Ciudad de México (México).- La bugambilia, con su vibrante gama de colores que van desde el magenta hasta el blanco, naranja y violeta, es más que una simple planta ornamental en México.
Su historia, profundamente arraigada en la cultura y la tradición, se revela en la edición 1129 del suplemento cultural «El Tlacuache», accesible gratuitamente a través del repositorio de Revistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Originaria de Sudamérica, la bugambilia fue descubierta en Río de Janeiro, Brasil, durante una expedición francesa entre 1766 y 1769, liderada por Louis-Antoine de Bougainville.
A bordo de esta expedición se encontraba Jeanne Baret, quien, disfrazada de hombre para eludir la prohibición de mujeres en embarcaciones, se convirtió en la primera mujer en circunnavegar el mundo. Fue ella quien recolectó los primeros ejemplares de esta planta, que hoy se resguardan en prestigiosos institutos de Francia.
Con 18 especies identificadas, la bugambilia ha demostrado una notable capacidad de adaptación en climas tropicales, así como una fascinante historia de hibridación a lo largo de su difusión por Europa, América y Asia.
Su introducción en México se atribuye a Maximiliano de Habsburgo en el siglo XIX, quien la trajo desde Brasil, enriqueciendo así los jardines y balcones mexicanos tras la Independencia.
Más allá de su valor estético, la bugambilia ha encontrado un lugar en la medicina tradicional mexicana. En estados como Baja California Sur, Hidalgo y Morelos, se utiliza para tratar afecciones respiratorias y dolencias de garganta.
Su uso medicinal, junto con su belleza, subraya su importancia como parte del patrimonio biocultural del país.
La edición de «El Tlacuache» destaca también que México no solo cultiva bugambilias para su disfrute doméstico, sino que es un importante exportador, principalmente desde el estado de Morelos. Países como Estados Unidos, Canadá, Alemania y Japón son los principales receptores de esta vibrante planta.
A través de las páginas de «El Tlacuache», la bugambilia se revela no solo como un elemento decorativo, sino como un símbolo de resistencia, adaptación y herencia cultural.
Este arbusto, que embellece tanto áreas urbanas como rurales, no solo decora, sino que narra una rica historia de aventura, ciencia y globalización, lo que la convierte en una fuente de orgullo nacional y un punto de interés para todos los que valoran su presencia en el paisaje mexicano.