Ciudad de Guatemala (AFP) – Llegó al poder con la promesa de no ser «un hijo de puta más» en la historia de Guatemala y cumple un año en la presidencia asediado por pedidos de renuncia. El derechista Alejandro Giammattei enfrenta el reto de «recomponer» su gobierno.
«Empezó bien», considera Carlos Hernández, un mesero desempleado de 50 años, «pero no sé por qué al final se descontroló mucho. Ha sembrado mucha duda», se pregunta este elector de Giammattei, en el centro de la capital.
El médico derechista asumió el mando el 14 de enero de 2020 para un periodo de cuatro años. Su manejo de la pandemia obtuvo un 83% de apoyo en abril, que luego cayó a un 36% en octubre, según la última medición hecha por la firma ProDatos.
Para noviembre, las manifestaciones tomaron las calles y degeneraron incluso en un incendio en las oficinas del Parlamento, en rechazo a un polémico presupuesto para el año 2021 que había sido aprobado por la mayoría oficialista.
Hasta el propio vicepresidente, Guillermo Castillo, le pidió en ese momento que renunciaran juntos «por el bien del país». Aunque después tuvieron una aparente reconciliación.
«No tenemos antecedentes recientes de un presidente que llegue tan erosionado en su imagen en tan poco tiempo», afirmó a la AFP el analista político Ronaldo Robles.
-«Tono autoritario»-
Giammattei, político conservador y conocido por ser poco tolerante a la crítica, fue cuestionado por la elaboración de un presupuesto para este año que, según sus opositores, no atendía a las demandas sociales ni a cuestiones clave como la pobreza, que afecta a la mitad de los 17 millones de habitantes de Guatemala.
El proyecto fue anulado tras fuertes protestas, que incluyeron además el cierre de carreteras por parte de comunidades indígenas.
Los manifestantes se lanzaron a las calles para reclamar contra el colapso de hospitales, la falta de apoyo al personal sanitario o las deficiencias en los programas de asistencia para los afectados por los confinamientos, pese que el Congreso le había otorgado al presidente fondos millonarios de emergencia.
«Es un fracaso en el manejo de la pandemia, dejando abandonada a la población a su suerte», lamentó Robles.
El país acumula 145.000 casos de covid-19 y más de 5.000 muertos, en momentos en que los contagios vuelven a dispararse.
Para el congresista Bernardo Arévalo, del partido centroizquierdista Semilla, «el gobierno ha tenido resultados pobres, además del problema de un tono autoritario en la forma cómo se conduce la gestión pública».
Este estilo, afirma, se refleja en la cúpula del Congreso, encabezado por una alianza oficialista que actúa, según Arévalo, como una «aplanadora irreflexiva a partir de lo que se ordena desde el Ejecutivo».
Falta de transparencia –
El congresista cuestionó igualmente la efectividad de la lucha anticorrupción por parte de la administración de Giammattei, ante la falta de resultados de una comisión gubernamental para el tema, a la que «todavía no se le terminan de ver los dientes».
La activista Lenina García apuntó, de su lado, que «hay un hartazgo generalizado» hacia Giammattei, a quien señaló de operar amparado por las élites económicas y conservadoras del país.
«Ha sido un año desastroso. Lo calificaría como un año de retrocesos en muchas garantías sociales y también para la institucionalidad de la democracia y de los derechos humanos», añadió García, exsecretaria de la Asociación de Estudiantes Universitarios, muy activa en las manifestaciones.
El gobernante también generó malestar al crear el denominado Centro de Gobierno, una instancia supervisora del gabinete dirigida por una persona cercana a él, considerada innecesaria por la oposición. El ente fue cerrado.
En otra polémica, un primo del presidente fue arrestado en diciembre, acusado de haber cometido fraude en negocios con el Estado.
Cambio urgente –
«Ha habido mucho robo, mucha corrupción. Nada ha sido transparente», consideró Dayana, una secretaria de 27 años que paseaba con su perro en la plaza central de la capital y no quiso dar su apellido, expresando una opinión que se repite en las calles.
Para Giammattei, las protestas contra su gobierno fueron «un medio a través del cual grupos minoritarios buscan forzar un verdadero golpe de Estado», e incluso invocó a la OEA, que envió una misión al país.
Luego vino una amplia convocatoria de dialogo que calmó los ánimos y que debe continuar en 2021. «Al final, todos somos parte del problema y por lo tanto todos somos parte de la solución», afirmó.
Para el diputado opositor Arévalo, Giammattei puede corregir el rumbo y dar «señales» de un intento por «recomponer» la situación.
«El presidente debe hacer una lectura correcta ¿Quiere poner en riesgo la posibilidad de concluir su mandato o quiere terminar bien y no ser recordado como él decía?», lanzó de su lado el analista Robles.