Santiago (AFP) – Fachadas tapiadas, locales comerciales cerrados, miles de grafitis y un olor a lacrimógena que todavía arde en la nariz. Tres años después, en la llamada «zona cero» del centro de Santiago, las huellas de las protestas sociales siguen muy presentes.
Las cuadras que rodean la Plaza Baquedano, mejor conocida como plaza Italia o «Plaza de la Dignidad», como fue rebautizada al calor de las manifestaciones masivas que estallaron el 18 de octubre de 2019, todavía lucen como trinchera abandonada.
Aquel día, varias estaciones del metro de Santiago fueron atacadas e incendiadas, hubo saqueos, ataques a comercios y enfrentamientos con la policía, en un día de furia que dio inicio a multitudinarias protestas en reclamo de una mayor igualdad social.
Muy poca gente camina hoy por este lugar y casi todos los locales comerciales cerraron agobiados por las protestas, que inicialmente eran todos los días y luego se concentraron las tardes de los viernes.
Lejos de las proclamas sociales de antaño, un pequeño grupo busca ahora generar desórdenes para aprovechar de robar a los pocos que se atreven a transitar por este lugar.
«Nada cambió, nos subieron todo», se lee en un mensaje pintado recién sobre una de las murallas tapiadas del centro cultural Gabriela Mistral. «No te duermas», dice en otro lado.
Escrito en el momento más candente de la protestas, se alcanza a leer todavía en esta muralla: «Un nuevo Chile floreció».
Preocupación –
Este martes se cumplen tres años del inicio de las protestas y muchos temen que enfrentamientos con la Policía vuelvan a repetirse. En los dos años anteriores, la conmemoración del «18 de octubre» ha estado marcada por la violencia.
Más de 25.000 policías serán desplegados para resguardar el país, concentrados especialmente en los alrededores de la Plaza Baquedano, donde se espera vuelvan a reunirse manifestantes.
«Mas que asustado estoy preocupado», dice a la AFP Juan Carlos González, dueño de la librería Centro, uno de los comercios que aún sobreviven en este lugar.
Con pocas ventas físicas, además de reforzar la seguridad de su local, González tuvo que dar un giro a su negocio y volcarse a las ventas en línea. Aún así, vende un 40% de lo que vendía hace tres años.
«Me pregunto qué es lo que quieren celebrar», agrega sobre una conmemoración que para él es el inicio de uno de los periodos más duros de su vida. No pocas veces temió que su local fuera saqueado o quemado con él y su esposa dentro.
En una pequeña galería comercial, a la que se accede tras atravesar una gruesa estructural de metal, algunas tiendas de venta de instrumentos musicales resisten también.
Si bien la estructura que construyeron impide una buena visión desde el exterior, en caso de protestas les permite cerrar rápido y evitar los saqueos.
«Hay mucha gente que vive con miedo», reconoce a la AFP Juan Carlos Ortiz, que administra uno de estos locales.
Recuperación –
En junio pasado, el Ministerio de Economía presentó un programa para reactivar la actividad comercial en las zonas que por meses fueron epicentro de las protestas. El programa ha ayudado a 50 barrios destruidos de todo el país y 2.500 pequeñas empresas afectadas.
«Las personas que se han visto afectadas con sus proyectos de vida y con sus negocios no tienen ninguna responsabilidad respecto a la desigualdad y las tensiones sociales que detonan el estallido social», dijo el ministro Nicolás Grau.
Evelyn Matthei, alcaldesa del barrio de Providencia, que alberga una parte de la «zona cero» -la otra corresponde al municipio de Santiago- anunció la semana pasada un plan de recuperación de fachadas y áreas verdes de los alrededores de la plaza Baquedano con una inversión de unos 4 millones de dólares.
«No les puedo negar que obviamente tenemos miedo», reconoció la alcaldesa. «Es mucha plata, no sabemos si lo van a respetar».
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