Thimphu (Bhután).- Como millones de personas en todo el mundo, Kinley Wangmo y su familia se quedaron sin su fuente de ingresos durante la pandemia de la enfermedad por coronavirus (COVID-19) y los consiguientes confinamientos. A diferencia de la mayor parte del mundo, esta madre butanesa encontró una solución para subsistir en la agricultura hidropónica, que consiste en cultivar plantas en un agua especial rica en nutrientes en lugar de hacerlo en el suelo.

Lo que empezó como un simple interés pronto se convirtió en una profunda pasión. Kinley asistió a cursos de capacitación en línea y vio que esta técnica innovadora también era prometedora para abordar los retos de la seguridad alimentaria y la fragmentación de la tierra en su país natal del Himalaya, sin salida al mar.

La hidroponía utiliza menos agua y es más productiva que la agricultura basada en el suelo, y puede practicarse durante todo el año. Aunque la agricultura hidropónica puede ser cara y su instalación compleja, todo lo que requiere en su nivel más básico son las plantas, agua, un recipiente y una fuente de luz.

Para ahorrarse el costo de importar sistemas hidropónicos, aprendió mucho de los expertos internacionales y adaptó sus métodos a las exigencias de los agricultores butaneses.

Aprovechando su experiencia previa como contratista, —realizando todo tipo de trabajos, desde fontanería hasta electricidad—, Kinley, que también regenta una ferretería, utilizó sus habilidades y conocimientos autodidactas para construir un sistema hidropónico con la técnica de flujo profundo, que capta y recicla el agua a través de tuberías. El sistema es barato, eficiente y está hecho con materiales fáciles de conseguir.   

Kinley Wangmo se inició en la agricultura hidropónica, que consiste en cultivar plantas en agua, después de que la pandemia la dejara sin su fuente de ingresos. © FAO/Choki Wangmo

También es sencillo de mantener, por lo que es accesible y práctico para los pequeños agricultores del accidentado terreno de Bhután.

En 2020, Kinley puso en marcha Bhután Hydroponics en un pequeño invernadero de la zona de Changzamtok, en la capital, Thimphu.

A principios de 2024, Kinley fue uno de los 30 beneficiarios del apoyo financiero de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) como parte de su proyecto de Agricultura periurbana y urbana en Bhután, puesto en marcha por el Ministerio de Agricultura y la Agricultura.

El proyecto la ayudó con el acondicionamiento del terreno, el equipo y los materiales para la granja, así como con semillas, compartiendo los costos, y con apoyo técnico para instalar los invernaderos, las estructuras del huerto, los sistemas de riego y el equipo digital que necesitaba para el proyecto.

Su sueño va tomando forma con la instalación de tres espaciosos invernaderos.

Kinley no ha dejado de ampliar sus invernaderos y añadir variedades de lechuga que produce para un mercado en expansión. © FAO/Choki Wangmo

“La principal ventaja de la hidroponía es que ayuda a las plantas y hortalizas a crecer más rápido que el cultivo tradicional en suelo y ocupa menos espacio”, explica Kinley. “En un invernadero, podemos controlarlo todo para asegurarnos de que las plantas crecen bien”.

Kinley está deseando compartir sus conocimientos para ayudar a las comunidades de Bhután a ser más independientes. “La pandemia nos mostró lo importante que es la autosuficiencia”

Ha sido una apasionada defensora del aumento del uso de la hidroponía en el país, ofreciendo su experiencia en la instalación de sistemas y vendiendo su sistema hidropónico adaptado a un costo muy ventajoso en comparación con los equipos importados.

Alrededor de un tercio de la población de Bhután sufre de inseguridad alimentaria. La agricultura con un uso intensivo de mano de obra es cada vez más difícil, debido a la reducción y fragmentación de las tierras y al desplazamiento de muchos adultos en edad de trabajar de las zonas rurales a las urbanas.

La pandemia puso también de manifiesto la dependencia de las zonas urbanas de los alimentos importados del extranjero o de las zonas rurales. En este sentido, el Departamento de Agricultura de Bhután ha estado impulsando su estrategia de fomento de la agricultura urbana.

Kinley no ha dejado de ampliar sus invernaderos y añadir variedades de lechuga que produce para un mercado en expansión. © FAO/Choki Wangmo

Kinley aboga igualmente por la autosuficiencia y los alimentos inocuos en zonas urbanas, como la capital en la que vive.

“En las zonas urbanas, donde la seguridad alimentaria es un problema acuciante, me dedico a poner al alcance de todos alimentos nutritivos recién recolectados. En medio de estilos de vida ajetreados y el reto de acceder a alimentos de calidad, nuestro objetivo es reducir el desperdicio de alimentos y promover hábitos alimentarios más saludables”, afirma Kinley.

La economía de Bhután depende en gran medida de la agricultura, la ganadería y los bosques; este sector proporciona sustento a cerca del 57 % de la población. Aunque el sector agrario crece en términos absolutos, su cuota en el producto interior bruto nacional ha ido bajando constantemente debido al rápido crecimiento de otros sectores económicos.

Además, la productividad agrícola se ve mermada por una serie de factores como la urbanización y el rápido desarrollo, los daños causados a las cosechas por los animales silvestres, la fragmentación de la tierra, las plagas y enfermedades, el aumento de las temperaturas y la escasez de insumos agrícolas. Como resultado, los objetivos de Bhután en materia de seguridad alimentaria y autosuficiencia son cada vez más difíciles de alcanzar.

El proyecto de la FAO aborda estas cuestiones, ayudando a acercar la producción agrícola a los consumidores y a satisfacer la creciente demanda en las zonas urbanas, al tiempo que muestra nuevas tecnologías para transformar los sistemas agroalimentarios, además de crear más empleos y oportunidades de ingresos, en especial para las mujeres y los jóvenes.

Ahora, Kinley emplea a nueve personas, en su mayoría madres solteras y jóvenes. Actualmente se centra en el cultivo de lechugas, que su equipo ya ha recolectado tres veces en cinco meses y suministrado a cadenas hoteleras del país. En este momento cultiva dos variedades de lechuga y tiene previsto cultivar tres tipos más y contratar a más personal en el futuro a medida que su negocio siga creciendo.

“A pesar de los retos, promuevo la tecnología para inspirar a jóvenes y mujeres en la agricultura porque es sencilla”, afirma Kinley, y añade que con la tecnología la agricultura se hace más atractiva porque resulta menos agotadora a nivel físico y más limpia que la agricultura convencional.

Desde que amplió su negocio a principios de año, ha estado vendiendo lechugas y ensaladas en la capital y las ciudades cercanas. Afirma que si consigue ampliar aún más el negocio, podrá satisfacer la creciente demanda de los mercados.

Con su iniciativa llena de innovaciones prometedoras, Kinley está contribuyendo de forma importante al futuro de la alimentación, inspirando a otras personas y forjando un nuevo modelo de desarrollo agrícola para Bhután.

El derecho a la alimentación es un derecho humano universal. Este año estamos promoviendo eso y mucho más. En la comida que nos alimenta debe tenerse en cuenta la diversidad, la nutrición, la asequibilidad y la accesibilidad, así como la inocuidad y la sostenibilidad. Aún hay más de 2 800 millones de personas que no pueden permitirse una dieta saludable. A medida que nos acercamos al Día Mundial de la Alimentación, que se celebrará el 16 de octubre, la FAO hace hincapié en que el derecho a la alimentación, que satisface todos estos pilares, es crucial para una vida y un futuro mejores para todos.