra. El Chapo estaba «muy tranquilo», dijo, pero él «muy asustado».
En 2010, el FBI montó una operación encubierta en un hotel de Manhattan para atrapar a Rodríguez, en la que un agente se hizo pasar por un mafioso ruso que precisaba seguridad en sus comunicaciones. Rodríguez fue filmado.
Y en 2011, el FBI se le acercó en Bogotá con este video y le ofreció cooperar. Rodríguez aceptó.
Instaló de manera remota un localizador GPS en el teléfono de Jorge Cifuentes que permitió a Estados Unidos atraparlo. Y ayudó al FBI a hacerse con cientos de grabaciones, mensajes de texto, emails y videos que constituyen una abrumadora evidencia contra el Chapo.
En 2012, cuando se enteró al escuchar clandestinamente una conversación telefónica que los Cifuentes habían descubierto que era un soplón, se mudó rápidamente a Estados Unidos, donde obtuvo presumiblemente una nueva identidad en el marco del programa de protección de testigos.
En cierto momento, el FBI le pidió que regresara a México para analizar en forma real el sistema de espionaje instalado por el Chapo en unos 50 teléfonos de sus allegados, sus amantes y su esposa, para intentar capturarlo.
Rodríguez nunca fue acusado ni pasó una sola hora preso, y ganó otro medio millón de dólares trabajando para el FBI. Incluso espera recibir una recompensa del Departamento de Estado de hasta cinco millones de dólares por su ayuda para capturar a Jorge Cifuentes.
«Tengo la esperanza y la ilusión de que los recibiré algún día», dijo.
Jorge Cifuentes, preso en Estados Unidos, ya atestiguó contra el Chapo en su proceso en la corte federal de Brooklyn. Estos días se espera el testimonio de su hermano Alex, que también colabora con la fiscalía.
El Chapo, de 61 años, considerado uno de los mayores jefes del cartel mexicano de Sinaloa y acusado de traficar a Estados Unidos más de 155 toneladas de cocaína, fue extraditado hace casi dos años tras dos fugas espectaculares de prisiones mexicanas.
Si es hallado culpable podría ser condenado a cadena perpetua.