Bogotá (AFP) – ¿Hambre en Colombia? Una agencia de la ONU lo planteó desatando la ira del gobierno. Ajena a la controversia, en su casa de hojalata, Heidy Garzón se angustia: no sabe si hoy sus pequeños podrán tener las tres comidas.
«¡El hambre es terrible! Es terrible sentir hambre y no poder hacer nada, es muy difícil», explota esta mujer de 38 años y madre soltera de nueve hijos.
Garzón vive con la mayor parte de su familia en lo alto de Ciudad Bolívar, una barriada de pobres y desplazados por la violencia en el sur de Bogotá. Con suerte, comen dos veces al día.
Cuando la visitó la AFP, ella y ocho de sus hijos – una adolescente de 17 años ya no vive con ella – habían «desayunado y almorzado un poco de chocolate, arepa y huevo».
Los gemelos de dos años no se le despegan de las pantorrillas, mientras los demás mordisquean un mango que les regaló un tendero.
Entrada la tarde, la mujer se alista para ir de tienda en tienda pidiendo la comida sobrante o ayuda a quienes se crucen por su camino.
«Es difícil levantarse todos los días y decir ‘bueno hoy qué hacemos, si no hay nada’ (…) Uno se siente impotente y que los niños le estén diciendo que tienen hambre», sostiene.
La Asociación de Bancos de Alimentos de Colombia, que reúne a 20 de estas organizaciones sin ánimo de lucro, puso cifras al invisibilizado problema del hambre en un país productor de alimentos: De los 50 millones de habitantes, 21 están en la pobreza y 16 de ellos comen dos o menos veces al día.
Y lo que es peor aún al año, son «9,7 millones de toneladas (de alimentos) que se desperdician», señala el sacerdote Daniel Saldarriaga, director del Banco de Alimentos de Bogotá.
La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y el programa mundial de alimentos prendieron una alarma más: 7,3 millones de colombianos están «en situación de inseguridad alimentaria» y el próximo año necesitarán asistencia.
El gobierno rechazó estas conclusiones por la falta de «validez y credibilidad» y pidió a la FAO excluir a Colombia del mapa de «puntos críticos» para la seguridad alimentaria en el mundo.
«Rebuscar comida» –
Parte del 47% de la población sumida en la informalidad, con uno que otro trabajo por día, Garzón se apeñusca con sus hijos en una vivienda de láminas de metal y piso de tierra, con un solo espacio y seis camas.
Dentro de la casa, cuelgan la ropa y hay una división con cortina detrás de la cual está la ducha y el sanitario.
El agua corre a través de una tubería hasta el fregadero. Una estufa de gas hace las veces de cocina junto a un viejo frigorífico desenchufado que sirve de alacena y cuya puerta siempre cuida cerrar para evitar que los ratones rebañen un plato de pasta del día anterior.
Solo la risa de los niños amortigua la extrema pobreza del hogar. Garzón, con su chaqueta acolchonada y sus pantalones de pijama, se complace de que por lo menos todos sus niños «estén sanos en este momento».
En la punta de la montaña de Ciudad Bolívar el frío es brutal. Ningún autobús sube hasta aquí. Al frente, a sus pies, la ciudad de ocho millones de habitantes parece un universo en expansión.
Hace varios meses que Heidy y su familia no han recibido ayuda estatal. Su gesto se endurece cuando vuelve sobre el tema. Ellos, las autoridades, «deberían por lo menos venir de casa en casa y mirar quién sí lo necesita y quién no lo necesita».
Sin un subsidio garantizado, debe arreglárselas con los trabajos que esporádicamente consigue ya sea limpiando o en una obra de construcción, y por los que recibe una paga diaria de 20.000 pesos (alrededor de cinco dólares).
La inflación que llegó en 2021 a 5,6% y castiga especialmente a los alimentos, agrava su situación.
«Cuando no hay trabajo, salimos con los niños a rebuscar comida en la calle», añade Garzón, esperando la buena voluntad de los transeúntes
Por la falta de recursos para comprar uniformes, ninguno de sus hijos asiste a la escuela. En sus caminatas en busca de comida o dinero, se les ve al lado de Heidy, mientras los varones de 20 y 18 años se turnan la vigilancia de la casa.
«Soy la única persona que ellos tienen. Trato de verme fuerte (…) y darles como una seguridad de que estamos bien, de que sí va a haber algo de comer hoy», se conmueve la madre.