Sinangoe (Ecuador) (AFP) – Rostro pintado y lanza en mano, las guardias indígenas de Ecuador se reúnen en la Amazonía para una sola causa y estrategia: la defensa de sus territorios ante la explotación petrolera y minera, y la caza furtiva.
Antes del amanecer a orillas del río Aguarico, en la comunidad de Sinangoe, en la provincia de Sucumbíos (noreste), unos 300 hombres y mujeres de 12 nacionalidades indígenas se reúnen alrededor de un sabio cofán que prepara el yoko, una amarga bebida extraída de un bejuco que los fortalece.
En un inusual encuentro, las guardias indígenas ecuatorianas afinan las tácticas de protección de sus territorios. Desde muy temprano estos grupos de voluntarios recorren la selva cerciorándose de que no hayan ingresado cazadores o trabajadores mineros o petroleros.
«La guardia no es un grupo subversivo, no es un grupo paramilitar como lo mencionan (autoridades de gobierno), somos vigilantes de nuestro territorio, defensores y defensoras de la vida y de la tierra», dice a la AFP Alexandra Narváez.
Esta indígena cofán de ojos rasgados, piel morena y cabello trenzado ganó junto a Alex Lucitante el premio medioambiental Goldman por su lucha contra la minería en Sinangoe.
Los cofanes se identifican por sus camisas verdes y pintura negra en el rostro, con la que suelen representar animales como boas. Los siekopai, por su lado, llevan tocados de coloridas plumas en cabeza y nariz, y en las mujeres waorani no falta la pintura roja alrededor de sus ojos.
Crecen amenazas –
Si bien llevan lanzas, rara vez las emplean contra los invasores. Las guardias – explica Narváez- cumplen su misión apoyadas en GPS y en las cámaras trampa que instalaron en ciertos puntos para advertir el ingreso de extraños.
Los cofanes consagraron la selva por ser el lugar de sus muertos, a los que se refieren como «los invisibles».
«No tenemos armas, el único símbolo que tenemos de fuerza, de poder, de lucha y memoria de nuestros ancestros es nuestra lanza», agrega Narváez, de 32 años.
Los indígenas de la Amazonía temen por la integridad de sus territorios. La explotación minera y los planes del gobierno conservador de Guillermo Lasso para duplicar la producción petrolera activaron las alarmas.
Indígenas amazónicos llevan años lidiando con la contaminación, producto de derrames de crudo. El más reciente ocurrió en enero pasado, cuando 6.300 barriles se vertieron debido a la rotura de una tubería. Una reserva natural y el río Coca resultaron afectados.
«Las amenazas están creciendo cada día», dice el activista Lucitante a la AFP, y eso – agrega – «nos lleva a reflexionar (…) qué va a pasar con nuestra cultura, con nuestra vida».
En Ecuador, poco más de un millón de sus 18 millones de habitantes se identifica como indígena.
En las últimas décadas los pueblos originarios han hecho sentir su fuerza con su extraordinaria capacidad de movilización.
La guardia indígena estuvo presente en las movilizaciones de junio contra el elevado costo de vida, que dejaron seis muertos y más de 600 heridos.
Con escudos artesanales en una mano, lanzas de madera en la otra y las narices tapadas con hojas de eucalipto, para evitar el efecto de las bombas lacrimógenas, van al frente de las marchas.
En Sinangoe, al grito de «!guardia, guardia!» y «fuerza, fuerza», los grupos se reúnen en una gran explanada para su asamblea. A diferencia de una formación militar, ellos prefieren hacerlo en círculo para poder mirar el rostro de sus compañeros.
Y solo tienen dos propósitos de fondo: fortalecer las guardias indígenas y formar nuevas en otros lugares de la selva.