San Salvador (AFP) – Hileras de casas grafiteadas por pandilleros para marcar su territorio conforman el paisaje cotidiano de Gabriela Solórzano, una joven de 19 años que el domingo acudió a votar en una peligrosa zona de El Salvador, esperanzada por que el nuevo presidente termine con la violencia que azota su país.
Vistiendo unos pantaloncillos cortos, sandalias y un suéter blanco, Solórzano llegó a la escuela República de Francia en la ciudad de Mejicanos de San Salvador, a sufragar junto a su hermano René, de 17 años, quien pese a no poder votar, también sueña con un país distinto.
«Honestamente da miedo salir uno solo a la calle, nunca se sabe qué le puede ocurrir a uno, por eso pienso que quien sea que gane en estas elecciones debe de preocuparse por nosotros los jóvenes, darnos más seguridad por tanta violencia», dijo Gabriela a la AFP, una risueña joven de ojos pardos y cabello castaño.
Mejicanos es considerado uno de los municipios «calientes» de El Salvador, donde las pandillas se reparten el control en muchas de sus colonias.
Tomada de la mano de su hermano, la joven explicó que hace un año se graduó de secundaria y pese a hablar inglés no ha encontrado empleo ni ha logrado iniciar la universidad pues sus padres no pueden pagarla.
«Uno sueña que todo cambie en este país, que podamos trabajar para poder pagarnos el estudio, pero es algo decepcionante la situación», lamentó Solórzano quien anhela ser maestra de inglés.
El Salvador registró 3.340 homicidios en 2018, 15% menos que el año anterior, aunque su tasa de 51 asesinatos por cada 100.000 habitantes lo mantiene como uno de los países sin guerra más violentos del mundo.
La cifra excede de lejos el promedio mundial de 5,3 homicidios por 100.000 habitantes en 2015, según la Oficina de la ONU Contra la Droga y el Delito.
Las autoridades atribuyen la mayoría de homicidios a las pandillas, que tienen unos 70.000 miembros, de los cuales 17.000 están encarcelados.
Los jóvenes son los más expuestos a la violencia criminal de las pandillas, pues en muchos casos son obligados por esos grupos a ingresar a sus filas y los que se resisten a ser reclutados son obligados a abandonar sus zonas de residencia junto a sus familias.
En una jornada electoral en que la reducción de la violencia es una de las principales demandas, poco más de 5,2 millones de personas están convocados a votar para elegir al presidente y vicepresidente que gobernarán El Salvador del 1 junio de 2019 al 31 de mayo de 2024.
– Pandillas y desempleo –
Según los sondeos, la inseguridad por la violencia homicida, generada principalmente por las pandillas, y la débil economía son los principales desafíos que afrontará el futuro gobierno.
En otra escuela de la localidad de Ayutuxtepeque, vecina a Mejicanos y también con fuerte presencia pandillera, hacía cola para votar Rafael Vides, de 23 años, trabajador en un centro de llamadas, y que resalta por sus más de 1,93 metros de estatura.
«Uno viene a votar pues es un derecho, pero también para hacerse sentir, cada voto cuenta. Se necesita que la situación mejore, quiero salir a la calle sin pensar que me pueden matar solo por visitar un lugar donde no me conocen», dijo Vides a la AFP luego de sufragar.
Mientras tanto, en el centro de votación en el Instituto Nacional Francisco Menéndez, uno de los más concurridos de San Salvador, era evidente cómo muchos jóvenes acudían a votar junto con sus padres.
Una de ellas es Ligia Mejía, de 21 años, quien aún traía puesto el uniforme una cadena de farmacias donde trabaja y estaba acompañada de su madre del mismo nombre.
«Ojalá el nuevo presidente sea consciente de que se necesitan más trabajos, mejores salarios, porque es bien complicado conseguir trabajo por primera vez», se quejó Mejía mientras mostraba orgullosa su dedo manchado de tinta por el voto.
Con un territorio de 20.742 km2, El Salvador tiene 33,3% de sus 6,6 millones de habitantes en condición de pobreza y una tasa de desempleo de 7%.