Río de Janeiro (AFP) – «La gente cuenta los muertos, pero nadie recuerda que hay toda una familia detrás», afirma Dieisy Seitenfus, que recurrió a grupos de apoyo en línea tras perder en julio a su madre a causa de la pandemia de coronavirus que ya provocó 190.000 muertes en Brasil.
Esos grupos se han convertido en herramientas importantes para ayudar a hacer un duelo dificultado por el aislamiento social. Entre los más conocidos figuran «Ressignificando o Luto» (Dando un nuevo significado al luto) y el «Projeto Acolher Perdas e Luto» (Proyecto Acoger Pérdidas y Luto).
Según especialistas en salud mental, entre cuatro y diez personas se ven directamente afectadas por cada fallecimiento, lo cual significa que en Brasil habría entre 760.000 y 1,9 millones de personas en esa situación por la pandemia.
Desde el primer deceso en marzo, los ataúdes lacrados y los entierros exprés son una realidad cotidiana, con el trasfondo de una economía fragilizada y el desempleo en fuerte alza.
«Empecé a participar en grupos en las redes sociales. Hablábamos de nuestros días, de nuestras angustias. La gente tiene miedo de hablar del luto, finge que todo está bien», cuenta Seitenfus, una maestra de Rio Grande do Sul (sur), de 30 años.
En Maranhão (norte), Rosinélia Machado, de 49 años, y su familia contrajeron el covid-19 en los primeros meses de la pandemia. Su madre, de 73, se curó, pero su hija Ana Caroline, de 31, sucumbió a la enfermedad.
Rosinélia tuvo asistencia psiquiátrica y buscó apoyo en el Projeto Acolher Perdas e Luto.
«Pasé varios días sin comer ni dormir y llegué a pensar en suicidarme. Encontré las referencias del grupo en el celular y me inscribí. Fueron doce semanas de estudio, con sesiones virtuales para contar nuestras historias», rememora esta profesora de Filosofía.
«La primera tarea, y la más difícil, fue asumir el dolor, mirarme en el espejo y conversar conmigo misma sobre lo que había sucedido», prosigue.
Ese proceso le permitió reconstituirse. «Convertí mi luto en lucha y fundé un instituto en homenaje a mi hija», cuenta.
El «Projeto Acolher Perdas e Luto«, creado en 2018 por la terapeuta Rosana de Rosa, propone una trayectoria de 12 etapas, elaborada sobre la base de su propia experiencia de haber perdido dos hijos. Los psicólogos y personas que se ocupan de la acogida son voluntarios y el proceso incluye diálogos, tareas específicas de aceptación del dolor y meditación.
Una muerte «afectivamente desamparada» –
Los servicios de apoyo psicológico en los hospitales ya existían, pero el coronavirus obligó a brindarlos de forma remota y humanizada.
«Nuestro hospital autorizaba la presencia de familiares en las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI). Pero [con la pandemia] el acompañamiento se redujo a una llamada telefónica con el parte médico y eso causa mucho daño al paciente y las familias», cuenta Giovana Rossilenzi, coordinadora del equipo de Psicología del Hospital Santa Catarina, de Sao Paulo.
«Creamos entonces el proyecto ‘Cartas terapéuticas’, escritas por los familiares a los pacientes internados, y los enfermeros organizan visitas virtuales, con tabletas».
Manoel Gama, un funcionario público de 67 años, convalecía en ese hospital de una operación cardíaca, resultante de una complicación del covid-19, cuando falleció su esposa, Márcia, afectada por la misma enfermedad.
«Para darme la noticia, tuvieron todo tipo de cuidados. Me lo contó mi neumóloga. Su apoyo fue fundamental para encajar el golpe. Márcia fue mi primera novia», expone.
El proceso de duelo incluyó sesiones de fonoaudiología y fisioterapia respiratoria. Pero la asistencia psicológica, destaca Manoel, fue clave.
«La psicóloga fue esencial. Me llamaba todos los días. Teníamos sesiones telefónicas. Yo no había pedido asistencia psicológica, pero la médica me dijo que no me curaría estando mal de la cabeza», cuenta.
El duelo es un proceso con fases importantes, que incluyen rituales como vestir el cuerpo, el velorio y el entierro o la cremación. Con el nuevo coronavirus, ya nada de eso es posible.
«La muerte en la era del covid es una muerte desamparada afectivamente. Esa situación corre el riesgo de dejar a quienes siguen vivos con un proceso de duelo complicado», explica la geriatra y especialista en cuidados paliativos Ana Claudia Arantes, autora del libro ‘A morte é um dia que vale a pena viver’ (La muerte es un día que vale la pena vivir), un éxito de ventas desde su lanzamiento en 2016.