San Ysidro (Estados Unidos) (AFP) – «Ahora tengo esperanzas», dice María, de 38 años, quien huyó de Michoacán con apenas tres mudas de ropa en abril y recorrió por tierra 2.500 km hasta llegar a Tijuana, en la frontera noroeste de México, para pedir asilo político en Estados Unidos.
El país registró en un año una explosión récord de inmigrantes ilegales que cruzaron esa frontera huyendo de crisis políticas y económicas. La reapertura anunciada el 8 de noviembre a viajeros con visas alimenta las esperanzas de otros miles que aguardan en México una oportunidad de recomenzar.
«Vinimos huyendo del crimen organizado. No porque seamos delicuentes», dice María, cuyo verdadero nombre fue omitido a petición.
Su hijo mayor fue reclutado por una banda criminal el año pasado, al igual que varios familiares. Tras amenazas, huyó junto a su esposo, dos hijos pequeños y otros familiares.
Desde hace seis meses, María espera que su pedido de asilo sea considerado.
Mientras, vive en el improvisado campamento El Chaparral, donde decenas de familias se han ido asentando en precarias carpas de plástico tras ser rechazadas en la frontera, abierta sólo a ciudadanos nacionales, residentes y trabajadores esenciales desde marzo de 2020, debido a la pandemia.
«Cruzaría por el río» –
Con una disminución de los contagios en ambos países, el paso migratorio se restableció el 8 de noviembre para quienes tengan una visa y estén vacunados contra el covid-19.
«Me alegró mucho», dice María, que afirma que la vida en el campamento «no es fácil», pues carce de electricidad y fue enrejado por las autoridades mexicanas.
María confía que recibirá una respuesta. «Pero si me niegan el asilo político, mi pensamiento es cruzar ilegalmente. Yo me cruzaría hasta por el río si es posible. Nuestra vida en México corre mucho peligro», dijo.
Entre octubre de 2020 y septiembre de 2021, Estados Unidos registró 1,7 millones de personas ingresando de forma ilegal por su frontera suroeste, el mayor número desde el comienzo de la serie histórica.
«Al restringir el cruce fronterizo por motivos de asilo, lo que las políticas fronterizas de Estados Unidos han hecho es crear un grupo de gente muy grande y muy desesperado esperando en el lado mexicano, que se da cuenta de que el tiempo de espera es muy largo», explica el director de la escuela de Ciencias Políticas de la Universidad de San Diego, David Shirk.
«Si espero… nos matan» –
«Yo no podía esperar, por eso tomé el riesgo», cuenta Margarita, quien dejó su natal Bogotá junto a su esposo y dos hijos por ser blanco de amenazas de las FARC.
Su esposo Luis dice que sobrevivió a un atentado hace años pero que este año volvieron a ser amenazados. Los nombres son ficticios, a pedido de la pareja.
Margarita dice que descartó las alternativas legales para migrar porque tomaban mucho tiempo. «Yo dije ‘si espero a hacerlo en 2022 o 2023, nos matan'».
Empacaron cuatro maletas y partieron hacia México. En Tijuana, siguieron indicaciones hasta llegar a un río. Con el agua al pecho, perdieron casi todo. «Sólo nos quedaron los papeles, la biblia y dos mudas de ropa», dice Margarita mostrando sus pertenencias en dos sacos de nylon.
Las autoridades estadounidenses los llevaron a un centro de detención y los separaron por tres días. La pareja y su hijo de cinco años fueron trasladados a un refugio de migrantes operado por caridades católicas de San Diego a la espera de un audiencia judicial, mientras que su hija de 19 años permaneció en el centro de detención.
El teléfono de Margarita sonó mientras conversaba con la AFP. Era su hija, con quien no hablaba desde hacía diez días, y que acababa de ser liberada en otro refugio.
«Perdóname, perdóname», balbuceaba en lágrimas la madre viendo a su hija en la pantalla del único celular que conservaron.
«Lo peor ya pasó», suspiraba Luis.
Este refugio en San Diego es una puerta giratoria de entradas y salidas. Unos 400 migrantes llegan a diario y pasan entre dos y cuatro días, antes de partir a sus destinos finales donde esperarán una decisión sobre su caso. La mayoría de los inmigrantes aquí son brasileños y venezolanos.
Para David Shirk, la recuperación económica de Estados Unidos atraerá a más inmigrantes en busca de trabajo, por lo que ve crucial repensar el sistema migratorio.
El profesor subraya que la diferencia entre el gobierno de Donald Trump y el de Joe Biden, es que Biden ha reducido el énfasis en la construcción de un muro, pero evita mostrarse débil, debido a que el tema fronterizo es importante para la oposición.
«Es un juego constante para demostrar quien es más duro en los controles fronterizos, y eso no es bueno para Estados Unidos», dice. «Es algo que tenemos que arreglar pero para lo que no hay una solución inmediata a la vista».