Kono (Sierra Leona).- En el distrito de Kono, al este de Sierra Leona, los suelos amarillos yacen yermos y desnudos, desgarrados por la búsqueda incesante de diamantes. En amplias extensiones de esta región, la tierra está llena de cicatrices, y esquilmada por la pérdida de la capa superficial del suelo, la erosión y la contaminación. Muchas comunidades locales se han visto castigadas por un historial de conflictos en torno a las gemas, que desembocó en una guerra civil en la década de 1990.
Décadas después de aquel trauma, el paisaje y la mentalidad de la gente han cambiado. “Hay vida más allá de la minería”, afirma Success Stanley Lavallie, de 27 años y representante de los jóvenes agricultores.
A pesar de su prometedor nombre —que significa «exito» en inglés—, su carrera no ha sido fácil. Aparte de la minería, ha desempeñado varios trabajos informales, como vender tarjetas SIM en la calle, antes de unirse al Proyecto de empleos verdes para la juventud de las zonas rurales de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (FAO). Con el objetivo de promover el empleo verde en la agricultura para los jóvenes rurales, la iniciativa ofrece a la gente joven de Kono la oportunidad de contribuir a la recuperación de tierras en zonas de extracción minera.
Esto incluye aportar un nuevo suelo fértil y materia orgánica. Utilizando cubierta vegetal, mantillo y técnicas naturales de control de plagas, las tierras se rehabilitan para la agricultura, en particular para la horticultura orgánica y la apicultura. Estos esfuerzos, junto con la capacitación en técnicas agrícolas, están ayudando a generar oportunidades de empleo para los participantes en el proyecto, combatiendo el desempleo juvenil y la pobreza rural.
En Sierra Leona, los jóvenes se esfuerzan por acceder a oportunidades de empleo viables. Casi un tercio de ellos está desempleado, no está escolarizado ni recibe capacitación.
Más de 200 jóvenes se han unido al proyecto a nivel nacional. De los 15 participantes del distrito de Kono, la mayoría se dedicaba antes a la minería comercial o artesanal.
La agricultura ofrece ahora nuevas posibilidades. Stanley afirma: «todos crecimos con la mentalidad de que los diamantes son la única solución, pero dedicarme a la agricultura ha tenido un efecto en mí, en mi sociedad e incluso en el conjunto de mi comunidad».
El proyecto también está contribuyendo a la resiliencia al clima mediante la restauración de la capacidad del suelo para almacenar carbono y la promoción de las tecnologías de riego para que los cultivos sean menos vulnerables a la sequía.
Abdulai Bangura, Coordinador Nacional del Proyecto de la FAO en Sierra Leona, camina entre el paisaje que todavía muestra las heridas de la minería extensiva y señala un invernadero construido como parte del proyecto. «Esto nos ayudará a producir todo el año. Ahora también estamos preparando nuestros semilleros para la producción, ya que la temporada de lluvias empezará dentro de un par de semanas», explica.
Los jóvenes que participan en el proyecto —en colaboración con un equipo del Ministerio de Agricultura y Seguridad Alimentaria y otros asociados—, han logrado convertir unas tierras muy degradadas en valiosos terrenos agrícolas, que ahora están produciendo tomates, pepinos y sandías. Gracias a la mejora de la fertilidad del suelo, también se cultivan alimentos básicos locales como maíz, maníes y mandioca.
Esta transformación de la tierra es un proceso que requiere emplearse a fondo.«No solo lo aprendemos, sino que también lo ponemos en práctica. Ahora ya sé que puedo plantar una semilla; puedo nutrirla. Y puedo aplicar fertilizantes orgánicos, porque aquí no usamos productos químicos», señala Stanley.
«La agricultura ha tenido un efecto en mí que a lo que me dedicaba antes nunca tuvo».
Como alternativa a la minería, la apicultura y la producción de miel suponen una «enorme oportunidad para los jóvenes, tanto en los mercados locales como en la exportación», y tanto los jóvenes como sus familias ven mejorar notablemente sus medios de vida, afirma Abdul Munu, Presidente de Mabunduka, una asociación de agricultores de la comunidad que participa en la iniciativa.
Para las mujeres que trabajan en el proyecto —algunas de las cuales también eran mineras— las nuevas oportunidades de empleo han supuesto además un importante giro en sus vidas, afirma otra representante de los jóvenes agricultores, Betty Serai Sam. Antes de incorporarse al proyecto, desempeñaba diversas ocupaciones, desde minera hasta maestra de primaria.
Ahora, con los ingresos que obtiene gracias a la agricultura, Betty se siente empoderada, ya que puede mantener a su familia en momentos de necesidad. Antes, explica, «… ahora puedo ganar un poco de dinero aquí para repartirlo entre mis familiares y, a la vez, ocuparme de mis asuntos domésticos. Soy una mujer empoderada».
Impulsar los medios de vida y empoderar a los jóvenes son objetivos clave del proyecto. Con el apoyo de esta iniciativa, Stanley cree que en los próximos cinco años actuará como «embajador agrícola», poniendo en práctica las lecciones que ha aprendido en el proyecto y animando a más jóvenes a sumarse a la aventura agrícola.
Con promotores como Stanley y Betty, el proyecto de la FAO ha demostrado que prácticamente ninguna tierra está tan perdida como para renunciar a ella. Todo lo que se necesita son conocimientos, instrumentos y las aspiraciones de unos jóvenes que están construyendo su futuro.