Pinar del Río (Cuba) (AFP) – En el occidente de Cuba, cuando el sol empieza a dibujar la mañana, la quietud del campo es interrumpida por leves crujidos. Son campesinos que retiran, una a una, las hojas grandes, verdes y perfectas del mejor tabaco del mundo conocido como el habano.
«Los chinos lloran por este tabaco«, dice Fernando Hernández, un campesino de 50 años que dirige la cosecha en una vega, como se conoce a estos campos en Pinar del Río, ciudad a 160 km de La Habana.
No se equivoca. En 2017, un año en que el mercado del lujo creció 5%, las ventas de habanos subieron un 12% en el mundo, con una cifra récord de 500 millones de dólares. Y fue precisamente China el impulsor de esta demanda.
Este producto de lujo, que presentado en humidores -cofres de madera que conservan la humedad adecuada- puede superar en subastas 1 millón de dólares, tiene su origen en manos sencillas, que realizan su cosecha a inicios de año.
«Este año no está malo, pero tampoco es el mejor de todos los años. El año pasado llovió y ahora no y el tabaco no refresca. La lluvia es la medicina de la planta», explica Lázaro Lazo, de 48 años, con dos décadas en este trabajo.
– Kennedy y los taínos lo sabían –
«Este es el mejor tabaco del mundo. Por el suelo. Para el tabaco, la tierra colorada de Pinar del Río es lo máximo. Escasean recursos por cuenta del bloqueo. Si no hubiera bloqueo, habría más producción», dice Hernández a la AFP.
La exportación de los puros cubanos la realiza Habanos S.A., una firma propiedad del Estado Cubano y de la española Altadis, firma del grupo británico Imperial Tobacco. Por el bloqueo que Washington le aplica a la isla desde 1962, no pueden entrar a ese mercado.
«El mejor microclima para el tabaco, el mejor suelo y el mejor conocimiento de cómo cultivar tabaco negro lo tenemos en Cuba», dice José María López, vicepresidente de Desarrollo de la firma.
Antes de firmar el bloqueo, John F. Kennedy ordenó a su asesor que comprara 1.000 habanos. Cuando se los llevaron a su despacho, sacó del cajón y firmó la resolución que hasta hoy mantiene congelado el comercio entre ambos países.
Cultivado ancestralmente por los indios taínos del Caribe, el tabaco cautivó a los españoles desde la conquista. Europa sigue siendo el mayor mercado de los habanos, pero ya entraron a Asia. La marca que más se vende es Cohíba, el nombre indígena que los nativos daban al manojo de hojas que fumaban.
En el 20° Festival del Habano, en la capital cubana, los chinos tienen instalado un puesto, donde ofrecen accesorios para el fumador. «El cigarro es al caballero lo que el perfume es a la dama», se lee en una de sus paredes. Y el interés sigue.
«Tenemos la Academia Habano hace varios años, y sólo en 2016 formamos a 11.000 (nuevos) consumidores en el mundo», explica López.
– Más recursos –
Las manos y ropas de los labriegos terminan cubiertas por una sustancia que ellos llaman «meluza». Es solo rozar una hoja para sentir como una miel se adhiere al cuerpo. Recolectado el tabaco, se lleva hasta una rústica cabaña de techos altos.
Allí aguarda un grupo de mujeres que toma cada hoja por el tallo y la ensarta con una gran aguja e hilo, hasta formar una especie de racimo. Varios de estos son puestos a secar sobre palos, dentro de la cabaña.
«Me siento feliz de formar parte de esta industria pero hacemos mucho y vemos poco. Aquí en el ensarte pagan bien, pero en la escogida no vemos el resultado», dice Cristina Valdés, de 51 años, con 30 años de experiencia.
Los habanos dan trabajo a 129.522 personas. Y hay algunos como Alberto Pruna, de 69 años, que cosecha desde los 9 años. «Sí pagan bien. Soy hijo de campesinos. Antes (del triunfo de la revolución) era casi trabajar por gusto», cuenta.
El proceso que empezó con las manos, termina igual. Los «torcedores» se encargan artesanalmente de torcer y mezclar las hojas y elaborar el habano. Luego, a las cajas y a China.