Roma (Italia).- Las tierras albergan el pasado, el presente y el futuro de la humanidad. Todo, desde los alimentos nutritivos y los ecosistemas prósperos hasta el patrimonio agrícola y los medios de vida, depende de la salud y la productividad de la tierra.
Sin embargo, cada año se degrada un promedio de 100 millones de hectáreas de tierra debido a la agricultura insostenible, la urbanización y las sequías, cada vez más frecuentes y prolongadas. Las tierras áridas abarcan más del 40 % de la superficie del mundo.
No obstante, la degradación de la tierra y el cambio climático están aumentando el riesgo de degradación y pérdida de biodiversidad en estos ecosistemas únicos.
A través de su asociación con el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM), la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) está invirtiendo en el legado de nuestras tierras ayudando a los países y comunidades a ampliar las soluciones de los sistemas agroalimentarios sostenibles para reducir y revertir la degradación de la tierra y fomentar la resiliencia ante el cambio climático para las futuras generaciones.
Toda esta labor forma parte del Decenio de las Naciones Unidas sobre la Restauración de los Ecosistemas, que tiene como objetivo evitar, detener y revertir la degradación de los ecosistemas. La restauración de nuestras tierras para combatir la desertificación y aumentar la resiliencia a la sequía y el cambio climático protege las bases de nuestra prosperidad.
Estos son solo tres proyectos de la FAO y el FMAM en los que se invierte en nuestras tierras:
La prevención de la desertificación y la restauración de los pastizales en las tierras áridas de Kenya
En las tierras semiáridas situadas a la sombra del Monte Kenya, las lluvias estacionales hacen brotar los pastos, con los que se alimentan las vacas, las cabras, los burros y los camellos de los que depende el Pueblo masái de la comunidad Maiyanat.
«No cultivamos ni trabajamos en otras empresas. Solo dependemos de nuestro ganado», señaló Iratino Macharia Shuel, quien dirige la organización de ordenación de las tierras de la comunidad Maiyanat. «Los burros son nuestros vehículos. Las vacas y las cabras son los pilares de nuestros alimentos e ingresos».
Con el cambio climático, las lluvias estacionales se vuelven impredecibles, y las tierras áridas que hacen frente a la sequía también se enfrentan de repente a inundaciones. Los suelos productivos se convirtieron en cárcavas, y se volvió más difícil alimentar al ganado.
«A menudo no tenemos suficientes pastos. Nuestra tierra es pequeña en comparación con nuestra población humana y ganadera. En Maiyanat, casi no hay lugares verdes. Algunos lugares son tierras desnudas, vacías».
Mediante La Iniciativa de Restauración del FMAM, un programa conjunto de la FAO, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, las comunidades locales comenzaron a emplear métodos simples, pero eficaces, para revitalizar la vegetación autóctona y prevenir la desertificación.
Por ejemplo, los miembros de la comunidad cavaron semicírculos, conocidos como lomos de agua, en las colinas degradadas, a fin de captar agua, prevenir la erosión del suelo y restaurar los paisajes. Utilizando estos métodos se mejorarán más de 152.000 hectáreas de tierras, lo que preparará el terreno para obtener pastizales más verdes y resilientes al clima.
“Hemos observado que ha crecido pasto donde antes no lo había”, afirmó Raison Letutan, líder juvenil en la organización de la comunidad de Maiyanat. “Lo único que queremos es que haya verde en todas partes. Al fin y al cabo, eso es lo que nos da alegría”.
La agricultura regenerativa en favor de las tierras, la biodiversidad y el clima en Mongolia
Las estepas orientales de Mongolia, que ocupan más de 27 millones de hectáreas, son uno de los mayores ecosistemas de pastizales del mundo, pero el 57 % de estos pastizales están degradados. Las estepas albergan una biodiversidad única, y los suelos fijan millones de toneladas de carbón. Con las prácticas agrícolas sostenibles, los pastizales degradados pueden recuperarse para mantener la biodiversidad y mitigar el cambio climático.
Batnaran Batdeleg, un agricultor de las estepas orientales, ha utilizado técnicas de agricultura regenerativa desde 2014. Mediante un proyecto dirigido a fomentar la sostenibilidad de las tierras secas financiado por el FMAM, la FAO y el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) se le brindó ayuda para ampliar estas prácticas de cultivo intercalado.
Anteriormente, plantaba cultivos como mostaza, guisantes, colza y alfalfa para mejorar los suelos. Actualmente, está recuperando tierras que fueron abandonadas durante cuatro decenios intercalando 12 tipos de cultivos.
Los cultivos se benefician entre sí al cultivarse juntos, y cuando se mantienen algunos de ellos plantados a lo largo de las estaciones, el suelo conserva la humedad, los nutrientes y la biodiversidad. Gracias a la mejora de la salud de los suelos, Batnaran ha aumentado sus rendimientos de un año a otro, y ahora también transmite este saber a jóvenes agricultores. Juntos, están recuperando casi 3.700 hectáreas de tierras de cultivo mediante estas prácticas agrícolas regenerativas.
En total, la FAO y WWF-Mongolia han ayudado a las comunidades a restaurar más de 292.200 hectáreas de pastizales y matorrales naturales y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en 8,8 millones de toneladas métricas.
La difusión de las enseñanzas en la República de Moldova
La degradación de la tierra, agravada a causa de la sequía y las inundaciones, ha reducido la producción agrícola de la República de Moldova y ha empujado a las comunidades rurales por debajo del umbral de la pobreza. Los alumnos de los distritos de Orhei y Rezina están aprendiendo a cambiar esa situación desde la base.
«Hoy tuvimos una lección especial sobre el suelo. Aprendimos que el suelo es tan indispensable para nuestras vidas como el aire y el agua», explicó Gabriela, una alumna de sexto grado.
Como muchas familias de nuestra aldea, los padres de Gabriela tienen un huerto. Gracias a las enseñanzas del proyecto de la FAO y el FMAM en la República de Moldova, está aprendiendo, junto con sus compañeros, a cuidar los suelos de los huertos y de otros lugares. La Iniciativa forma parte del esfuerzo del proyecto para introducir prácticas agrícolas climáticamente inteligentes e innovadoras y una gestión sostenible de los bosques y la tierra en la República de Moldova.
«Analizamos cómo algunas personas perjudican mucho el suelo con sus prácticas y luego esperan que el suelo trabaje para ellos y les brinde alimentos», comentó Sorin, que asiste a la escuela con Gabriela.
«Si no cuidamos el suelo, un día nos quedaremos sin alimentos», advierte Gabriela.
Más de 600 niños aprendieron a proteger los suelos y la productividad de las tierras. «Planten árboles, todos los que sea posible», dijo Adelina, otra compañera de clase. «Entierren las hojas en el suelo en lugar de quemarlas. Dejen de usar tantas sustancias químicas tóxicas».
Al empoderar a los jóvenes, los agricultores y los pastores con los conocimientos necesarios para proteger y restaurar los suelos, la FAO y el FMAM están proporcionando a la “Generación Restauración” los instrumentos para extender el legado de la tierra.